Artículo Opinión

La suerte va por barrios

Cristian Pérez fue capaz de sobreponerse al peor lote de una colosal novillada de Juan Manuel Criado. Estuvo a años luz de sus oponentes

Christian Pérez

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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En el mundo del toro no hay cosa peor que dar lástima, o como diría el añorado –a pesar del poco tiempo- Mariano Rajoy, es mejor no darla. Unos pocos de días sumados al 365 que hace el año, un joven decidió aparcar su vida en la puerta de la plaza de toros de Albacete. En pleno agosto, olas de calor y gotas frías incluidas en el pack. Lo que antaño era un novillero con hambre de torero, se ha escenificado hoy en Albacete como un hombre que lo último que quiere es pasar hambre. Cristian Pérez, cuya suerte no se presentó en la plaza, demostró que ser torero va más allá de lloriquear por un puesto.

Muchos fueron a la plaza con las escopetas cargadas. Aquellos que en su día demandaban que se debe hablar en la plaza con la muleta y la espada y no poner en un brete a una empresa que se juega su dinero. Mire usted, razón llevan los dos. Y, hoy, debemos premiar a ambos. A la empresa por cumplir su palabra y al torero por no achantarse. Se jugó los muslos y fue capaz de callar a un público propio del tenis. Ay… los debuts.

Sacaron a saludar a la terna antes del festejo, pero después, la frialdad con el torero de Hellín resultó insultante. Albacete convertida en Pamplona. En el primero, ni caso. En el cuarto, copiosas meriendas que alejaron la mirada y, por supuesto, el interés del ruedo. Mientras tanto, un tío delante de un lote complicado y de los que piden credenciales. Las presentó en regla y al día. Mal que le pese a muchos pseudoentendidos. Entre un novillo y otro destacó un natural a la altura de muy pocos. Por colocación, por enjundia, por trazo y por velocidad. Sea esta última ralentizada a paso de tortuga. El lapazo de la tarde.

Además, un torero de plata en las filas de Cristian digno de elogiar. Lo cual es repetitivo, pero no por ello eludible. Alberto López, el “Niño del Barrio”, con un tabaco más fresco que los mojitos feriales y con el valor tatuado en las gónadas. Soberbio en la lidia y catedrático con los rehiletes. Da igual cuando leas esto.

Cristian Pérez regresó a su plaza con la responsabilidad que merece. Colocó el cuerpo donde otros ponen la muleta. El único pero que se le puede poner es el malfario de su elector en el sorteo. De seis novillos, cuatro propiciaron el triunfo. Sería más lógico tratar otros menesteres, pero como todos irán a lo fácil, me permito el lujo de hablar de un torero que, en su plaza, ha demostrado que el toreo es cosa de hombres –sin trazas de machismo-. Francia le espera, su muleta allí fue triunfadora. Se cierra la etapa de la huelga y debe, por tanto, comenzar la época de exigir. Eso sí, la suerte va por barrios. En definitiva, el toreo es así.