REPORTAJE

Así está Muxía, zona cero del Prestige, 20 años después de la catástrofe

Vecinos y profesionales del mar recuerdan la marea negra y la solidaridad que inundó este pueblo de la Costa da Morte

Playa de O Coído en noviembre de 2022

Noela Bao

Coruña - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

Este viernes, el sol reluce en Muxía (A Coruña) y el mar está muy tranquilo. Es un panorama muy diferente a aquel día de temporal que hace 20 años causó una fisura en el 'Prestige', un buque monocasco que, antes de partirse en dos mar adentro, llegó a estar vertiendo fuel a solo cuatro millas de esta costa.

Este pueblo de la Costa da Morte es uno de los símbolos de la mayor catástrofe medioambiental sufrida en Galicia y una de las mayores de Europa, y está considerada la 'zona cero' de la marea negra. Cadenas de voluntarios se desplegaron con sus monos en las rocas de O Coído para retirar las toneladas de fuel que llegaron incluso a manchar las casas del paseo y el parque infantil. Pese a los esfuerzos y el trabajo por retirar los restos, cada golpe de mar volvía lleno de chapapote y el trabajo volvía a partir de cero.

"Aquí no se veía nada blanco", recuerda frente a la playa José, vecino del pueblo. "el techo tenía dos cuartas de petróleo por arriba", cuenta mientras señala una casa pegada al paseo. El fuel se pegaba a la ropa "y había que tirarla". "Era desesperante", afirma Félix, un percebeiro que desde el primer momento se puso a retirar fuel con sus manos. "Cada entrada que daba a la costa, estaba a tope", relata.

El parque infantil y las casas del paseo también estuvieron cubiertos de fuel

El parque infantil y las casas del paseo también estuvieron cubiertos de fuel

LA MAREA BLANCA DE VOLUNTARIADO

Lo que queda también en la retina es la tremenda solidaridad que hizo que se triplicase la población los días siguientes a la catástrofe. Cientos de personas de todo el mundo quisieron sumarse al voluntariado que coordinaba la cofradía. El polideportivo municipal estaba repleto de colchones y las mujeres de los marineros les daban de comer en la lonja. "Me tocó pedir comida y la gente nos daba huevos y hasta gallinas vivas", ríe Félix. Y es que "aquí ayudó todo el mundo", rememora José.

Lonja de Muxía

Lonja de Muxía

"Había gente de Estados Unidos o Canadá", recuerda Javier Sar, pescador que en aquel momento era el patrón mayor de la cofradía. A María le quedó grabado que "Muxía estaba lleno de gente, todos los fines de semana se hacía una fiesta en la Lonja para incentivar a los voluntarios". Ella tenía 15 años en el momento de la catástrofe. De esa población flotante, comentan ella y sus amigos, salieron historias de amor y, 20 años después, ha habido tiempo hasta para divorcios.

"La parte buena es que metió a Muxía en el mapa", asegura, a su lado, Dimas. Le impactó ver "entrar camiones enormes" que "ni en las películas". Ese año, hasta las Campanadas se emitieron desde la localidad. El Rey estuvo dos veces en Muxía, "imagínate el despliegue", ríe María, que asegura que era "una cosa nunca vista".

LA REGENERACIÓN TRAS LA PESADILLA

La gente del mar tuvo que parar y las ayudas llegaron rápidamente para quien faenaba. Fueron cuantiosas, hasta el punto de que en todas las conversaciones hay quien relata tener algún amigo marinero que haya deseado "otro Prestige". No lo celebraron tanto otros sectores. "Mi padre era vendedor de pescado y le hicieron vender fruta", nos dice Miguel.

Tanto Javier como Félix coinciden en que la ayuda de la gente contribuyó a que la costa se regenerase mucho antes de lo que iba a limpiar el mar de forma natural. Lo primero en recuperarse fue la pesca. Cuando Javier volvió a faenar se encontró con la "sorpresa" de "más cantidad de pescado y de mejor calidad", porque la paralización de actividad ejerció como una "veda".

Monumento al voluntariado

Monumento al voluntariado

El percebe y el marisco tardó más en aparecer, por las dificultades en crecer en las rocas manchadas. Ahora, ya no se ve fuel en el mar ni en la costa, aunque, todavía, años después del hundimiento, las redes todavía apañaban fuel, a profundidades "de unos 600 metros", indica Sar.

Dos décadas después, Muxía sigue su vida, con la tranquilidad anterior al desastre y algunos recuerdos permanentes. El parador prometido en el Plan Galicia, se inauguró hace unos meses, y se puede ver salpicado por el pueblo algún monumento en homenaje al voluntariado. También llama la atención un toque de humor negro: en pleno centro de la localidad está situado el Mesón O´Prestige, un local que cambió el nombre tras la catástrofe que aquí nunca olvidan.

Mesón OPrestige

Mesón O'Prestige