No podemos educar gritando. ¿Gritas o educas?

El profesor y pedagogo José Carlos Aranda nos expica qué consecuencias tiene los gritos en nuestros hijos

No podemos educar gritando. ¿Gritas o educar?

Fran Durán

Córdoba - Publicado el

3 min lectura

¿Quien dijo que educar es una tarea fácil? Todos los padres saben en ocasiones se llega a ese punto límite donde al final tenemos que gritar a nuestros hijos. El grito es el último recurso, tiene un alto impacto emocional, nos bloquea. Usémoslo para evitar accidentes graves en un momento determinado, ese coche que se nos viene encima, esos dedos en el enchufe o ese cazo de agua hirviendo… Pero erradiquémoslos de la convivencia. Nunca es un método educativo.

Esto es lo que viene a decirnos José Carlos Aranda, profesor y pedagogo que añade que “no solo no estamos educando correctamente, estamos generando un problema de convivencia que les afectará en todos los órdenes de la vida. Y un problema serio es que logramos que asocien 'autoridad' con imposición a gritos, de tal manera que tendrá razón quien grite más fuerte, quien no deje hablar al otro, quien utilice la fuerza, en definitiva. Y educar a través de una autoridad sana significa utilizar la razón y el convencimiento para que interioricen los valores que queremos transmitir. Eso requiere entrenar en el diálogo, en saber esperar, en saber escuchar antes de responder. Si nos damos cuenta, son cualidades que van a necesitar a lo largo de la vida”.

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No podemos educar gritando. ¿Gritas o educas?

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CÓMO AFECTA AL MENOR

En primer lugar, lo que decimos gritando no sirve para nada. Cuando gritamos, lo único que ellos escuchan es “no me quiere”, se sienten anulados, no les ofrecemos alternativas para sentirse queridos. Aranda firma que “la primera víctima es la autoestima. En segundo lugar, aprenden a gritar y a utilizar el grito como herramienta en su vida diaria: eso traerá confrontaciones y peleas, el tratar de imponer su criterio por la fuerza, ¿os imagináis las consecuencias en la escuela? En tercer y último lugar, lesiona gravemente la convivencia, el estar en casa se transforma poco a poco en un infierno de tensión permanente y eso va a repercutir en la capacidad de aprendizaje. Estamos enseñando que la ira es el mecanismo del éxito, les estamos enseñando a ser unos fracasados. Esas prácticas se trasladarán más adelante a cómo eduquen a sus propios hijos”.

QUÉ HACER

Si tenemos este problema debemos tomar conciencia de que es un problema y además bastante serio. Aranda ha explicado que “debemos proponernos evitar los gritos educándonos a nosotros mismos. No podemos evitar que nuestros hijos actúen de una forma determinada, pero sí podemos y debemos controlar nuestras reacciones. Con frecuencia el problema no está en ellos, está en nuestro propio cansancio, estrés, prisas, sentimiento de culpa, a veces, desesperación. Y lo pagamos con ellos. Hay que hacer una propuesta seria y sustituir el grito por el diálogo centrándonos en los hechos y no atacando a la persona. Cuando estemos al límite y notemos que se avecina una explosión, contar hasta 10 o 20 o 30 y si no logramos relajarnos, conviene separarnos y tomarnos nuestro tiempo. Cuando por fin estemos serenos, será el momento de abordar el problema con ellos”.

Hay mucho más que nos ha contado el profesor, pero para eso deberás escuchar su entrevista.

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