EDICIÓN DE LUXE

Cinema Jaén 2.0, con Luis Moreno

Incluye nuestra terulia y nuestro reto cinéfilo

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El viernes pasado, sorprendentemente, aparecieron cuatro estrenos en la cartelera. Además del número de estrenos, inusual para Jaén, lo curioso es que, a su manera, los cuatro resultaron muy interesantes. Pero vayamos por partes, que diría el amigo Jack.

La primera aparición de la semana pasada fue la sexta entrega de una película de ciencia-ficción que con el tiempo se ha convertido en una de las franquicias más rentables: “Terminator: Destino oscuro”.

TERMINATOR: DESTINO OSCURO

Lo primero que se puede decir de esta película es que estamos ante una entrega francamente entretenida, una entrega que, por fin, consigue poner algo de aliciente a los despropósitos de las secuelas posteriores a “Terminator 2”. Pero, entiéndaseme bien, no estamos ante una producción extraordinaria, ni mucho menos, tan sólo que es justo valorar su buena aportación a una saga alicaída desde hace tiempo. En realidad, es un aceptable copia-y-pega adaptado a los designios de lo “políticamente correcto”, porque a excepción del personajes de Schwarzenegger, ahora “los buenos” son todas las mujeres y “los malos”, por supuesto, los hombres. Por lo demás, dos horitas de “cine palomitero”, sin ningún tipo de pretensiones argumentales ni técnicas, donde se evoca aquel viejo espíritu del cine de los ochenta, cuando todavía la imaginación era un valor que cotizaba al alza. Y un apunte final por aquello de la vergüenza torera: Ni Linda Hamilton ni Arnold Schwarzenegger están ya para pegar tiros.

El segundo estreno de la semana pasada fue una intriga de terror, secuela de la mítica película de Stanley Kubrick “El resplandor”. Su título: “Doctor Sueño”.

DOCTOR SUEÑO

Hace falta valor. Mike Flanagan, el director de “Doctor sueño”, le ha echado un par atreviéndose con esta película que le podía haber señalado de por vida. Porque la horda de incondicionales de “El resplandor”, entre los cuales me cuento –no hay que negarlo– le estábamos esperando con la guadaña bien afilada. Sin embargo, aviesas intenciones al margen, lo primero que hay que decir es que estamos ante una muy aceptable película con personalidad propia. Está claro que carece de la profundidad argumental de “El resplandor”, pero eso no quita lo más mínimo para reconocerle su buen quehacer a la hora de conciliar dos mundos opuestos, cuando no abiertamente enfrentados. Por un lado, el relato siempre emocional de Stephen King –a quien ya habría que haberle concedido el Premio Nobel de Literatura si hubiese justicia– y, por otro, la obsesiva racionalidad de Stanley Kubrick por trascender. “Doctor sueño” quizá no alcance con el paso del tiempo la categoría de “película de culto”, ni falta que hace, pero al menos ha conseguido quitarse de encima la etiqueta de secuela “aprovechategui”, tan común y frecuente en los tiempos que corren.

La tercera película aparecida la semana pasada fue un drama de producción patria, basado en hechos reales, donde se contaba la historia de un “topo”: “La trinchera infinita”.

LA TRINCHERA INFINITA

En España se llamó “topo” a las personas que vivieron ocultas tras la Guerra Civil para escapar a la represión franquista. Una vez dicho esto, conviene afirmar que, seguramente, estamos ante la mejor película española del año. Y, además, creo que ya podría considerarse como uno de los mejores acercamientos a nuestra aterradora Guerra Civil. Sus directores y guionistas, los mismos de la multipremiada “Handia”, han sabido tocar la tecla del miedo vivido en aquellos tristes años, un miedo que se llevaba por delante las ilusiones y esperanzas y que, inexorablemente, conducía a la quiebra de muchos. “La trinchera infinita” respira autenticidad por los cuatro costados, y a ello contribuyen de forma decisiva las interpretaciones de su pareja protagonista: Antonio de la Torre y Belén Cuesta. Los méritos cosechados en San Sebastián, al mejor guion y dirección, son más que merecidos para la historia de ese “topo” enterrado en vida. Una película asfixiante, que contagia la angustia de una época que debiéramos tener presente –para no cometer errores– en los tiempos que corren.

El último título que falta por comentar de la semana pasada es una comedia negra surcoreana que tuvimos que ver en las salas de Granada. Sí, porque Granada se ha convertido en una especie de Perpiñán para los cinéfilos jiennenses. Los cuatro miembros de una familia pobre, usando medios censurables, acaban todos colocándose al servicio de unos señores con una gran mansión: “Parásitos”.

PARÁSITOS

El cine surcoreano es otra cosa. No extraña que sus producciones acaben siendo premiadas en los festivales de medio mundo. Su originalidad, imaginación y, sobre todo, un peculiar sentido de la estética son las principales bazas de conquista. Con “Parásitos” han vuelto a demostrar esta fuerza y pujanza. Su director, Bong Joon-ho, el también responsable de la aclamada “Rompenieves”, ha rodado una estupenda comedia negra, llena de matices e insinuaciones. Una de esas películas sugerentes que apela a la libre interpretación del espectador, que le propone involucrarse y compartir, que le deja sacar sus propias conclusiones sin necesidad de ofrecer juicios de valor. Una película inquietante pero al mismo tiempo divertida, que ofrece una delgada línea de separación entre la realidad y la ficción. Cine de muchos quilates, en el que aparte del dominio de la técnica, su director demuestra personalidad y un universo propio. Salir de la pobreza mediante la consecución de un trabajo. ¿Acaso, no es ese el objetivo? Pues quizá Buñuel hubiese firmado esta trama.