TRADICIÓN

Folclore: Gigantes y cabezudos

Al musicólogo Alberto Magán-Ciérvide habla sobre los Gigantes y cabezudos en una nueva entrega de folclore navarro

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Folclore: Gigantes y Cabezudos

Fermín Astráin

Publicado el - Actualizado

9 min lectura

En esta víspera de la fiesta de la Inmaculada Concepción, que antiguamente se celebraba también el día de la madre y en que mucha gente está disfrutando de un maravilloso puente, nosotros seguimos con nuestros programas de folclore y en esta ocasión, vamos a tener un programa de altura.

Hoy vamos a hablar de los “Gigantes y Cabezudos” con Alberto Magán-Ciérvide.

Comenzamos con un poquito de historia.

Los gigantes existen en 90 países, con orígenes muy diversos. Algunas de las figuras ya se hallan documentadas en el siglo XV, tanto en África como en Asia y Europa.

Éstas figuras suelen tener un armazón de madera, mimbre y las cabezas y manos de cartón piedra. Con el paso de los siglos, los materiales han ido variando, sobre todo por aligerar el peso. Solían ser pintados y vestidos por artesanos de la zona o incluso por artistas de renombre.

El origen de los gigantes en la cultura europea se remonta a la Edad Medía. En el caso de España, su procedencia está relacionada con el uso litúrgico de estas figuras, principalmente en procesiones como la del Corpus. También en esta época surgen las tarascas (dragones) y otras muchas figuras que simbolizaban representaciones alegóricas de males, virtudes, razas o territorios, y cuya función era representar visualmente doctrinas cristianas.

En esa época, las tierras de la Península en la zona musulmana, tenían prohibido por el Corán representar seres vivos en los lugares sagrados tanto en pintura como en escultura. Al avanzar la Reconquista cristiana, los repobladores cristianos, desplazando a los pobladores musulmanes, y que fueron asentándose en poblaciones, llevaron consigo sus tradiciones, entre ellas, la de los gigantes. En pleno Camino de Santiago, el Reino de Navarra fue durante mucho tiempo el modelo a copiar por otras regiones vecinas.

El registro documental más antiguo conocido de los gigantes y cabezudos en la península, es el de la procesión del Corpus Christi en Évora, Portugal, en el año 1265.

Se representan los siguientes personajes en forma de gigante: Una serpiente, el demonio y el dragón, las figuras eran el simbolismo de los vicios, que Cristo Sacramentado había vencido. Estos iban bailando o desfilando delante de la cruz que abría la procesión del Corpus. En España, las primeras referencias escritas en novelas datan de 1276 y citan la ciudad de Pamplona porque poseía tres gigantes que representaban a tres personas de Pamplona: Pero Suciales (un leñador), Mari Suciales (una aldeana) y Jucef Lacurari (un señor judío). Solían salir en la procesión de San Fermín el 25 de septiembre. Pasó la costumbre al Reino de Castilla y sobre todo a la Corona de Aragón. Esta costumbre de origen medieval, se hizo muy popular en pueblos y ciudades de Castilla y León, Navarra, La Rioja, Aragón, Cataluña, Valencia, Andalucía y Castilla-La Mancha. Más tarde, la tradición de los gigantes fue extendiéndose por el resto de España y el mundo entero.

Y volviendo a nuestra tierra, vamos a ver como la primera referencia documentada ya de forma fidedigna, de la existencia de gigantes en Pamplona data del año 1600, en una libranza que recoge el pago de 3 ducados y 40 reales a Miguel de Lizaso y nueve porteadores más, todos vecinos de Pamplona, por llevar los gigantes en la festividad de San Roque. Fue un pasacalles que tuvo lugar un caluroso 16 de agosto en el que fue inaugurada una nueva ermita dedicada a San Roque en la Taconera. Estos gigantes, bailaron y desfilaron acompañados de la música de dos juglares.

Seguimos en Pamplona. A lo largo de todo el siglo XVI, son numerosas las referencias a los gigantes del ayuntamiento y a los gigantes de la catedral, aunque es complicado saber cuántas figuras formaban cada comparsa y cuándo fueron construidas.

En el caso de la catedral, sabemos que su comparsa estaba compuesta por seis figuras gracias a un pleito de 1627 en relación a la confección de nuevos trajes, por el cual también sabemos que vestían “ropilla, faldillas y camisones largos” y que iban acompañados por un “caballito, cuyo jinete vestía jubón”.

Las comparsas no estaban únicamente formadas por gigantes. En estos más de 400 años de referencias documentales, se encuentran citadas gigantillas y bocaparteras, que equivaldrían a los actuales cabezudos, que en Navarra los conocemos también como “Kilikis”, y también caballicos, conocidos como “Zaldikos”.

Los Gigantes y cabezudos, tuvieron su momento de declive. Y es que el 21 de julio de 1780, Carlos III, rey de España, firma la Real Cédula en la que se prohíbe la participación festiva de estas figuras dentro de las procesiones y actos religiosos, debido a “la falta de decoro y situaciones irreverentes que dan en sus salidas”. Este hecho supone la decadencia y, en muchos casos, la total desaparición de gigantes y cabezudos por todo el país.

En el caso de Pamplona, las figuras de la comparsa del ayuntamiento (8 gigantes y 2 cabezudos) fueron abandonadas y desaparecieron sin dejar rastro. En cambio, las de la catedral, se almacenaron y consiguieron sobrevivir varias décadas en el olvido.

Fue en 1813, tras 33 años de ostracismo con motivo de la prohibición de Carlos III, cuando debido a la liberación de Pamplona de la ocupación de las tropas francesas de

Napoleón por el ejército español, un carpintero que se encontraba poniendo luminarias en la catedral para tan importante celebración se topó de casualidad con los gigantes y bailó uno de ellos en el atrio. Este hecho causó gran asombro a las gentes que habían oído hablar de estas figuras a sus ancestros pero que jamás las habían visto. Como fue el caso de Luis Serafín López de Urrelo, secretario del ayuntamiento, que dejó constancia escrita de este acontecimiento.

Durante los siguientes años, el ayuntamiento solicitó de forma regular los 6 gigantes de la catedral al cabildo, quien los cedía a cambio de que el consistorio costease los gastos de sus porteadores, músicos y diferentes arreglos. En 1818 se hizo una primera puesta a punto generalizada de la comparsa.

En 1839 el cabildo escribe una carta al ayuntamiento ofreciéndoles los gigantes de forma permanente y gratuita, ya que la catedral no los utilizaba desde hacía 60 años. El consistorio aceptó enseguida el ofrecimiento y pasó en ese momento a ser su propietario. Por lo que la antigua comparsa de la catedral, pasó a ser la comparsa municipal.

En este hecho, vemos el origen de los Gigantes actuales de Pamplona. La comparsa cedida por el cabildo al ayuntamiento, se encontraba en muy mal estado. Por este motivo, el 31 de marzo de 1860, el artesano pamplonés Tadeo Amorena escribe al ayuntamiento ofreciéndose a realizar uno o dos gigantes únicamente a coste de los materiales a emplear. En su misiva, refleja entre otras cosas, que los personajes podrán representar “las cuatro partes del mundo”: Europa, Asia, África y América.

El ayuntamiento aceptó el ofrecimiento y en los Sanfermines de 1860, ya bailarían por las calles de la ciudad los 8 gigantes que hoy conocemos. Con intención de aumentar la comparsa, en 1890 el ayuntamiento encargó a Félix Flores de Pamplona la construcción de los actuales 5 cabezudos. En 1912 a Benito Escaler de Barcelona los kilikis Patata, Napoleón y dos zaldikos. En 1941 al taller Porta-Coeli de Valencia la construcción de los kilikis Caravinagre, Verrugas y dos zaldikos más. De los otros dos zaldikos restantes, cuyos orígenes se remontan al siglo XIX, se desconoce año de construcción y autor, aunque se considera probable que fueran construidos por el propio Tadeo Amorena. Los Antiguos Gigantes de la catedral, fueron cedidos por el Ayuntamiento a Tadeo Amorena y desconocemos cual fue su paradero.

Y bien, visto el origen de los Gigantes de Pamplona, debemos reseñar que Navarra es tierra rica en Gigantes y que sin duda dan solera y elegancia a las fiestas y actos importantes en numerosos pueblos y ciudades de nuestra comunidad foral.

Encontramos que representan en la actualidad a personajes ilustres del lugar, reyes, razas, oficios, personajes mitológicos, etc.

Por ejemplo, el rey Carlos III de Navarra o el Príncipe de Viana están representados en varias localidades. En Lodosa tienen un pimentonero y una pareja de Auroros. En la Txantrea a Tártalo y Sorguiña. En Los Arcos un arquero, El capitán Celaya y Doña Leonor en Miranda de Arga, Saturnino Lasterra y Martina Goicoechea en Artajona, Juan de Albret y Catalina de Foix en Puente La Reina.

O el caso del valle de Aezkoa que en 2012 cada pueblo del valle elaboró un gigante. 9 pueblos, 9 gigantes, que representan a personajes e indumentarias de un tiempo pasado y relacionados con el valle.

Y así podíamos nombrar a muchos pueblos de Navarra pero que no tenemos tiempo para todos, por su solera, vamos a nombrar de forma especial a los gigantes que en la

actualidad, son más altiguos en Navarra. Los de Estella, que datan 1905 los gigantes de Tafalla, que datan del año 1919, los de Sangüesa también de 1919. Y ya más cercanos a nuestros días, los gigantes de Los Arcos, de 1954, los de Tudela 1986, Barasoain 1995, San Martín de Unx 1996.

Muchos pueblos de Navarra han tenido gigantes que han desaparecido y en la actualidad se han realizado nuevas figuras, como el caso de Corella, que sabemos que en 1902 ya tenía comparsa de gigantes, pero que no son los que poseen en la actualidad. Todavía se siguen construyendo nuevos gigantes y formando nuevas comparsas como la de Asier Marco en Tafalla, que se estrenó en el año 2014.

Y vamos a terminar hablando del acompañamiento musical de nuestros gigantes. Generalmente son acompañados por parejas de gaiteros y tamborileros que les acompañan en los pasacalles y en los diferentes bailes que efectúan en parado. Valses, polkas, jotas…

También son acompañados por charangas o fanfarres, pero en su origen sabemos que el acompañamiento musical corría a cargo de juglares y también por músicos que tocaban el salterio o las dulzainas primitivas.

Muchas veces se organizan concentraciones de gigantes, para ensalzar, lucir y celebrar a estas magnas figuras que tanto nos gustan y alegran con sus desfiles y bailes coloridos. Las más numerosas e importantes eran las que organizaban las peñas de Pamplona en vísperas de San Fermín y que llegaron a reunir a más de 100 figuras.

Y nada, cuando vemos a los gigantes en la calle, es símbolo de fiesta. Sin duda hacen siempre las delicias de niños y mayores y bueno, ¿quién no ha corrido alguna vez delante de un kiliki o se ha llevado un buen botanazo?

Y quiero terminar con un agradecimiento a todas aquellas personas que trabajan por mantener las comparsas, cuidan las figuras y sus trajes, ensayan y mantienen este legado patrimonial y cultural que une a la gente de los pueblos y que enriquece y da solera a nuestro folclore navarro.

¡Buen puente a todos!

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