Jaime de los Santos: “Las mujeres de los cuarenta son las hacedoras de la España que hoy disfrutamos"

El senador e historiador Jaime de los Santos ha escrito “Si te digo que lo hice”, una historia femenina y feminista que se adentra en las consecuencias de la guerra civil española partiendo del relato de una niña, Elvira, que madura en un mundo hostil. Para Isabel Coixet se trata de “Una saga familiar que es un fascinante recorrido a través de fragmentos de nuestra historia más reciente. La poderosa voz de la narradora es inolvidable”. Le entrevistamos en COPE.

-La vida de Elvira le sirve para reflexionar sobre diversos problemas que si ahora siguen siéndolo, en la época en la que sitúa su novela ni siquiera se consideraban tales. Esa necesaria evolución queda patente cuando comparamos a esa Elvira con las Elviras de hoy, aunque quede mucho por hacer.

-Totalmente. De hecho, los problemas de entonces son los que hacen que aún vivamos desigualdades y situaciones que a las mujeres, todavía, no les dan todas las oportunidades que se les deberían dar. Elvira es una mujer como tantas que nace en la posguerra y que durante cuatro décadas de dictadura se ve cómo se la silencia, se le aparta de la vida pública y se la educa en la constante reflexión sobre el pecado. Todo esto en una España que se suele decir que era en blanco y negro, pero me gusta decir que era más negra que blanca. Estas mujeres son las hacedoras de esta España que hoy disfrutamos. Una Democracia justa y ejemplar que ha sido una construcción de políticos, pero sobre todo de hombres y mujeres libres que supieron mirar hacia adelante y que en el caso de las mujeres lo hicieron con una fuerza extraordinaria.

-La soledad y el sufrimiento están muy presentes en este libro

-Son problemas que atraviesan a la humanidad a lo largo de toda la historia, pero que en tiempos de dictaduras de cualquier ideología se hacen más patentes. En estos momentos estamos sufriendo las consecuencias de una dictadura que pretende expandirse por Europa y a la que no le importan las vidas de ciudadanas y ciudadanos que simplemente han nacido en un país. La soledad, en el caso de Elvira, tiene mucho que ver con esos márgenes de los que unos cuantos -siempre hombres- decidieron qué pensar.

-Por la naturaleza de la obra su faceta de historiador, en este caso del arte, le habrá ayudado a componer este relato.

-Me gusta recordar que soy historiador que se convierte de forma sobrevenida en político y que es más feliz que nunca por ser escritor. Cuando terminé la carrera estudié mucho la década de los cuarenta, porque en aquellos años se hizo una recuperación del patrimonio español después de la Guerra Civil y desde ahí me introduje en toda la identidad sociológica de una España que intentaba reconstruirse desde la falta de libertad. La belleza que ofrece la cultura como permanente ventana y como ese espacio de excepción en el que Elvira y tantas y tantas personas intentan sobrevivir.

-En la obra también hay capítulos con forma teatral.

-Soy un loco del teatro. Tres o cuatro días por semana intento ver teatro o danza o a escuchar música. Quería, como homenaje al teatro, escribir esos dos capítulos en esa forma. La obra es un monólogo en primera persona que se podría entender como teatro, también en claro homenaje a Miguel Delibes, a su Menchu de sus “Cinco horas con Mario”. A los personajes secundarios, pero que sostienen la historia como son Fernanda y su madre María Juana y también Adela. Al dotarles de un discurso teatral ofrecía una versión más cercana. Y, sobre todo, las acotaciones. Me encanta cuando leo teatro las acotaciones porque ofrecen información sobre la escenografía que rodea a estos personajes. En esta novela da un respiro dentro de la melancolía, que es una de las características principales.

-¿A quién le puede llamar la atención este “Si te digo que lo hice”?

-Espero que a todos los lectores, pero especialmente a las jóvenes, porque no pueden olvidar gracias a quién hoy son libres, tienen todos los derechos y tienen la suerte de vivir en un país como España. Pero también a todas esas mujeres -mi madre, mi abuela...- que habiendo nacido en un país sin derechos han sido capaces, con una generosidad imposible de mejorar, de educarnos y hacernos un país mejor.