Los desafíos del viticultor más joven de Betanzos: velutinas, jabalíes y abandono del rural
José Bouzón, de 35 años, pide el apoyo de las administraciones para evitar el deterioro del campo
Coruña - Publicado el - Actualizado
3 min lectura
José Bouzón es el viticultor más joven de la zona de Betanzos. Tiene 35 años. Empezó con 25 en estas labores porque su familia siempre estuvo vinculada a la producción de vino. En su bodega, producen vino de mesa de la indicación geográfica protegida Terra de Betanzos gracias a la recuperación de variedades que estaban casi en el olvido
Pero mantener y hacer rentable la apuesta por trabajar en el campo supone un reto. Hay que proteger la producción de las inclemencias meteorológicas, y, cada vez es más difícil por el cambio del clima, que adelanta la floración.
El tiempo “cada vez es más imprevisible, este año hay mucha agua pero no hay frío, no hubo heladas y está todo muy lanzado”, comenta. El temor es que “venga vendrá una helada” y arruine las uvas “como en 2017 que perdimos el 80% de la producción”.
Luchar contra velutinas y jabalíes
El tiempo templado ha favorecido una de las plagas que desde hace unos años les hace la vida imposible: la de las avispas velutinas, que acaban con la uva. “Merma la producción pero también es un riesgo, hace poco un chico que trabajaba para nosotros sufrió picaduras al pisar un nido”.
Por si fuera poco, le penaliza el abandono del campo. Las fincas de alrededor están abandonadas y la acumulación de maleza provoca la proliferación de jabalíes. “Es donde están, en las fincas de al lado que están abandonadas, y a veces pasan a tu lado”, cuenta. Este año, el animal “nos está destrozando los suelos, estamos trabajando en cubiertas vegetales y lo destroza todo. Y a la hora de la cosecha se come las uvas”.
El abandono del rural incrementa los costes
Probaron con pastores gracias al apoyo de la Reserva da Biosfera Mariñas-Terras do Mandeo pero no funcionó para ahuyentar a los animales. Otra solución sería adquirir y cerrar las fincas, algo complicado por el extremo minifundismo que hay en esta zona, como en otras de Galicia. “La mitad de ellas son desconocidas y en otras que encuentras en el propietario, que igual está fuera, son fincas muy pequeñas”. Asegura que “para que les des una insignificancia, porque no valen nada, no las venden, las tienen ahí abandonadas y les da igual”.
Intentar paliar todos estos desafíos requiere de importantes inversiones que ponen en riesgo la viabilidad de su bodega. Por eso, pide comprensión a los consumidores. “Cada vez es más gasto, tienes que limpiar las fincas de al lado... implica que el precio suba, y eso la gente no lo entiende”.
Pide a las administraciones acciones que reviertan el abandono del campo o, al menos, que se cumpla la ley y se impongan las sanciones a quien tenga las fincas sin adecuar. “Al final esto lo sufro porque está todo abandonado, y lo que no está abandonado está con eucaliptos y estas especies. Hay leyes que obligan a limpiar las fincas, pero si la administración no lo haces, tienes que denunciar tú”, lamenta. Afirma que “si elegí vivir en el campo es para estar a gusto, y si tengo que denunciar a mi vecino no voy a estar a gusto porque va a ser un conflicto entre él y yo”.
Lo que sí subraya José es que no busca compensaciones, sino soluciones. No quiere vivir de ayudas, sino vivir del campo, como hicieron las generaciones que le precedieron.