EL VINO Y SU CATA

El curioso motivo por el que nos dan a probar el vino antes de servirlo en un restaurante

Elegir un vino es un ritual que en ocasiones puede resultar bastante incomodo para el comensal o comensales, sobre todo si no son grandes entendidos en vinos y en su cata

El curioso motivo por el que nos dan a probar el vino antes de servirlo en un restaurante

Ángel López

Jaén - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Sentarse alrededor de una mesa rodeada de amigos y de buenas viandas es uno de los mayores placeres de la vida. Unos aperitivos con una cerveza bien fría y un rato de amena charla sirven de antesala a un buen almuerzo o una deliciosa cena.

Llega la hora de los platos principales, el momento de decidirse entre carne o pescado, y con ello llega también el momento de pedir un vino que se complemente con el plato que estamos a punto de degustar: un blanco, un rosado, un tinto un espumoso... para gustos colores y en este caso también, sabores.

Será el camarero o sumiller del restaurante el encargado de recomendarte qué vino es el más adecuado para cada plato. A partir de aquí es bastante probable que comience un ritual que en ocasiones puede resultar bastante incomodo para el comensal o comensales, sobre todo si no son grandes entendidos en vinos y en su cata.

El curioso motivo por el que nos dan a probar el vino antes de servirlo en un restaurante

El curioso motivo por el que nos dan a probar el vino antes de servirlo en un restaurante

El camarero llega a la mesa, enseña la botella para que vean la etiqueta, la descorcha, deja el corcho en la mesa y pregunta quién va a probar el vino antes de servir. Alguna vez te habrá pasado que el silencio se hace en la mesa. Alguien que se levanta a lavarse las manos otra vez, la persona que tienes enfrente recibe una llamada justo en ese momento... total que serás tú quien asuma la responsabilidad.

Bien, pues dicho esto, debes saber que el camarero o sumiller como norma debe de oler el corcho al abrir la botella y hacer una pequeña prueba, pero es el cliente quien debe degustarlo para dar el visto bueno. El sumiller no espera un juicio de valor sobre las propiedades organolépticas del vino. La única intención es que el comensal compruebe que el vino que está a punto de degustar es el solicitado y confirmar que este no tiene ningún tipo de imperfección. Así de simple.

Es que un vino, por muy bueno y caro que sea, puede salir malo o se puede haber estropeado por algún motivo durante su almacenamiento en la bodega. De ahí la importancia de probarlo para, encaso de que detectemos algún defecto, decírselo al camarero para que proceda a cambiárnosla. No hay más motivos.

Pautas básicas para catar un vino

Si te preguntas si es posible catar un vino sin ser un experto la respuesta es si, se puede, siempre y cuando tengas en perfecto estado de revista la vista, para la fase visual; el olfato, para la fase olfativa; y el gusto, para la fase gustativa.

La parte o fase visual nos va a permitir obtener la información que necesitamos sobre la concentración y madurez del vino que estamos a punto de disfrutar. Es muy importante contar con una buena ilumniación y una base blanca, sobre la que colocaremos la copa para apreciar bien los colores del vino. Basta con saber como manejar la copa para examinar el color, la anchura y los ribetes o lágrimas del vino.

La fase olfativa nos va a permitir saborear mucho mejor un vino. El olfato juega un papel fundamental a la hora de catar un vino. Para captar todos los aromas del vino basta con acercar la copa a la nariz. Después moveremos el vino suavemente para que se mezcle bien y podamos apreciar todos sus olores y diferenciar cada uno de ellos. Con este simple gesto y algo de práctica y concentración, podrás descubrir aromas afrutados, amaderados, químicos, vegateles, florales...

Llega el momento de probar el vino. En la fase degustativa vamos a descubrir y a disfrutar todos los sabores del producto. Una vez en la boca, el vino despertará los cuatro gustos que nuestra lengua es capaz de percibir: dulce, que lo apreciaremos justo en la punta de la lengua: salado en el centro de la lengua yendo hacia los laterales: ácido, gusto que apreciarás solo y exclusivamente en los laterales: y por último amargo, que es esa sensación de sabor que nos queda al final de la lengua.

En cada una de estas fases y dependiendo de cada persona, experimentaremos sensaciones que serán distintas entre unas y otras.

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