La insoportable frivolidad en tiempos convulsos

Nadie entendería que preguntáramos continuamente a los deportistas por política o gepolítica, pero en el cine se han creído esa autoridad y que sus opiniones interesan

La insportable frivolidad en tiempos convulsos

Jordi Jiménez

Mallorca - Publicado el - Actualizado

6 min lectura

Por alguna extraña razón y desde hace años, se ha establecido que los actores y actrices opinen en su gran día sobre política, geopolítica y un montón de cosas que nada tienen que ver con lo que les ha llevado hasta allí. Muchas veces es algo buscado por el periodismo para buscar la frase de la Gala y tener un titular, pero en tantas otras ocasiones son los propios protagonistas quienes quieren aprovechar los focos ya sea en la alfombra o en el escenario para denunciar aquello que les parezca.

Es como si al final de los partidos preguntáramos a los futbolistas qué opinan del conflicto de Ucrania o Gaza, nadie lo entendería y además de no venir a cuento, ¿qué nos haría suponer que los jugadores se han formado opinión al respecto y sobre todo, que sus opiniones pueden tener algún valor más allá del derecho a la opinión que todos tenemos? Con los futbolistas no se hace, pero en cambio con el mundo del cine se da ya por asumido que algo van a soltar. Además suelen ser opiniones siempre en una misma corriente, porque la industria del cine español por desgracia está muy ideologizada desde hace años y trata de excluir todo aquello que no van en la misma dirección. Baste mirar por ejemplo como el documental más visto, "España, la primera globalización" ha sido excluida por el sistema a pesar del exitazo de público, ni se contempló en los Goya del pasado año.

Por alguna extraña razón, algunos actores y actrices hablan de partidos políticos, se permiten decir si tal presidente o tal político debe estar o no, normalmente son siempre los mismos los "rechazados". Pero lo vivido este fin de semana en Valladolid y en un día de especial sensibilidad por diferentes razones nos lleva a un debate más amplio.

Estamos asistiendo a la colsión de dos mundos en el llamado "Occidente" en general y en España en particular. Mientras unos siguen una agenda marcada por el poder que incluye todos los mantras impulsados por el globalismo y regado con mucho dinero, hay una sociedad trabajadora que lucha por su subsistencia, que es una forma de luchar por la continuidad de la nación.

Esta colisión se ha vivido en carne viva en el último y trágico fin de semana en el que han sido asesinados dos Guardias Civiles por unos delincuentes que tenían medios superiores a la fuerza pública. Cuando esto ocurre, se suele decir que estamos al borde de un Estado fallido. Obviamente España no lo es, pero muestra grietas muy preocupantes, unas grietas por las que hay cierta delincuencia como los narcos de la costa de Cádiz que campa a sus anchas, además hay un reguero de inmigración ilegal descontrolada.

Todo eso está ocurriendo mientras quienes se ponen en los muros de contención de la dignidad son los ciudadanos de a pie, que luchan por su forma de vida pero también por la comida de todos, por ejemplo, con la protesta del campo y la ganadería. Es mucho lo que hay en juego. Si España no produce tendrá que importar y si tiene que importar lo que siempre ha tenido y de calidad, como es la alimentación, se convertirá en un país aún más dependiente y más pobre.

En este contecto agitado y sustancial, ha llegado el gran fin de semana del cine español, también se ha disputado la jornada deportiva. Nadie dice que no tuviera que celebrarse, una cosa no tiene que ver con la otra, pero resulta llamativo que en el cine en el que les gusta a algunos enarbolar banderas y hablar de causas, las que les parezcan, hubo menciones a conflictos lejanos pero no hacia el sufrimiento de compatriotas.

Más allá del gusto cinematográfico de cada uno y la calidad de lo que se produce, la alfombra roja se convierte cada año en una suerte de desfile de personajes de lo más variopinto, todo un espectáculo "woke". Es como si se hubiera asumido y aceptado en aras de la "libertad personal y artística" todo un espectáculo demencial de mal gusto y sobre todo de opiniones que nada tienen que ver con lo que les ha llevado hasta la Gala.

Por la alfombra roja desfilan no sólo actrices y actores sino que de pronto nos encontramos con activistas de lo que dicta la agenda de turno para darnos lecciones y decirnos lo mal que deberíamos estar en lugar de celebrar como Alba Flores. La pregunta es, ¿y por qué va entonces? En todo caso, resulta llamativo que se pongan a aleccionar sobre temas sobre los que no tienen conocimientos. Hay algo más, no son conscientes de que sus opiniones sobre estos temas carecen de interés.

Y si querían mostrar sensibilidad social, tenían una gran oportunidad todas estas actrices y actores luciendo en una noche de gala de mostrar algo de senbilidad, algo de empatía hacia esas gentes del campo que estaban manifestándose frente al Auditorio Feria de Valladolid para hacerse oír. No estaban allí pasando frío por gusto, porque odien el cine, o porque no quieran que un evento de repercusión se celebre en la ciudad, sino porque pedían ser oídos porque su suerte es la de todos. Está en juego el pan y con el pan no se juega. Les gusta mucho hablar de conflictos lejanos que además desconocen y muy poco (nada en realidad) de sus compatriotas asesinados o en peligro de supervivencia.

Por no hablar del espectáculo dado por una reportera, por intentar catalogarla de alguna manera, influenciadora o lo que sea, arrastrando el micrófono de la televisión pública en una labor que dejaremos en incalificable. Duele ver un micrófono arrastrado de esta manera, la falta de respeto a esta dignífisima profesión. Antes también producía respeto aparecer en televisión, pero esto algunos parecen haberlo olvidado. Se ha perdido el sentido del ridículo, como si lo digno estuviera anticuado. Lo peor es que es la televisión pública.

Fue el actor Jesús Bonilla, un "antisistema" de toda esta industria postiza y tendenciosa, trufada de indeología y que excluye a todo aquel que no va en la misma corriente, quien recordó que nadie había tenido una palabra ni para los guardias, ni para el campo, mientras Almodóvar daba lecciones sobre lo que devuelve el cine español subvencionado, él que tiene empresas que pagan impuestos fuera de España, como muchos le reprocharon. Según parece el cine española recaudó 81 millones el año pasado pero ingresaron 167 millones de ayudas públicas. No cuadran los datos. Qué se diría si el fútbol recibiera todo ese dinero público, siendo la mayor industria de entretenimiento que hay. Saltarían todas las alarmas y se hablaría de sanidad, educación. Ya fue regado durante años por dinero público en el pasado.

No se han dado cuenta de que esto se les acaba, que la gente ha dicho hasta aquí, que la España trabajadora y emprendedora no tiene ganas de seguir pagándoles la fiesta con su trabajo al cine subvencionado.

No les vendría mal para entender que sus opiniones no son tan interesantes lo que dijo Ricky Gervais en la gala más universal y también globalista que existe en el cine los Oscars. "Si ustedes ganan un premio no utilicen el espacio para dar una consigna política, ustedes no están en disposición de sermonear al público sobre nada". Que alguien haga el favor de ponérselo en la próxima gala, o aún mejor, que se lo diga directamente.