La extraña tradición de los madrileños según una joven que lleva dos años en la ciudad: "No lo entiendo"
Adaptarse a la capital supone ver algunas costumbres a las que no estás acostumbrado y hay una que perturba a esta mujer después de quedar con amigos mucho tiempo
Publicado el - Actualizado
3 min lectura
Entre los españoles siempre existe ese pique sano con las regiones porque cada uno defiende su comunidad, provincia o ciudad. De este modo, están los que acusan a Madrid de ser el centro de la nación. Hay muchas cosas que destacan los que vienen de fuera de las gentes de la capital y una de ellas llama especialmente la atención a esta joven.
Ninguna ciudad de nuestro país, es cierto, representa mejor que Madrid la suma de identidades distintas, donde un señor o una señora de Murcia o de Ferrol pueda sentirse tan madrileño como el que más. Pese a los diferentes orígenes y procedencias de sus habitantes, lo cierto es que durante los últimos años ha habido un notable auge del madrileñismo.
Madrid cargaba con el estereotipo de capital, de provincia grande, mesetaria, parecía que no había elementos para construir una identidad, pero sí los había, ese orgullo de ciudad abierta, de libertad, de las terrazas... Isabel Díaz Ayuso tiene mucha culpa de que esto se haya propagado casi como una canción.
La España de las autonomías de alguna medida propició el auge de los regionalismos, ya que anteriormente se fomentaba más una identidad española. Madrid es la más diferencial, porque se diferencia del resto por ser la capital, por la centralidad, pero siempre reivindicando la idea de España plural.
Los madrileños
Existen una multitud de cosas más que hacen los madrileños que quizás no llegan a ser bien entendidas en el resto de España. Incluso los que vienen de fuera, les cuesta habituarse a tales ritmos de vida o a equis costumbres. Si llevas tiempo viviendo en la ciudad, te vas a sentir muy identificado.
El buen madrileño sabe que solo con abrir el grifo y poner debajo un vaso ya tienes agua de suficiente calidad como para calmar la sed. Aunque si algo se aprende viviendo en Madrid, es que o avanzas por ti mismo, o te arrastra la marea. Y es que es imposible ir por el metro a un paso tranquilo, ya que por inercia, al ver a la gente correr, tú también.
Cuando quedan con alguien, le anuncian que llegarán al lugar de quedada en 20 minutos cuando, en realidad, quizás sean 40. Eso sí, sobre todo para la gente que viene de fuera, cuando entra en algún tipo de círculo amistoso, se da cuenta de que casi nadie es nacido de la ciudad de Madrid.
Lo más común en los últimos tiempos es que, mientras que a una persona nueva en Madrid le resulta extraño pagar ciertos precios, a los madrileños o a los que llevan mucho tiempo en la ciudad, no les asustan los alquileres. Pero hay ciertas tradiciones que no se habían abordado y con las que se abre un nuevo melón.
La extraña tradición
Esa Madrid de las terrazas que se presentaba anteriormente tiene que ver con la tradición que expone una joven en este vídeo y que seguramente te haga pensar que tiene razón. Porque es habitual quedar con amigos a cierta hora de la tarde y alargarse hasta las tantas de la noche. En ese momento, sucede algo común que no te has parado a pensar.
A muchos se les olvida comer entre caña y caña, más allá de las tapas que puedan acompañar a la ronda. Y es que los madrileños se pierden en las conversaciones y tú te pierdes con ellos. Cuando te das cuenta, tienes un agujero en el estómago del tamaño de una boca del famoso metro de Madrid.