Peña Capón albergó ocupaciones humanas en el interior peninsular durante la última glaciación
La nueva campaña en este yacimiento de Tamajón, excavado desde 2015, saca a la luz interesantes elementos, como un diente de herbívoro perforado con sílex para colgante
Guadalajara - Publicado el - Actualizado
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La nueva campaña de excavaciones arqueológicas en Peña Capón, en Muriel (Tamajón) reafirma la relevancia a nivel mundial de este yacimiento que se comenzó a excavar en 2015, ampliando así el conocimiento que se tiene del Paleolítico Superior en general, y de este yacimiento en particular.
"Peña Capón alberga una serie de ocupaciones humanas en un momento de la Prehistoria en el que tradicionalmente se ha pensado que en el interior de la Península Ibérica, lo que llamamos la Meseta Central, no había nadie", señala el codirector de los trabajos, Manuel Alcaraz, explicando que la presuposición de que no había asentamientos humanos en esa zona se debe a que "lo que llamamos Paleolítico Superior corresponde con algunos de los momentos más fríos del Pleistoceno, es decir entre los 30.000 y 15.000 años tenemos uno de los momentos más fríos de la última glaciación y la idea tradicional era que las sociedades humanas, en el caso de la Península Ibérica, se restringía a las zonas costeras, sobre todo en la Cornisa Cantábrica, que es el área clásica de la investigación en Paleolítico, donde está la Cueva de Altamira y otras cuevas muy famosas, también en el Mediterráneo y en parte en Portugal".
Sin embargo, los hallazgos en el yacimiento tamajonero han desdicho esta presuposición evidenciando "una secuencia de ocupación humana precisamente en los momentos más fríos, desde hace unos 26.000 años hasta hace unos 22.000, correspondiéndose con lo que llamamos las culturas Solutrense, Proto-Solutrense y Gravetiense".
Después del rico patrimonio arqueológico recuperado en las excavaciones anteriores, la nueva campaña, desarrollada entre octubre y noviembre de 2023, ha sacado a la luz interesantes elementos, como cerca de 150 puntas solutrenses.
"La mayoría de elementos arqueológicos que nosotros encontramos en este yacimiento tienen que ver con su vida diaria, con su economía, con los animales que cazaban, con cómo vivían; encontramos restos de fuego para calentarse", apunta Alcaraz, destacando por su gran importancia el hallazgo de "un incisivo de un herbívoro, probablemente de un ciervo o de una cabra".
Sin embargo, lo que hace especialmente relevante este diente de hervíboro encontrado en Peña Capón es "que está perforado, con un instrumento de piedra seguramente, con un buril o algo similar, un perforador", probablemente con el objetivo de utilizarlo "como un colgante", elemento que, tal como subraya el arqueólogo, "nos adentra en el ámbito más ideológico y más simbólico de estos grupos de cazadores-recolectores", que podían estar compuestos por "desde 10 ó 15 personas hasta, como mucho, 30 ó 40", aunque, al tratarse de grupos nómadas de carácter estacional, "hay momentos del año en los que se producen momentos de agregación de distintos grupos y serían realmente numerosos".
Pero además, los investigadores del "abrigo" tamajonero, de al menos unos 4.000 años, han constatado que "Peña Capón y su zona circundante pudo haber actuado como un territorio con una cierta relevancia en ciertos momentos", basándose en la existencia de "materias primas, sobre todo sílex, es decir la piedra con la que tallaban sus herramientas y sus armas para cazar, provenientes de distintas regiones de la Península Ibérica", demostrándose, por tanto, "contactos a larga distancia con otros grupos: Peña Capón no está solo allí en Muriel, sino que hay otros yacimientos coetáneos, como el Abrigo de La Malia o, en el valle del Jarama, en Valdesotos, la Cueva del Reno, con arte paleolítico, es decir, con pinturas y grabados que son de la misma época que Peña Capón".
En cualquier caso, las entrañas de Muriel arrojarán, a buen seguro, muchos más descubrimientos a lo largo de los próximos diez años, que es el período de tiempo que, según Manuel Alcaraz, podrían seguir trabajando en el yacimiento, ya que "hace una semana nos llegaron nuevas dataciones que nos confirman que hay ocupaciones humanas todavía más antiguas que las que conocíamos hasta la fecha y queremos llegar a esas ocupaciones y excavarlas convenientemente en extensión".
Será, sin duda, la única manera de que el equipo de investigadores se resarza del abrupto final de la actual campaña como consecuencia de la crecida del Embalse de Beleña, que, de hecho, obligó a sus dos directores, Javier Alcolea y Manuel Alcaraz a bañarse en sus aguas "hasta la cintura, en pleno noviembre, porque se nos inundó el yacimiento y tuvimos que ir a rescatar algunos instrumentos", recuerda el segundo, lamentando que, a pesar de que "no hubo daños para el yacimiento ni para nuestros equipos", hizo que la campaña finalizara "una semana y media" antes de lo previsto.