De fracasos y dramas

El Córdoba se queda sin opciones de subir a Segunda en marzo y únicamente puede aspirar ya a no caer a la cuarta categoría del fútbol español

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Toni Cruz González

Córdoba - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

Leí a Santiago Lorenzo el otro día en una entrevista que le hicieron en Panenka explicar que el fútbol es una cosa que tampoco tiene tanta trascendencia a la que se le da una importancia que en realidad tan sólo la tiene para el club y sus trabajadores.

El Córdoba dimitió de su pelea por volver al fútbol profesional coincidiendo con la vuelta de la primavera, aunque el sol del mediodía de este 21 de marzo no calentara en El Arcángel. Cuando el Sevilla Atlético marcó el gol que hacía menos valioso el triunfo ante el Betis Deportivo sus futbolistas la pifiaron una vez más. Ante la mirada atónita de sus aficionados, el Córdoba encajó primero un gol por mediación del portero del Betis Deportivo y luego otro más apenas dos minutos después en un contragolpe que nadie pareció prever.

Todo esto ya lo saben. Perdón.

Poco después, cuando las redes sociales ardían y mientras algunos todavía se secaban las lágrimas, Pablo Alfaro recordaba en sala de prensa que hay cosas más importantes que el fútbol.

Me parece un buen tipo Pablo Alfaro. Creo sinceramente en lo que amigos del mundo del fútbol me cuentan de él y pienso que es un buen analista y, probablemente, llegue a ser un entrenador con valía. Eso sí, creo que aquí todavía no ha entendido nada. Ni él ni quienes mandan sobre él.

El Córdoba va a tener que pelear ahora en seis partidos por no volver a su sima deportiva. Una competición más perra que la que acaba de terminar. Y parece evidente que no está preparado ni mental ni deportivamente para esta batalla.

La condescendencia con la que se han abordado los fallos durante gran parte de la temporada por técnicos y plantilla, la falta absoluta de reflexión sobre los errores cometidos por la dirección deportiva, la prepotencia general mostrada en ciertas declaraciones y la fragilidad moral y anímica del bloque preocupan, pero todavía más la falta de un proyecto definido.

Este Córdoba ha querido hacer limonada con fresas. Primero se puso a disposición de un entrenador cuya obsesión era no encajar -Sabas- un elenco de futbolistas de buen pie, pero con limitaciones para defender. Se confió, con la boca pequeña, en el trabajo del madrileño mientras se vivía una pretemporada infinita en la que aparecían en los entrenamientos y partidos preparatorios fichajes antes de ser anunciados públicamente.

Ningún equipo ha dispuesto de tanto tiempo para cocinar un fracaso tan estrepitoso.

Se admitió que el amistoso en Badajoz -el ensayo general de lo que debía entenderse como un largo play-off en lugar de como una mini temporada- saliera mal porque los jugadores tuvieran que tomarse unas pizzas en el camino (¿?). La cosa, claro, se torció. Y en el mercado invernal, lejos de rectificar, se siguió confiando en el plan inicial sin encoger el pecho en ningún momento. Unos salieron y otros entraron. Y nadie se había equivocado. Se podía ganar todo lo que quedaba. Nada podía salir mal. Un consejero llegó a decir que la plantilla del Córdoba quedaría en la mitad de la tabla en Segunda (lástima que juegue en Segunda B, claro).

Nadie comprendió que este domingo 21 de marzo se debía haber jugado cada uno de los domingos anteriores. Que el Córdoba iba a ascender o no dependiendo de si le ganaba al Yeclano. O si no perdía en Sevilla. Que el último minuto ante el Real Murcia no era para conservar un punto que ya entonces parecía insuficiente. “Había tiempo”, nos decían. “Pasarán cosas”, nos contaban.

Al equipo le empequeñecían los pequeños y le ridiculizaban los grandes. Apenas compitió con dignidad en cuatro o cinco partidos en meses. Ha terminado la temporada como quinto de diez e igualado a puntos con el Tamaraceite que tiene un presupuesto -en teoría- un 95 % menor (450.000 euros).

Lo peor de todo es que esta temporada ha castigado el recuerdo de una afición ya demasiado herida como para asimilar fracasos de este calibre. Es posible que dentro de unos días se vea el nuevo reto -minúsculo, en realidad, pero de suma complejidad- con ilusión. Tal vez cuando las cosas realmente importantes coloquen este domingo de mierda en un segundo plano vuelva a nacer dentro de muchos lo que usted ya sabe.

Mientras tanto, me quedo con esto que me cuenta Rafa Morante, un aficionado más, por twitter:

“Sólo quiero olvidarme de este equipo y seguir a un equipo de petanca o de curling. No quiero esto mucho más. Esto acaba aquí. 45 años de seguidor, de camisetas, de 3ª, de 2B, de 2ª y del fiasco de 1ª. He dicho basta. El fútbol era el Córdoba, hoy se acabó sufrir. Hay mejores cosas”.

Un drama se puede basar en realidades cruentas o en ficciones sentidas. Y nadie nos puede quitar el derecho a sufrir nuestros dramas particulares por cosas insignificantes como nuestro equipo que no interesa mucho ni en nuestra propia ciudad. Por mucho que digan Santiago Lorenzo y Pablo Alfaro. Que respeten eso al menos.

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