Picanya y el abrazo a nuestros mayores
"Yo perdí mi casa, todo, por eso estoy aquí", dice con una tierna sonrisa Lola, una mujer de 89 años que perdió su casa durante la tragedia
Valencia - Publicado el - Actualizado
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La gente mayor fue el colectivo más castigado por la DANA, pero también ellos son, desde la experiencia y vitalidad, un ejemplo para mirar al futuro con optimismo y convicción. En la residencia Solimar de Picanya lo saben mejor que nadie. Allí COPE ha encontrado ese espíritu para afrontar el 2025 con la mejor energía
La residencia Solimar Picanya vive sus primeras Navidades. Construida a pocos metros del diabólico barranco del Pollo, abrió sus inscripciones el 23 de octubre, con todo listo para su inauguración. Pero claro, seis días después llegó la DANA. Afortundamente, aún no había residentes, sólo algunos trabajadores, y el centro está en la parte más alta del pueblo. Los daños materiales fueron menores. El sótano inundado, donde está la cocina. A pocos metros, el desastre. Aún hoy hay coches destrozados, tapados por el lodo, y polvo, mucho polvo. E incertidumbres, muchas incertidumbres.
Tocaba adaptarse. La residencia se convirtió en centro de Salud de Picanya, y dio alojamiento a los cuerpos de seguridad del Estado y de familias reubicadas que se habían quedado sin casas. Aún hay hoy más de una decena de personas esperando una vivienda social que han convertido Solimar en su hogar. "Desde la DANA estamos en un proceso largo de reconstrucción y seguimos en ello. Estábamos a punto de abrir esta residencia y nos adaptamos a las circunstancias para responder a todas las necesidades que había en ese momento, de Valencia, de otras residencias... ahora ya hemos podido hacer la apertura de la residencia y vamos poquito a poco. Para el nuevo año tenemos muchas ganas de disfrutar, de pasarlo bien. Para ello trabajamos sin descanso, para buscar los mejores momentos", explica la directora del centro, Ángela Merino.
Pasillos amplios, muy luminosos, habitaciones grandes, todo nuevo. Lourdes, Inma y Nerea, algunas de las trabajadoras y terapeutas del centro, miman y se preocupan por las personas mayores que desde hace unas semanas ya han residen en Solimar. Quieren que esa adaptación sea rápida y cálida. Lo consiguen hasta con nosotros cuando cruzamos el umbracle de la puerta de recepción. Quizás por ello, Lola, una mujer de 89 años, de Picanya, que perdió su casa durante la tragedia, les lanza el mejor piropo posible. "Estoy muy bien, nos tratan fenomenal. Yo perdí mi casa, todo, por eso estoy aquí", dice con una sonrisa tierna y nostálgica.
"Evidentemente, si ellas están contentas, nosotras doblemente contentas", escucha satisfecha sin perder detalle Ángela, la máxima responsable. Carmina, de 91 años, estuvo en la residencia de Massanassa que durante la Dana, gracias a las trabajadoras de la misma, pudieron contarlo. "Ahora estamos fenomenal, me encantan los masajes que me hacen aquí, pero pasamos miedo. ¿Al 2025 qué le pido? Salud... y dinero para poder tenerla" apostilla entre risas. Tanto Lola como Carmina destilan simpatía, ternura. Ellas saben que la salud es lo más importante y eso le piden al 2025. Son la sabia voz de los mayores, nuestros mayores, a los que COPE escucha con cariño y admiración, porque su mensaje va acompañado de una sonrisa, de una carantoña. Han vivido casi un siglo y siguen mirando hacia el futuro. No hay lección más valiosa. Miremos al futuro. Hay luz en el horizonte, siempre hay luz.