El Espejo
Bernardos ultima una vibrante Subida de la Virgen
El pueblo retoma con ilusión una tradición interrumpida por la pandemia
Madrid - Publicado el
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La iglesia celebra este fin de semana Pentecostés. Son muchas las localidades de la provincia que tras dos años sin celebraciones importantes, estos días se vestirán de fiesta para celebrar las de sus patronos, retomando el pulso de la religiosidad popular en la diócesis. La localidad de Bernardos, de manera especial, celebra este domingo la Virgen del Castillo, lo que conocemos todos por la «Subida de la Virgen». Una muestra de fervor popular que por tradición se viene celebrando cada diez años, un tiempo muy simbólico para cerrar y abrir ciclos en la vida de los fieles y devotos.
Nuestros invitados esta tarde nos acercaran a la historia que envuelve esta romería tan importante. Ellos son Cándido Sanz, miembro destacado de la comisión que organiza este año la Subida, y José Ubaldo, historiador y, como el anterior, natural de Bernardos. Entre ambos, aprendemos que la aparición de la Virgen que sustenta la devoción mariana en la zona se registró en 1728, que la primera subida data de 1814 y que desde 1940 se mantiene la tradición de movilizar al pueblo en esa romería tan especial cada 10 años. La excepción ha sido, por motivos conocidos, la subida de 2020. Pero todo llega y 2022, con la pandemia más controlada, ha tomado su lugar.
Se volverán a ver, por tanto, las emociones de la subida que muchos entienden como una especie de tránsito vital, lleno de agradecimiento. Y la bajada, sobre todo la larga bajada, donde se mezclan recuerdos, nostalgias, dudas y deseos de volver a experimentar los mismos sentimientos 10 años después. Y nosotros que lo contemos llegado 2030.
La Iglesia, así henos comenzado esta reseña, celebra Pentecostés. Es el momento de cerrar el curso y hacer balance de las actividades realizadas por la Delegación de Apostolado Seglar de la diócesis. Nos acompaña Juan García Gutiérrez, su responsable, que nos da cuenta de lo más reseñable en un año intenso en el que se ha retomado la presencialidad. Por un lado, las habituales charlas de formación que este año han girado en torno a la familia. Por otro, el trabajo dedicado al sínodo que ha implicado no sólo a las parroquias, sino también a las asociaciones y movimientos diocesanos. Juan comparte con nosotros sus reflexiones que se dirigen a mirar con esperanza al futuro a pesar de las limitaciones de nuestra Iglesia particular que se han evidenciado en el proceso sinodal. Todas las crisis son oportunidades pero el hecho de celebrar un sínodo de estas características, abierto para todos, ya es un signo de madurez. Por último, el invitado hace un llamamiento al compromiso de los laicos y a reconocer el valor de toda esa gente mayor que sigue haciendo acto de presencia en los templos de nuestros pueblos, hombres y mujeres con una fe natural y que son una realidad que hay que cuidar. El valor de las personas no se mide sólo por lo que producen, sino también, y muy especialmente, por el saber estar.