HISTORIA DE PAMPLONA

¿Quién fue y qué importancia tuvo Salvador Pinaquy en Pamplona?

Tal es su importancia que en 1875 el ayuntamiento le agradeció su importante labor concediéndole una medalla conmemorativa de oro

Alberto Sanz

Pamplona - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Para conocer la figura y la importancia de Salvador Pinaquy en la capital de Navarra nos tenemos que remontar hasta 1872 con la llegada de una nueva Guerra Carlista. El historiador Pedro del Guayo nos presenta el contexto y qué hizo por Pamplona Pinaquy para que en 1875 el ayuntamiento le agradeció su importante labor concediéndole una medalla conmemorativa de oro.

En pleno bloqueo carlista a Pamplona Pinaquy encontró un manantial de agua dulce y del que brotaba de forma abundante, al realizar una excavación junto al molino

El complicado panorama político de 1872 desembocó en una nueva guerra carlista. El débil gobierno de Amadeo I de Saboya dio pié a las primeras revueltas que pedían el ascenso al trono de Carlos VII de Borbón. Con la abdicación de Amadeo I y la llegada de la Primera Republica, el alzamiento carlista adquirió una gran fuerza. De nuevo Navarra se encontró entre las regiones de España que más apoyaron el movimiento. No obstante Pamplona no se unió a los rebeldes y se mantuvo fiel a los diferentes gobiernos centrales. Por ello, el 3 de septiembre de 1874, el ejército carlista llegó a las puertas de la ciudad e inició un largo bloqueo de cinco meses.

La guarnición de Pamplona contaba con 1.200 hombres, a los que se sumaron 800 voluntarios. Las tropas sitiadoras rodearon la ciudad, ocupando los diferentes pueblos limítrofes. Disponemos de varias fuentes de primera mano de lo vivido dentro de las murallas, entre la que destaca el Diario Bloqueo de Pamplona, redactado por Rodríguez Undiano y Sánchez del Águila.

Los carlistas no atacaron la ciudad con fuego de artillería, pero sí que intentaron la rendición de ésta privándoles de lo más básico. El duro invierno acentuó las miserias de la guerra. Faltaba comida, agua y leña. El 13 de septiembre cortaron el agua de Subiza, buscando con ello reducir la cantidad y creando tensiones entre los sitiados. Se llegó a vender los maderos del vallado del encierro para fuegos y para enero solo se subsistía exclusivamente con pan y legumbres. Durante los cinco meses se dieron numerosos casos graves de disentería, pero será el tifus quien se lleve la vida de muchos vecinos. Se contabilizaron 876 defunciones, siendo una cuarta parte causada por esa enfermedad.

El 1 de octubre la esperanza llegó a Pamplona al comunicarse que Salvador Pinaquy, industrial que se asentó en Pamplona en 1848 y creó una fábrica de utillaje agrícola en el molino de Caparroso, había encontrado un manantial de agua dulce y del que brotaba de forma abundante, al realizar una excavación junto al molino. Presentó al ayuntamiento un proyecto para subir el agua hasta el depósito de San Ignacio, situado donde hoy se encuentra la iglesia de los Redentoristas, a través de unas bombas, utilizando sus recursos y conocimientos. El consistorio aceptó la propuesta y corrió con los gastos y así, en pocos días, el 6 de noviembre se produjo la apertura oficial de las fuentes de la ciudad con el agua del manantial. Este acontecimiento fue celebrado por todo lo alto en la ciudad, centrándose los actos más destacados junto a la fuente de la Mariblanca de la Plaza del Castillo, la cual fue engalanada y reunió a un gran número de vecinos que asistió a la apertura de los grifos. Hubo música, fiesta y hasta los gigantes estuvieron presentes con sus danzas. En 1875 el ayuntamiento le agradeció su importante labor concediéndole una medalla conmemorativa de oro.

Ante la imposibilidad de rendir la ciudad y al haberse puesto en el trono de España a Alfonso XII el 29 de diciembre, las tropas carlistas comenzaron a perder fuerza. Finalmente el general Moriones consiguió romper la línea de soldados que cerraban el Carrascal y liberó Pamplona el 2 de febrero de 1875. Cinco días después entró en la ciudad Alfonso XII, siendo recibido con gran exaltación y alegría. Adornándose para el acto muchas calles con coloridos arcos triunfales de bienvenida.

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