De las tiranías
El Córdoba vive pendiente de un final épico para mantener sus opciones de ascenso en una temporada que está pareciéndose poco a lo prometido
Córdoba - Publicado el - Actualizado
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Nos creemos mucho más libres de lo que somos. Casi todos -menos, tal vez, Bezos y Bill Gates-dependemos de alguien o de algo en estos tiempos. Antes también, en realidad. Los políticos sobreviven por la pervivencia de sus mentiras; los que trabajamos en los medios pendemos de que a Google le guste más o menos lo que contemos y cómo lo contemos para ver si así la gente se vuelve un poco más tonta; los profesionales del deporte, que es sobre lo que usted espera que yo escriba, dependen de los resultados. Y de más cosas.
Cuenta Daniel Utrilla en su “A Moscú sin Kalashnikov” que “el periodista debe estar preparado para escribir de lo que no sabe (y eso es una de sus mayores virtudes)”. No soy entrenador ni director deportivo. Nunca he pasado de ligas universitarias. He visto, eso sí, bastante fútbol y, sobre todo, he visto jugar mucho al Córdoba. Dos cosas que no necesariamente tienen mucho que ver.
El Córdoba vive sometido a la tiranía de su pasado. Constantemente se vive evocando lo malo de los predecesores y, en consecuencia, se tiene cierto margen para gestionar. Una ventaja que, paradójicamente, siempre ha terminado conduciendo a la melancolía. González iba a hacer bueno a Prasa; León y Oliver eran los mesías tras la lógica caída en desgracia de González y ahora los nuevos dueños van a hacer maravillas en una nueva era para el cordobesismo. Yo mismo lo escribí en twitter, no estoy pensando en terceros. Vivimos de constantes revoluciones y, por eso, descubrimos brotes verdes que pueden ser más bien botes verdes. Cánovas pensaba que “un hombre honrado solo puede participar en una revolución en la vida” y aquí ya vemos a Pancho Villa con espinilleras.
Siempre se pide que se hagan los análisis cuando deje de rodar la pelota. Me parece absurdo y ventajista. A estas alturas de la película ya hemos escuchado tantas cosas que es mejor categorizar. Las palabras son también tremendas tiranas y por eso ahora suena a pecado lo de “mejor plantilla de Segunda B”. Tampoco parece que vaya a poder darse lo de “ganar todos los partidos” desde enero tras -entre otras cosas- reemplazar a un delantero suplente del Atlético B con otro delantero suplente del Atlético B.
Con lo de la lona que iba a colocarse en El Arcángel se podría escribir un libro. Con lo del museo y las puertas del estadio, dos. El polo confeccionado con hilo de Ariadna parece que ya está en camino y con suerte se podrá lucir antes de la próxima campaña de esos abonados que pagan por vicio y sentimiento. A algunos medios -COPE, entre ellos- no nos dio tiempo a que Sabas nos atendiera y va por el mismo camino Alfaro. Tampoco la Dirección Deportiva se pasó por nuestros micrófonos. Ya da igual.
Pero todo eso no tiene ninguna importancia, porque un club de fútbol está sometido a la tiranía de su primer equipo. Y eso es lo más inquietante. Hemos vivido en un ralentí perpetuo asimilando -casi saboreando- un fracaso que únicamente podría ser catalogado de grave o de muy grave. A dos semanas para que el baile termine la épica y el recuerdo de gestas precedentes se han convertido en los únicos argumentos plausibles. Eso y la “corazonada” que dijo el entrenador -sin autocrítica- de que se van a dar sorpresas en las dos últimas jornadas. (Si el Sevilla Atlético gana sus dos partidos las opciones de estar entre los tres primeros son cero).
Tiranías. Vivimos tan tiranizados a este equipo -por devoción insensata que corroe muchas veces- que, a veces, no somos conscientes del transcurso del tiempo y de la realidad. Y, por cierto, ya que esta reflexión llega en el 8-M vivimos también los cordobesistas -o eso nos cuentan- tiranizados a los designios de una tiranía del Golfo Pérsico que no es que les dé muchos derechos a sus mujeres. Lo recuerdo por si hoy han puesto un guiño morado y otro día les da por defender una bandera rojiblanca. Y no la del Atléti.