Julio Martínez Romero desde Las Ventas

La quinta sinfonía

Las buenas obras no poseen el don de la ocurrencia. Total, qué más da si suenan aquí o allí. Qué suene bien y punto. En el toreo, la ocurrencia es oportuna. Y la obra magna solo adquiere ese matiz si el marco es propicio. Perera firmó ayer sendas obras magnas en Las Ventas. Marco incomparable; faena insuperable

Miguel Ángel Perera en su última salida a hombros en la plaza de Las Ventas

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Cinco son ya las veces que Perera ha salido en volandas dirección a la calle Alcalá. Cinco es un número pequeño. Pero cruzar esa puerta a hombros en cinco ocasiones no es poca empresa. Siempre se ha dicho -y desgraciadamente se dirá- que si son regaladas las puertas grandes, que si en Madrid se debería requerir desorejar un astado para poder salir con honores de Las Ventas; hablar es gratis. Las cinco puertas grandes de Miguel Ángel Perera no serán discutidas por nadie. Por nadie que tenga una ligera idea de lo que atañe al toreo, claro está. Porque han sido cinco tardes de auténtica rotundidad. De cátedra taurina -término tristemente acuñado recientemente- han sido todas ellas. Quizá ayer, por el comportamiento del toro y por la maciza personalidad del torero, fuera la tarde que mejor defina al Perera torero. Porque ayer Perera toreó. Dejó en el hotel esa lidia de cercanías y se dedicó a hacer lo que mejor sabe. Se dedicó a torear. Y cómo lo hizo...

Su primer oponente tuvo temple como para detener el tiempo. El tiempo fue lo que contuvo Perera con su poderosa muleta. Tandas de eminente dimensión; tandas de oportuno metraje. Y no por la brevedad. Porque el público entra en el cuarto y rompe con el quinto. Perera quebró esquemas con tandas de hasta seis y siete muletazos. Ligados, con media muleta alisando el albero y con una largura digna de mencionar. El famoso runrún venteño advertía del calibre que cogía la faena. La espada viajó entera, que no certera. Lástima, la faena merecía las dos orejas.

Con su segundo, lo que quebró fue los corazones de los que poblaban el cemento madrileño. El inicio con el cambiado por la espalda tuvo el sello de la Puebla de Prior, tuvo el sello de Perera. Aún ando alucinado de por donde pasó ese toro. Seguridad, eso transmite Miguel Ángel. La seguridad del que es, por méritos propios, figurón del toreo. Porque este sí que ha hecho méritos. Y por la intrincada vía de la independencia. Cuántos quisieran una independencia como de la que hace gala Perera. Esta sí es legal; legal y legítima. Porque el trasteo de Perera legitimó ayer la tauromaquia. Una tarde excelsa. Una puerta grande más. Y no será la última. Perera siempre estuvo ahí, Perera nunca se fue. Ayer muchos se subieron al carro, no se bajen ahora.