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Ucrania, un lugar donde «cada hora cuenta»

Redacción digital

Madrid - Publicado el

3 min lectura

Hemos cambiado pandemia por guerra y, sinceramente, creo que este giro es hacia algo bastante peor. Porque este horroroso crimen sí podía haberse evitado. Ucrania lleva algo más de una semana sumergida en una barbarie injustificable que nadie podría imaginar que volviera a ocurrir en pleno siglo XXI. El mundo mira hacia un país cuya ciudadanía está dando una gran lección de patriotismo, valentía y unidad. Al frente, un cómico convertido hoy en líder admirado por su arrojo, aplaudido en el Parlamento Europeo tras pedir el ingreso de su país en la Unión Europea.

Putin ha redoblado su ofensiva de una forma atroz. Y lo peor está por llegar, con avisos a la población civil de abandonar sus hogares y con amenazas de una tercera guerra mundial que llegan desde el Kremlin. Imagine que un misil cae sobre su ciudad, usted, ¿dónde iría? ¿qué haría con sus hijos, sus padres y su familia? Esa es la realidad de Ucrania, un país lleno de familias que se rompen sin saber si podrán volver a unirse, hombres y mujeres que aprenden a manejar un arma para defenderse, bebés que vienen al mundo entre tal hostilidad... Putin creía que su asedio duraría menos, no contó con la dignidad del pueblo ucraniano.

Las sirenas que preceden a los bombardeos son el terrible sonido con el que llevan conviviendo los ciudadanos de este país del este europeo más de una semana. Hablamos hoy de la realidad de esta terrible guerra con Mariana Radvanksa, una joven ucraniana que lleva desde hace once años viviendo en Segovia. Le resulta imposible —aunque suele intentar mantener la cabeza fría cuando habla del conflicto— no emocionarse con el sonido de las sirenas y las bombas, porque desde que las tropas rusas comenzaron la invasión, vive con la mente en sus raíces y sus compatriotas.

En Segovia, la tierra que ahora es su hogar, están tratando de formar una asociación para canalizar la ayuda y establecer puntos de recogida de enseres y suministros con los que ayudar a quienes viven en las zonas más afectadas por el conflicto. Eso sí, Mariana se muestra agradecida por la gran acogida de las iniciativas que están promoviendo en la ciudad y por aquellos que están dando lo que pueden para aportar su granito de arena.

Su familia continúa allí, en Ucrania y, aunque les piden a diario que traten de venir a Segovia para estar seguros, ellos de momento no se lo plantean. Prefieren quedarse en su hogar y tratar de ayudar a los miles de refugiados que huyen de las zonas calientes. De hecho, ellos mismos —por ahora no están sufriendo gran escasez de alimentos y medicinas— también están enviando donaciones y suministros a sus compatriotas a través de los voluntarios que se ofrecen para acercarlo a los lugares de mayor devastación y necesidad.

En tiempo de guerra siempre es complicado mantener la comunicación, máxime cuando se atacan los epicentros informativos. No obstante, por el momento Mariana no está teniendo problema en recibir información y comunicarse con su familia, puesto que se conecta con ellos vía internet. Ella desconfía de las negociaciones y de las intenciones del Kremlin, y duda de si a Putin le está saliendo «todo según lo planeado», según dice él mismo, pues confía en que nadie pueda ser tan cruel como para desatar tal conflicto.

Esta joven ucraniana subraya que «cada hora cuenta», y por eso cree que la comunidad internacional tarda mucho en actuar, porque más allá de la devastación de edificios y ciudades, lo más importante son las vidas que se están perdiendo, en ambos bandos. En ucraniano, para los suyos, Mariana envía un mensaje de ánimo con el deseo de que la guerra acabe pronto.