La pedagoga que se convirtió en diseñadora de vestidos de novia en Santiago

Ana Prados nació en Ferrol y siempre sintió el gusanillo por la moda: En mi casa todo el mundo cosió, de toda la vida. Pero su camino para llegar a este oficio fue largo

Paula Pájaro Rives

Santiago - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

Ana Prados nos recibe en su atelier con una sonrisa. Nos confiesa que está contenta con cómo le van las cosas, aunque el camino para llegar aquí no ha sido fácil, ni en línea recta.

Ana Prados es diseñadora y confecciona vestidos de novia y de madrina. ¿Cómo empezó? Pues nos explica que siempre tuvo el ejemplo en casa. Su familia se dedicó a trabajos artísticos o artesanales y eso lo vio desde pequeña: “En mi casa todo el mundo cosió, de toda la vida. Mi madre siempre me hizo ropa para fin de año, Carnavales… para diario… En mi casa siempre viví esa parte como muy artística. Mi padre también restaura muebles. Mi abuela bordaba en oro para la Marina, cosía, calcetaba… mi otra abuela también se metió en ese sector una temporada. Así que como que lo viví desde pequeña, lo que es trabajar con las manos, desde tapicería, costura, pintura…

Así que Ana lo aprendió de manera autodidacta y empezó a vestir a sus muñecas: “sé que es muy tópico, pero así empecé… luego le hacía los disfraces a mis amigas”. Con todo, no empezó a dedicarse a la moda de manera inmediata. Su vida pasó por muchas etapas antes de encontrar su hueco. “La vida me dio un giro… quería entrar en Psicología y no entré, después planteé en casa lo de diseño y me pidieron que hiciera antes otra carrera, hice pedagogía, me gustó mucho, ejercí unos años, pero la vida me acabó llevando a Tarragona”.

En Cataluña, las cosas no fueron fáciles para ella a nivel laboral. Nos explica que el idioma fue un problema para poder encontrar trabajo pero, esa dificultad le abrió otro camino: “me vi sin opciones por el tema del idioma, así que trabajé de lo que fui encontrando hasta que, de casualidad, encontré una tienda de máquinas de coser y empecé con clases de patronaje y confección”.

Sus primeros trabajos fueron en el mundo de la sombrerería: “empecé con una marquita de tocados y de sombreros y cuando empecé a tocar de lleno la confección, planté mi formación anterior para dedicarme a esto”.

PROBLEMAS CON LA FORMACIÓN ARTESANAL

Nos reconoce que fue un proceso extenso, se convirtió en madre también y no quiso desligarse de todo del mundo de la pedagogía y formación, por eso optó por montar atelier, pero también academia:Aun siendo Galicia un sitio que es cuna de confección, es muy complicado encontrar formación orientada a la confección a medida y artesanal. La formación va más orientada al patronaje industrial y me costó mucho formarme, me sigo formando y me he movido mucho a otras ciudades a formarme. Esa fue una de las opciones por las que quería montar academia: ofrecer formación”.

Así es que ella organiza workshops para compartir conocimientos de otros profesionales que llegan de otras ciudades: “Hemos tenido desde trajes de flamenco, corsetería, trajes de baño… Siempre intento que otros profesionales puedan encontrar en mi espacio un lugar donde ampliar formación y especializarse en otros ámbitos”.

Reconoce que en el sector hay modistas y que no falta trabajo: “la gente se sigue haciendo ropa, pero cuesta encontrar modistas que no vengan de una formación más industrial, que sepan trabajar como yo trabajo, está siendo complicado encontrar oficiales de sastres y modistas artesanales”. Claro que hay paro en el sector, al final hay que moverse mucho, tener contactos y formación específica: “Tienes que ser bueno para meterte… calidad para ofrecer un servicio bueno

¿CUÁNTO CUESTA HACERSE UN VESTIDO DE NOVIA A MEDIDA?

Ana Prados se centra ahora en confección nupcial y nos confiesa que le va muy bien: 30 novias al año con vestidos exclusivos y especiales. En función de lo que pida la novia, los precios de sus diseños parten de los 2.900 euros: “Dentro de ser un atelier que hace a medida, tengo precios bastante económicos. Los presupuestos dependen de tejidos, complicación del diseño… Es verdad que yo me enfoco en estilismos desmontables porque entras con un estado anímico diferente a cómo llegas a la barra libre. Así que si nos vamos a dos piezas partimos de, mínimo 3.400 y ahí es donde la novia me dice, de aquí no paso”.

El boceto siempre parte del presupuesto que le dé cada clienta. Y para tener listo el vestido soñado es mejor ir con tiempo, un año a ser posible: “Somos un atelier pequeño, solo dos modistas… si tenemos un año mejor que 6 meses. Cinco meses es el mínimo para que el proceso sea relajado para todos, para que las citas estén distanciadas en tiempo y les dé tiempo a las novias a asimilar el proceso del vestido y que no sea todo muy atragantado”. Si bien nos comenta que tuvo una clienta en la que trabajó solo durante tres semanas para tener listo su estilismo nupcial: “fue maravilloso, pero se vive con más ansiedad”.

¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo? “La confianza que depositan en mí es lo que hace que al final me emocione recibir las fotos de la boda”. Y es que se crea un vínculo con sus clientas por vestirlas de cero en un día tan especial.

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