HISTORIA DE PAMPLONA

La Mariblanca: historia de una de las estatuas más importantes de Pamplona

Juan Echenique explica la historia de la estatua la Mariblanca que fue diseñada en 1788

Alberto Sanz

Pamplona - Publicado el - Actualizado

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Juan Echenique, autor de "Secretos de Pamplona", nos cuenta la historia de la Mariblanca.

LA MARIBLANCA

La fuente fue diseñada por el pintor madrileño Luis Paret en 1788, por encargo del Ayuntamiento de Pamplona. Es una de las cinco que proyectó con motivo de la llegada del agua a la capital procedente de Subiza -acueducto de Noain-. Las otras: Navarrería, Recoletas, Consejo y Palacio de Guendulain.

La escultura de la Mariblanca, de estilo neoclásico, que coronaba la fuente es obra del burgalés Julián San Martín, teniente director de la sección de Escultura de la Academia de San Fernando (Madrid). Trabajó en las obras de la Catedral -fachada neoclásica (1783-1800)- y es autor del Neptuno niño de la fuente de la plaza del Consejo.

Se trata de una imagen femenina, muy joven, que porta un escudo con una representación solar en una mano mientras con la otra protege la cabeza de un niño que sostiene en sus manos una paloma. A los pies de ella, una cornucopia -símbolo de prosperidad- con unas frutas.

Es una representación de la Abundancia, aunque también la presencia del niño con la paloma hace que la imagen se relacione con la Beneficencia. Esa abundancia tenía que ver con la importancia que la llegada del agua tenía para la mejora de la calidad de vida. Los pamploneses la llamaron la Mariblanca -la bautizó así años después Raimundo García, “Garcilaso”, director de Diario de Navarra-.

La fuente, que medía diez metros de altura, se inauguró el 6 de junio de 1800, que es el día en el que Julián San Martín entregó la figura de la Beneficencia. Y se mantuvo en el centro de la plaza del Castillo hasta 1909 -nada menos que 109 años-, hasta que fue sustituida por un kiosco de madera.

Ese kiosco, hasta entonces, estaba frente al Café Iruña y el traslado se hizo de noche y sin previo aviso, seguramente para evitar protestas. Se derribó toda la base del monumento y solo quedó la figura de la Mariblanca, que se conservó en el patio de la Casa de la Misericordia, aún en el paseo de Sarasate.

Así que desde un lugar privilegiado, fue testigo durante más de un siglo de los espectáculos taurinos -hasta 1843, primera plaza de toros-, y presenció la construcción del Teatro Principal (1841), La Fonda La Perla (1881), el Café Iruña (1888) o el Nuevo Casino. Solo le faltaron dos años para ver en funcionamiento el ferrocarril El Irati (1911).

También presenció la llegada de la Primera República, el asedio de Pamplona por parte de las tropas francesas -Salvador Pinaquy- o las tres guerras carlistas. Y otros acontecimientos más agradables, como la instalación del teatro-circo Labarta, la llegada de las primeras bicicletas (1886) o las actuaciones de Pablo Sarasate en el Hotel La Perla.

En 1913 reapareció en la plaza de San Francisco y allí estuvo catorce años, hasta que fue sustituida por la escultura de San Francisco de Asís que todavía podemos contemplar. Y enfrente se encontraba el Grand Hotel -del que hablaremos dentro de dos semanas-, en el edificio donde hoy está la Biblioteca del Casco Antiguo.

La Mariblanca fue trasladada en 1927 a los jardines de la Taconera, donde sigue hoy en día, casi un siglo después, medio escondida entre los árboles. Una pena, porque merece ocupar un lugar mucho más destacado, como han reiterado personalidades como José Joaquín Arazuri o Juan José Martinena, entre otros.

Era la más monumental y la más bonita de las cinco fuentes y por eso fue ubicada en la plaza del Castillo, ¿por qué no devolverla a su lugar original?

El 24 de diciembre de 1991 fue decapitada -también el niño- y le arrancaron un brazo que abandonaron en las inmediaciones. Las dos cabezas aparecieron un mes más tarde, en la Chantrea. Se aprovechó para restaurarla, pero estuvo casi un año sin cabeza.

Y en abril de 1997 se hallaron los cuatro jarrones de piedra que en su día adornaron el cuerpo principal de la fuente. Aparecieron enterrados en la calle Calderería, donde se estaba construyendo el actual centro de salud del Casco Antiguo.

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