catástrofe de valencia

Jugar en el barro o cómo la vida se abre paso en Valencia

La escena ha ocurrido en una calle destrozada, como tantas otras por la terrible gota fría y nos recuerda a los niños de generaciones anteriores

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Niños jugando a fútbol en un pueblo de Valencia

Jordi Jiménez

Mallorca - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

      
      
             
      

Completamente marrón por el barro, el balón pasa por uno de aquellos balones pesados de cuero vacuno de los años 20, en una calle cualquiera embarrada de un pueblo cualquiera. Es una imagen en color que nos traslada al blanco y negro, a nuestros antepasados que con muy poco jugaban mucho, y lo hacían cuando no tenían que ir a la escuela o a trabajar para ayudar a la familia.

La escena ha ocurrido en una calle cualquiera y de un pueblo cualquiera. Qué más da si es toda una extensión valenciana la que está cubierta por el lodo. 

La escena la ha captado también alguien tan anónimo, disculpas desde aquí porque no sabemos quién ha sido, como los cuatro chicos que juegan a la pelota. No sabemos sus nombres ni quiénes son, pero somos todos.

Es la vida abriéndose paso en medio del barro, porque cuando aún estamos buscando a la muerte, tratando de encontrar los cuerpos de los desaparecidos, cuando no sabemos todavía cuántas víctimas mortales ha provocado este desastre en la provincia de Valencia, la vida se abre paso.

Y lo hace como lo hizo siempre, con el entusiasmo, con las ganas de vivir, con la pujanza de unos críos que juegan a la pelota olvidándose en ese instante de la tristeza de sus mayores, de lo que les rodea, de lo que todos pensamos que no deberían estar viviendo, porque sabemos que los desastres naturales ocurrieron, ocurren y ocurrirán, pero también sabemos todos que con la tecnología de nuestros días se pueden aminorar los daños. 

Sabemos que se pueden salvar vidas, sabemos que del camino peligroso según expertos, que emprendieron los dirigentes infectados por la bacteria globalista que está destrozando España, que quitaron contención a las aguas, no limpiaron cauces, desprotegieron a la población a la que convirtieron en más vulnerable, a la que no avisaron en tiempo y forma y a la que no socorrieron, a la que por lo tanto traicionaron de forma inhumana.

      
      
             
      

Todo eso ha sucedido para que quizá muchos más nos demos cuenta de la enorme distancia entre quienes deberían velar por nosotros y el pueblo. No creo que tenga retorno, no creo que todo esto sea inútil. Las cientos de vidas sacrificadas que sirven de argumento al todavía presidente para proporcionarnos un marco mental tóxico y decirnos que estamos ante una "emergencia climática", antes fue la sanitaria y mañana a ver cuál será, cuando lo único que ha desnudado este desastre es su incapacidad, su desvergüenza y la peligrosa política que desprotege al pueblo. 

Pero la vida siempre se abre paso, como sea. El barro que se ha llenado de muerte y destrozo es como esa casa en la que mientras en una habitación alguien está yéndose, en otra habitación está llegando una vida. La transición de ida y vuelta, el nacimiento y la muerte. 

Los niños que juegan en el barro muestran que los niños son niños, que son como sus ancestros, lo que cambiará después es el mensaje, el marco en el que viven, lo que cambia es que un día en lugar de pegar patadas al balón como hicieron sus abuelos y bisabuelos y tatarabuelos, alguien pondrá un teléfono en sus manos para que se "culturice" y "aprenda" tantas cosas que no está capacitado para entender. 

      
      
             
      

Cuando tenga una pantalla delante quizá olvide el balón, pero ese niño estaba demostrando cómo se abre paso la vida. Posiblemente de la misma manera que hicieron en unas calles destrozadas sus ancestros tras algo aún peor, una guerra entre hermanos. 

Si, la vida se abre paso incluso en los peores escenarios y el juego de los niños es el oxígeno que necesita todo pueblo y toda ciudad para seguir respirando.