MEDIOAMBIENTE

La trashumancia, patimonio cultural inmaterial de la humanidad

Julen Rekondo, experto medioambiental, da un repaso a la trashumancia, cultura muy arraigada también en Navarra

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La Trashumancia, patrimonio cultural inmaterial de la humanidad

Fermín Astráin

Publicado el - Actualizado

4 min lectura

La trashumancia desde el pasado 6 de diciembre es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Así lo ha decidido la Unesco en su reunión celebrada en Kasane (Botsuana). La candidatura internacional que ha dado lugar a esta decisión estaba liderada por España y respaldada por otros seis países europeos.

La trashumancia, presente a lo largo de todo el territorio de España, ha tenido desde hace muchísimo tiempo un fuerte arraigo en Navarra, aunque con el tiempo menos. De ello vamos a hablar hoy con Julen Rekondo.

Julen Rekondo, experto en temas ambientales y Premio nacional de Medio Ambiente.

La trashumancia desde el pasado 6 de diciembre es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Así lo ha decidido la Unesco en su reunión celebrada en Kasane (Botsuana). La candidatura internacional que ha dado lugar a esta decisión estaba liderada por España y respaldada por otros seis países europeos.

La trashumancia, presente a lo largo de todo el territorio de España, y entre otras comunidades, en Navarra, desde hace mucho tiempo, y en la que ha tenido un fuerte arraigo, desarrolla su actividad en dos marcos espaciales diferentes y complementarios. Se trata de los territorios donde el ganado permanece aprovechando los pastos a lo largo del ciclo anual, denominados agostadores e invernaderos.

En España, zonas que históricamente han sido utilizadas como agostadores están las de Sierra de Gredos, Montaña de León, Alto Macizo Ibérico, Pirineo Aragonés, Albarracín-Cuenca-Molina, Alcaraz-Cazorla-Segura, Sanabria, Sierra Nevada, Pirineo Catalán, Gúdar-Maestrazgo, Cordillera Cantábrica (Pernía-Páramos-Alto Campoo), Sierras Penibéticas, y, en Navarra, en el Pirineo, y Andía-Urbasa-Entzia.

En cuanto a las zonas tradicionales de invernada, se pueden citar al Valle de Alcudia, La Serena, Sierra Morena Oriental, Los Pedroches, Extremadura, los Campos de Calatrava y Montiel, la costa mediterránea, las provincias de Segovia, Ávila y Salamanca, el bajo Guadalquivir, y las Bardenas Reales, en Navarra.

A estos dos tipos de territorio de pastos se suman los rastrojos y barbechos presentes en terrenos agrícolas, así como toda la red de vías pecuarias, por la cual se produce el traslado del ganado entre ambos espacios, que en el caso de Navarra, están catalogadas alrededor de 2.100 kilómetros de vías pecuarias que se dividen, según su anchura, en cañadas reales, pasadas y traviesas, existiendo 13 cañadas reales. La más oriental de las cañadas navarras y la de mayor longitud es la Cañada Real Roncalesa, que une los pastos pirenaicos roncaleses de verano con los páramos bardeneros pastoreados durante el resto del año.

Concretamente, en el conjunto del territorio español existen 125.000 kilómetros de vías pecuarias que cubre todo el territorio peninsular y de las islas, que ponen de manifiesto que la trashumancia es una práctica que estaba extendida por el actual recorrido de todas las comunidades autónomas. Una red de naturaleza muy heterogénea y con diversas denominaciones a lo largo de toda la geografía estatal.

Aún hoy, el desplazamiento estacional de rebaños sigue siendo un patrimonio vivo que ha originado una gran riqueza cultural y etnográfica. Esta actividad ha aunado históricamente el aprovechamiento de los recursos naturales y el ganado mediante la denominada cultural pastoril trashumante, produciendo interrelaciones familiares, sociales, económicas, patrimoniales y biológicas y modelando y contribuyendo a la coherencia y vertebración del paisaje peninsular.

Esperemos que la declaración de la trashumancia como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad sirva para apoyar a la ganadería extensiva y defender a los últimos trashumantes frente al modelo actual basado en una ganadería industrial insostenible y falta de arraigo. El pastoreo estacional es una pieza clave de nuestra cultura y nuestra historia que hay que rescatar e impulsar más, así como toda la red de vías pecuarias, desgraciadamente cada vez más en desuso.

La trashumancia es muy importante en la lucha contra el cambio climático, en su doble vertiente, de mitigación y adaptación a los impactos que ya se suceden y que vendrán, para producir alimentos, además de más calidad, reduciendo el consumo de agua, piensos y energía, y también de cara a combatir el abandono rural.

Quiero recordar también a mi amigo, el naturalista cántabro Jesús Garzón, impulsor del Parque Nacional de Monfragüe (Cáceres) y fundador de la Asociación de la Trashumancia y Naturaleza, que falleció el pasado 23 de diciembre.

Conocido como Suso "el de las trashumancias", desde que en los noventa consiguió que miles de ovejas atravesaran el centro de Madrid en defensa de las cañadas, será recordado por su lucha por recuperar las vías pecuarias, la ganadería extensiva y defender a los últimos trashumantes.

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