Roban una pieza de gran valor en una Iglesia de Sevilla y el párroco no da crédito al lugar en el que aparece 20 años después
La historia comenzó hace más de dos décadas, en el año 2002, en Écija
Logroño - Publicado el - Actualizado
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La historia comenzó hace más de dos décadas, en el año 2002, cuando el corazón de Écija, Sevilla, se estremeció con la noticia del robo en la Iglesia de San Francisco. Entre los objetos desaparecidos se encontraba un cáliz de plata de estilo neogótico, una pieza de alto valor histórico y artístico. El rastro del cáliz se esfumó, dejando tras de sí cierta incertidumbre y preguntas sin respuesta.
Años más tarde, en marzo de 2023, un hombre con un historial repleto de delitos contra la propiedad entró a un establecimiento de compra-venta de oro en Logroño. En sus manos llevaba una pieza singular, un cáliz de plata. Aquella transacción, aparentemente inofensiva, levantó las sospechas entre los agentes de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta de la Jefatura Superior de Policía de La Rioja.
Una pista en el tiempo
Al analizar el objeto, los policías percibieron detalles que apuntaban a un posible origen ilícito. La investigación, que comenzó con la incautación del cáliz, fue un rompecabezas complejo. No existían registros recientes que vincularan directamente la pieza con algún crimen, y el tiempo transcurrido desde el robo original complicaba aún más el rastreo.
Durante meses, los agentes revisaron documentos antiguos, contactaron a denunciantes y rastrearon cualquier pista que pudiera arrojar luz sobre el origen del cáliz. La clave llegó de manera inesperada, una fotografía publicada en el Diario ABC en septiembre de 2002. En la imagen, tomada tras el robo en la iglesia sevillana, aparecían objetos litúrgicos recuperados. Uno de los cálices en la fotografía tenía características casi idénticas a la pieza bajo investigación.
Un reconocimiento definitivo
Con este hallazgo, los agentes se pusieron en contacto con el párroco de la Iglesia de San Francisco de Écija. Al ver el cáliz incautado, el sacerdote no dudó, era el mismo que había sido sustraído en aquel oscuro episodio de 2002.
El reconocimiento fue el eslabón final para cerrar el círculo. El hombre que había vendido el cáliz fue detenido, acusado de un delito de receptación, aunque quedó en libertad a la espera de lo que dictamine la autoridad judicial.
Este caso, resuelto gracias a la tenacidad de la Jefatura de La Rioja y la colaboración de la Brigada de Patrimonio Histórico y la Comisaría de Écija, pone de manifiesto cómo el tiempo no siempre borra las huellas de un delito.
El cáliz, tras más de dos décadas perdido, volverá a ocupar su lugar en el templo sevillano, recordándonos que incluso los misterios más antiguos pueden encontrar su desenlace.