Pascua

El obispo de Tenerife celebró la Octava de Pascua a los pies de la Virgen de Candelaria

"Detrás de ser misericordiosos está la felicidad", subrayó Bernardo Álvarez

Misa Virgen de Candelaria Octava de Pascua 2020

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez, presidió este domingo de la Octava de Pascua la Eucaristía en la Basílica de Candelaria. La misma se celebró a puerta cerrada y fue emitida en directo por los medios digitales de la Diócesis. La imagen de la patrona de Canarias se encontraba muy cerca del altar, de modo que facilitaba su visión durante la transmisión. La comunidad de los padres dominicos se encontraba presente en la celebración.

En el domingo de la Divina Misericordia, el prelado nivariense —citando al papa—  recordó que "somos un ejército de perdonados. Todos nosotros hemos sido mirados con compasión divina". De esta manera, invitó a sentirse amados para amar, perdonados para perdonar y tener así entrañas de misericordia ante las necesidades y el sufrimiento ajeno.

Álvarez subrayó, a la raíz de la primera lectura, que la comunidad cristiana se edifica sobre los pilares de la comunión fraterna, la escucha de la Palabra, la celebración de la Eucaristía y el compartir los bienes. Igualmente, recordó el carisma de Santa Faustina Kowalska, venerada como el apóstol de la Divina Misericordia.

En la parte final de la homilía, volvío a citar al papa para orar por todos los difuntos de esta pandemia y por cuantos sufren en este tiempo de diversas maneras. "La misericordia no abandona a quien se queda atrás”. Sin embargo, en el mundo, se está insinuando este peligro, de pensar en una “lenta y ardua recuperación de la pandemia”, pero olvidando al que se quedó atrás. Con el riesgo que nos azote otro virus, que es el del egoísmo indiferente, el que hace que pensemos que la vida mejorará si nos va bien a cada uno de nosotros, descartando a “los pobres e inmolar en el altar del progreso al que se queda atrás. Pero esta pandemia nos recuerda que no hay diferencias ni fronteras entre los que sufren: todos somos frágiles, iguales y valiosos”.

Por último, citando el ejemplo de la labor de la Iglesia en los centros penitenciarios, quiso recordar cómo "Dios siempre nos espera, confía en la rehabilitación, en que enmendemos la vida, en la conversión de las personas".

Al finalizar la comunión, con la oración del Regina Coeli, que realiza la Iglesia en este tiempo de Pascua a la hora del Ángelus, Álvarez subrayó que "tenemos la misión de anunciar a Jesús, como el rostro de la misericordia de Dios. Somos enviados al mundo". El canto del himno a la Virgen de Candelaria sirvió para finalizar la eucaristía dominical.

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