Del descenso como costumbre

El Córdoba ha perdido tres categorías en siete años de malas gestiones económicas o deportivas

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Toni Cruz González

Córdoba - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Es importante saber reírse de nuestros dramas, pero todavía más descubrir el momento en el que ya no toca hacerlo. Hace seis años y siete días el Córdoba bajaba de Primera después de un ajustado 0-8 ante el Barcelona. Entonces estábamos más tristes que enfadados. Hace dos años menos tres días el Córdoba descendía a Segunda B tras perder 1-0 en Las Palmas. Recuerdo que los sentimientos oscilaban entre la indiferencia y el enfado. El Córdoba, mi amigo Álvaro Vega tardó poco en descubrirlo, se ha convertido en el club español que más rápido ha involucionado de primera a cuarta categoría. Tres descensos en siete años. Ninguno por dinero (pero todos por dinero, ya me entienden).

Mientras vomito estas palabras veo a Pablo Alfaro en la tele. Va a comentar un Madrid-Sevilla. Galaxia paralela. Nunca bajó en realidad a Segunda B. Nunca bajará a Tercera. Les ha pasado a muchísimos componentes de este Córdoba perdedor en todas las áreas. Se perdían partidos con la misma velocidad con la que se iba perdiendo la percepción de la realidad. Cuando echaron a Alfaro dijo que se acordará siempre de su escala en Córdoba. No será un sentimiento recíproco. O sí. Ni de eso se dio cuenta.

Convendría separar culpa de responsabilidad cuando llegue el momento del análisis (pasado mañana es tarde). En el fútbol la culpa recae en quien puede cambiar la suerte de un proyecto deportivo -es decir: los jugadores de una primera plantilla-; la responsabilidad, por el contrario, ha de ser compartida por todos aquellos que gestionan el tinglado. Desde el primero hasta el último y con una cuota proporcional al sueldo que perciben por asumir decisiones. Lo mismo que se aireó el salario de la plantilla no estaría mal conocer el de los que cobran por hacer esas plantillas.

Estamos en mayo y hasta que llegue el próximo saque de centro hay dos o tres desiertos por recorrer con alforjas de esparto y piedras en los zapatos también en los despachos. Porque jugaremos en cuarta categoría. Y estamos tan lejos de todo que tengo la sensación de que hay amigos de fútbol que no saben ni cómo darnos el pésame. Pulpí parece ahora lo más lejos a donde la pelota nos puede llevar. Ni el placebo de la Copa del Rey nos endulzará lo del año que viene porque ni eso hemos merecido. Segunda RFEF. El Aleph del barro. El café de los muy cafeteros. Bocata de mortadela con aceitunas y anisado en cantina. Seremos la Orquesta Topolino en gira (y a mucha honra si se hace con orgullo).

La memoria es selectiva y cabrona. Y distorsiona las emociones cuando se guardan mucho tiempo en conserva. Además, esto lo he leído en El arte de Sobrevivir de Schopenhauer, cuanto más tiempo vivimos menos asuntos nos resultan importantes. Puede que en unos años encontremos al pensar en este 9 de mayo la respuesta a nuestro empecinamiento en acudir en pleno caos pandémico -caos avivado por la Junta, por cierto- a vivir un funeral deportivo.

De momento me quedo con la lluvia, el viento y el silencio castigando las lonas -perdón, pero es lo que sonaba como palmas fantasmales cuando ya no había público- de El Arcángel. Con eso y con una charla con un empleado de la entidad mientras recogía mis pertrechos en cabina. “Para vosotros es duro, pero yo es que no sabría qué hacer si no sigo trabajando aquí. Y tendrán que hacer recortes”. Lo importante y lo IMPORTANTE. Los sentimientos y los SENTIMIENTOS.

Me monté luego en el coche y en la radio sonó “Solamente una vez”. Tengo la sensación de haber escrito esto muchas veces. “Una vez nada más en mi puerto brilló la esperanza que alumbra el camino de mi soledad”. Aprieto mi llavero con el escudo del Córdoba con la dulce y total renunciación. No sé dónde estaremos mañana. Ni pasado. Pero al menos conozco el hueco que me queda dentro y de lo que deseo rellenarlo.

Ánimo.

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