OPINIÓN

Ernesto Medina y su diccionario olivarero. El 5 de oros

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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No es una de las cartas que en la baraja española destaque por su belleza. Quizá su palo, los oros, sea el más garboso, pero ni punto de comparación con el as o cualquier de las figuras, sota, caballo y rey. Pobrecillo el cinco de oros, que por el tamaño de sus monedas parece el cartel con el que los oculistas deciden si la sota de copas necesita gafas. En los juegos de naipes es mala jugada. Si es tu primera carta en las siete y media quedas lejos de una buena apuesta, demasiado cerca de pasarte con otra más. En el mus, la brisca, el julepe o el tute no tiene valor.

Sin embargo, según cuenta mi madre, a mi abuelo Antonio su compadre Juan José le insistía, “Antonio, entre cuatro olivas, planta otra, el cinco de oros. Hazme caso, que las olivas no pierden fuerza y es dinero. Date cuenta del nombre, el cinco de oros”.

Quizá mi abuelo hizo caso del consejo porque él sabía que en el campo como en la vida no todo es sota, caballo y rey.

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