Claves para prevenir los piojos en la vuelta al cole

Dudas y mitos 

Claves para despejar dudas y mitos sobre los piojos

Claves para despejar dudas y mitos sobre los piojos

Celia Lafuente

Mérida - Publicado el

3 min lectura

Con el inicio del curso escolar, muchos padres y madres enfrentan una preocupación habitual: el riesgo de que sus hijos regresen a casa con piojos. Este problema común, más allá de los síntomas físicos como picazón, también tiene un notable impacto psicológico. Según CinfaSalud, el 24,7% de los padres cree que la pediculosis afecta emocionalmente a sus hijos debido al estigma social asociado a los piojos.

Julio Maset, médico de Cinfa, destaca que estos parásitos no son un signo de mala higiene, ya que prefieren tanto el pelo limpio como el sucio. A menudo, los padres evitan notificar al colegio la presencia de piojos por vergüenza, lo que aumenta el riesgo de contagio. Maset recalca que deshacerse de los mitos sobre los piojos es clave para tratarlos adecuadamente. Los piojos no saltan ni vuelan, y los remedios caseros como mayonesa o aceite de oliva no son efectivos.

Claves para despejar dudas y mitos sobre los piojo
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Claves para despejar dudas y mitos sobre los piojo

LOS PIJOS Y SUS FALSOS MITOS

1. Los piojos solo infestan el pelo sucio. Nada más lejos de la realidad. Cualquier persona de cualquier estrato social o económico puede padecer pediculosis, la cual no es signo de higiene deficiente o de suciedad.

2. Los piojos saltan o vuelan. El piojo no se desplaza saltando y, dado que no tiene alas, tampoco lo hace volando. Su gran capacidad de propagación se explica porque caminan con gran rapidez con sus tres pares de patas, adaptadas para desplazarse por los cabellos a gran velocidad y luego asirse a ellos.

3. Los piojos de la cabeza pueden transmitir enfermedades. Solo los piojos del cuerpo son vectores de enfermedades, pero no es el caso del Pediculus humanus capitis o piojo de la cabeza.

4. Rapar el pelo o cortarlo es conveniente si se tienen piojos. Los piojos y liendres se adhieren a la raíz del pelo, no a toda su superficie. Si bien es cierto que en pelos cortos puede resultar más cómodo el tratamiento y la retirada con lendrera, no es necesario cortar el pelo ni rasurarlo para atajar la pediculosis, lo cual, además, puede convertirse en una fuente de angustia y vergüenza.

5. Los remedios caseros son igual de efectivos que los de la farmacia y, además, inocuos. Por una parte, la eficacia pediculicida de sustancias como la mayonesa, el aceite de oliva, la mantequilla, o la vaselina es nula o no está demostrada. Por otra, otros remedios como el alcohol o el queroseno, además de irritar el cuero cabelludo, son tóxicos, inflamables y, por tanto, peligrosos. El vinagre puede ayudar a despegar las liendres, pero por sí solo no es capaz de matar al piojo.

6. Cuando hay piojos en casa, toda la familia debe tratarse por si acaso. Solo se ha de aplicar el pediculicida en quien se confirme la infestación, tras una exhaustiva revisión con lendrera. Puede aplicarse un repelente como medida de prevención. Tampoco los brotes en el colegio son una razón para aplicar este producto de manera indiscriminada.

7. Los niños y niñas con piojos deben quedarse en casa. No existe necesidad de aislar a ninguna persona por este motivo. Si se ha realizado el tratamiento correctamente, los escolares pueden asistir al colegio con total normalidad, aunque sí es clave el compromiso de los padres de continuar revisando la cabeza de sus hijos e informar al centro escolar si detectan el parásito.

8. Los animales de compañía pueden transmitir piojos. Es imposible, porque los piojos de la cabeza son parásitos humanos y solo pueden vivir en las cabezas de las personas.

9. Uno de los principales lugares de contagio de los piojos son las piscinas. En contacto con el agua, el piojo cierra sus orificios respiratorios y entra en un estado de letargo en el que puede permanecer hasta cuatro horas, pero se mantiene firmemente aferrado al cabello. Por lo tanto, por el hecho de estar en el agua, el piojo no abandona el pelo al que se aferra y no queda flotando “a la búsqueda” de otro portador.

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