CINE Y MOTOR

Fast & Furious 9

En un momento Michelle Rodríguez conduce de manera acrobática una Yamaha YZ 450 F, una moto de motocross de cuatro tiempos.

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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FAST & FURIOUS 9

Cuando una fórmula funciona en taquilla, Hollywood no duda en exprimirla hasta la saciedad. Ahora llega la novena entrega de Fast & Furious y su visionado invita a intuir que a los guionistas habituales se han unido ahora los de Star Wars, Pixar y hasta los creadores del Circo del Sol; el resultado es hiperbólico y a fuerza de buscar tanto lucimiento se pasa de vueltas. Alarga las escenas de acción gratuitamente y termina aturullando, además de convertir a sus personajes casi en unos superhéroes sin capa. Al margen de eso, si el espectador únicamente valora los apartados técnicos podrá sentirse sobradamente satisfecho asistiendo al incesante carrusel virguerías y acrobacias automovilísticas que denotan el enorme trabajo realizado por ingenieros y especialistas, aunque la historia no acompañe.

Dom lleva una vida tranquila con Letty y su hijo, el pequeño Brian; sin embargo, deberán volver a jugarse el tipo con todo el equipo para desbaratar el nuevo plan de Cipher, que pretende conseguir los dispositivos de acceso a un arma asoladora. Ignoran que además de enfrentarse a la cruel ciberterrorista, se toparán con su implacable esbirro: Jakob Toretto, la oveja negra de la familia. Este duelo entre hermanos destapara viejos y dolorosos recuerdos.

El desarrollo narrativo sigue un camino irregular que termina en descenso. Las secuencias que, desde el principio, nos van ilustrando acerca del pasado de los protagonistas, concretamente en torno a la relación con su padre, despiertan buenas expectativas y de hecho esa parcela del film funciona dignamente. El otro aspecto, no siempre bien justificado, que agradará a los seguidores de la saga, reside en recuperar rostros conocidos y olvidados de entregas anteriores. Tira de nostalgia, en determinadas ocasiones recurriendo a lo inverosímil y en otras minimizando la participación de quienes fueron figuras de peso en su momento.

Ahora bien, el principal soporte sigue siendo el motor y a estas alturas superar lo ya visto, se convierte en una obsesión desmedida que depara imágenes trepidantes y, a la vez agotadoras, descuidando los argumentos. Cualquier excusa se antoja adecuada a la hora de viajar por medio mundo y montar un desmesurado espectáculo sobre ruedas: De Londres a Tokio, y de Centroamérica a Edimburgo, pasando por un búnker secreto en Azerbaiyán y las abarrotadas calles de Tiblisi; una fórmula que se desmelena en la parte final.

En el reparto figuran actores bien conocidos de la franquicia como Vin Diesel, Michelle Rodriguez y Tyrese Gibson. Además, regresan Jordana Brewster y Sung Kang. También repiten otros más recientes como Charlize Theron, Helen Mirren y Kurt Russell. Se echa en falta a Dwayne Johnson y a Jason Statham tras participar en el aceptable spin-off Fast & Furious: Hobbs & Shaw (2019).

La principal incorporación es la de John Cena, varias veces campeón mundial de lucha libre y además es cantante de rap. Como actor, debutó en la película Persecución extrema en 2006, y luego ha venido apareciendo en la gran pantalla en varios títulos más: 12 trampas, The Wall, Dos padres por desigual, Bumbleebee, y en la nueva entrega de El Escuadrón Suicida.

También se suma Michael Rooker, un veterano que fue Henry en Henry: Retrato de un asesino, y ha participado en Guardianes de la Galaxia y en la serie The Walking Dead.

Dos caras nuevas son también los jóvenes debutantes y gemelos Isaac e Inmanuel Holtane, que tenían cinco años cuando se rodó la película y se repartieron el papel del pequeño Brian, el hijo de Dom y Letty.

Supone la vuelta de Justin Lin como director de la franquicia después de haber dirigido de la tercera a la sexta entregas y haber convertido la saga en un fenómeno mundial. Para Lin, esta entrega permite dar respuestas y profundizar algo más en los protagonistas, desde la perspectiva de la paternidad, la fraternidad y la traición, además de revelar algunos recuerdos íntimos. Así, los golpes emocionales se entremezclan con increíbles secuencias de acción.

Su presupuesto ha sido de 200 millones de dólares, pero es una buena inversión si tenemos en cuenta que solo en el primer fin de semana de su estreno, en ocho países, la mayoría asiáticos, recaudó casi 163 millones y pocos días después ya estaba en 256. Es decir, antes de estrenarse en Estados Unidos y en Europa, en el mes de junio, había recuperado la inversión. Ahora está en torno a los 542 millones.

Con el éxito asegurado, Universal anunció antes de este estreno, que habrá, al menos, dos entregas más.

Con 145 minutos, pasa a tener el récord de la película más larga de la saga.

En 2017 el actor Tyrese Gibson, que interpreta a Ronan, anunció que no estaría en esta novena película si participaba Dwayne Johnson. Los dos no se llevaron bien y Tyrese se negó a trabajar con él. Cuando Johnson anunció que no intervendría en la película, tras haber protagonizado el spin off Fast & Furious: Hobbs & Shaw, la incorporación de Gibson se aseguró nuevamente.

Red Digital Cinema pagó por la aparición de su teléfono inteligente, el Hydrogen One, que incorpora un proyector de holografías, prácticamente de ciencia-ficción. Sin embargo, las malas ventas hicieron que la compañía lo sacara del mercado y abandonara el negocio de la telefonía después de que se completara la filmación.

La conocida joyería británica Boodles no tuvo inconveniente en prestar a los productores un collar de esmeraldas y diamantes montados sobre platino valorado en dos millones y medio de libras (dos millones ochocientos mil euros), para que lo llevara Helen Mirren en una secuencia.

El compositor vuelve a ser Brian Tyler. que ha escrito las partituras de otras seis entregas. Además, este músico nacido en Los Angeles ha realizado bandas sonoras para películas como 300, Watchmen, Ahora me ves, la saga John Wick y Guardianes de La Galaxia.

Aquí, en la línea de la primera, predomina una música incidental, vibrante y rutinaria, con instrumentación electrónica que va muy pegada a las imágenes. Se complementa la banda sonora con una serie de temas raperos, funky o a ritmo de reguetón, una recopilación que se ha editado en CD.

Más de diez entusiastas de la automoción aceptaron encantados la invitación para que sus preciados tesoros de cuatro ruedas salieran en la película. Así, vemos un largo elenco de vehículos llamativos a lo largo del film, como es de esperar.

Junto al coche más emblemático de la saga, el Toyota Supra, aparecen también el Lykan Hypersport, un Bugatti Veyron, el Nissan Skyline, el Honda NSK, un Ferrari LaFerrari valorado en casi 15 millones de euros y un exclusivo Noble M600, del que destaca su poderoso motor de 650 caballos que le permite alcanzar los 200 kilómetros por hora en 8,9 segundos. La sensación de lujo se ve incrementada en el film por el color violeta del coche, pedido especialmente por el director Justin Lin en honor a su equipo de básquet: Los Angeles Lakers.

Además, por primera vez en la franquicia, se monta un coche con motores a reacción: un Pontiac Fiero ingeniosamente modificado, que proporciona un resultado visualmente espectacular. Y también hay una carrera clandestina entre un Dodge Charger y el clásico Ford Mustang, lo que podría considerarse un homenaje a Bullit (1968).

Otro vehículo que llama la atención, diseñado para la película es una especie de gigantesco armadillo con ruedas; un vehículo de tres secciones de 4,5 metros de altura y 25 toneladas de peso. El supervisor y su equipo tardaron cuatro meses en resolver los problemas mecánicos, eléctricos y de fabricación para completar dos versiones del Armadillo y tenerlas listas a tiempo para el rodaje. Según su creador, “es como Hulk con ruedas”.

En un momento Michelle Rodríguez conduce de manera acrobática una Yamaha YZ 450 F, una moto de motocross de cuatro tiempos.

Yamaha es una empresa japonesa que fue fundada en 1887 por Torakusu Yamaha como una empresa de instrumentos musicales especializada en fabricar pianos; por ello su logo lo conforman desde siempre tres diapasones cruzados.

Debido a su experiencia manipulando madera, durante la Segunda Guerra Mundial se ocuparon de fabricar hélices de madera para aviones, y luego de metal. Tras la contienda, el presidente de la compañía decidió darle un nuevo uso a la maquinaria adquirida para trabajar metales y empezó a construir motocicletas. En 1954 salían al mercado las primeras unidades de la marca.

Desde entonces, Yamaha ha crecido hasta convertirse en el mayor fabricante de instrumentos musicales en el mundo, además de extender su producción a electrodomésticos, informática, robótica industrial, artículos vinculados a la práctica deportiva y, por supuesto, motocicletas.

El origen de la Yamaha YZ se remonta a 1997, cuando la marca presentó el prototipo. Su producción, con algún pequeño parón, llega hasta nuestros días. Desde 2018 hasta hoy se comercializa la séptima generación, que es a la que pertenece la de la película,

Tiene una montura muy potente y destaca por la configuración de culata invertida. Su tamaño es compacto y ligero, lo que ayuda en el centrado de masas, aspecto que facilita la conducción. Se ha renovado la carrocería con unas formas mas ergonómicas.

Dispone de arranque eléctrico mediante un botón situado en el manillar. Para ello cuenta con una pequeña batería de ion-litio, y como guinda se ha incorporado la conexión WiFi, por la que mediante una App instalada en el teléfono también se puede encender, y ajustar sus rendimientos según el tipo de itinerario a seguir.

Su motor es de 4 válvulas con una cilindrada de 449 c.c. y alcanza una velocidad máxima de 145 kilómetros hora. Según los expertos, al salir de las curvas, la moto tiende a levantarse y se ha de mantener tumbada un poco más de lo habitual.

Mide 2,18 de largo, la altura del asiento es de 98 centímetros, pesa 112 kilos y la última que ha aparecido, dentro de esta generación, es la Monster Edition que cuenta con una decoración especial. Su precio se sitúa entre 9.300 y 9.600 €.