Por Julio Martínez

La fórmula secreta del toreo

Rubén Pinar abre por quinta vez consecutiva la puerta grande de Albacete con inteligencia, oficio y temple

Rubén Pinar, de nuevo por la puerta grande

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

No se sabe a ciencia cierta si lo que el señor Pemberton ideó hace 132 años era con conocimiento de causa. Un jarabe que decía quitar el dolor de barriga. Una fórmula sobre la que, años después, se corrió un tupido velo. Como en el mundo del toro, los elementos que le daban forman fueron cambiando con el tiempo. La Tauromaquia ha conocido infinidad de conceptos y, la mayoría, se han quedado por el camino. El toreo tiene mucho de darwinismo y poco de secretismo.

La fórmula del éxito parece ser conocida por todos, pero ese elemento clave que diferencia la cocacola del soda resulta fundamental para explicar el por qué de su dominio. En esto del toro pasa lo mismo. Unos lo llaman arrear, otros ambición, arrojo o incluso pegar “bocaos”. En Albacete, ese brebaje recóndito se llama Rubén Pinar.

Dios y ayuda le costó entrar en su tierra con cierta notoriedad. Porque de honores, Pinar aún no sabe en Albacete. Además, no es el torero que más encandila a la ciudad. Cierta frialdad cada vez que termina el paseíllo. Da la impresión de ser foráneo a los ojos del tendido. Y, ya van cinco tardes en tres años, siempre acaba rindiendo a todos. Con capote, muleta y espada. Con una mente privilegiada capaz de despejar de la ecuación secreta del toreo la incógnita que lo hace imperecedero.

Golpe a golpe, no tanto por rotundidad sino por aplastamiento. Su lucha con profetizar en casa comienza cada vez que torea. Solo le vale salir a hombros. Lo tenemos todos claro a la vista de lo que pasa con los compatriotas. Él, camina un paso por delante de todos. Aprovecha cada embestida, rentabiliza cada muletazo y, lo más importante, se enfrontila con los toros con una claridad y una frescura que sigue impresionando tras casi 10 años de alternativa.

Ha conocido la gloria y ha visto de cerca la tragedia. Se encumbró pronto y cayó desde las alturas. Su parapeto fue la confianza en sí mismo. Encontró bien temprano un remanso en Yecla donde descifrar esa fórmula. Dio con la tecla cuando algunos ya le habían dado por desfasado.

Ahora todos lo cantan. Cinco puertas grandes consecutivas en Albacete. Dos años seguidos como triunfador y camino del tercero. Qué fácil es decirlo y, viéndole en la plaza, qué fácil parece. Con un lote de Torrealta que no fue ni bueno ni malo. Con el más potable –loco por rajarse- Rubén Pinar fue capaz de encontrar ese fondo que acabó por deleitar. Varios cambios de mano de alta nota y algún natural para sellar un cortijo. Letal con los aceros y, siempre, la humildad en su rostro. La simpatía del que es el torero albaceteño más importante del siglo XXI ha terminado por reinar.

El domingo tiene bola de partido para completar el set. El secreto de la fórmula ya lo tiene. Rubén Pinar triunfa en Albacete como lo hizo la cocacola en la pasada centuria. Cuando pasen los años, se hablará de un hito a la altura de muy pocos. Con paciencia, honradez, oficio y temple, el de Tobarra sigue dando golpes. Diez años de madurez que deben tener una recompensa a la altura de semejante hazaña.

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