PP y Ciudadanos no cuajan en País Vasco: peor resultado en común que en solitario

Carlos Iturgaiz se queda muy lejos de sus días de gloria como líder de los populares vascos, incapaces de plantar cara al nacionalismo incluso aliándose con Cs

PP y Ciudadanos no cuajan en País Vasco: peor resultado en común que en solitario

Millán Cámara

Publicado el - Actualizado

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El contraste entre la cima y el pie de una montaña siempre es enorme. La metáfora tiene aplicación fácil en la política, y este domingo hay un ejemplo más de ello gracias a la coalición entre el Partido Popular y Ciudadanos en País Vasco. Su candidato, Carlos Iturgaiz, ya conoce las dos caras de la moneda electoral: el éxito de los comicios de 1998, cuando se apuntó el segundo mejor resultado de los populares en Euskadi (16 escaños), y el fracaso de 2020, con apenas cinco diputados como rédito de una alianza infructífera.

No es descabellado pensar que la alianza entre PP y Cs partía con todas las de perder desde el minuto uno de su nacimiento. Quizá haya que ‘agradecérselo’ al cisma local que sacudió al partido liderado por Pablo Casado allá por febrero, cuando Alfonso Alonso resultó fulminado como líder de los populares vascos. ¿El motivo? No compartir las concesiones que su formación hizo a Ciudadanos para aliarse frente al nacionalismo del PNV.

El terremoto fue bastante notorio en términos del PP. Eso sí, también hubo un cierto seísmo en el ámbito naranja, aunque pasó bastante más desapercibido. Hay que remontarse hasta el pasado septiembre para comprobar que, con Albert Rivera aún al mando de las operaciones, el número dos de Ciudadanos en País Vasco, Javier Gómez Calvo, también cayó. Y por idéntico motivo que Alonso meses después: no acabar de ver la coalición entre su partido y el PP.

Cierto es que el nuevo estandarte de esta suerte de España Suma, Carlos Iturgaiz, ya consiguió cierta pujanza del PP vasco años atrás. Pero también lo es que venía de dejar la política en 2019, tras no conseguir revalidar su escaño en el Parlamento Europeo. Y que el desafío de recortar la hegemonía nacionalista se presentaba prácticamente como una utopía.

Unas esperanzas de cambio lastradas por la falta de votos

Aun así, lo sucedido en un territorio vecino como Navarra (donde la suma entre UPN, PP y Ciudadanos sirvió para alzarse como la fuerza más votada, aunque no para obtener la presidencia foral) daba alas a ambos partidos. Al igual que la buena relación de sus líderes nacionales, Casado e Inés Arrimadas, y el entendimiento más o menos generalizado entre ambas candidaturas vascas. Se confiaba en que, en definitiva, hubiera buena salud y buen futuro en las urnas.

No ha sido así, con un resultado en conjunto peor que el último cosechado en solitario por el PP (nueve diputados, 2016). Es probable que al sector de la alianza correspondiente a Ciudadanos le haya pesado su acercamiento al Gobierno nacional durante la crisis del coronavirus. E incluso un maquillaje programático tan rotundo como para pasar a defender el Concierto Económico y el autogobierno vasco después de haber criticado ambos asuntos con dureza.

La pérdida de incidencia en el Parlamento vasco frente al PNV, EH Bildu y el PSE ha vuelto a quedar ratificada: ni siquiera el factor Iturgaiz, alentador en el pasado, ha servido para remontar el vuelo. Pero lo más preocupante es que las perspectivas de que esta alianza electoral entre PP y Ciudadanos vuelva a darse en otras autonomías han podido quedar heridas de muerte ahora. Con las elecciones de Cataluña en el horizonte (sin saber aún cuán cerca o lejos se encuentra este) y el ‘no’ previo a la coalición en Galicia, la reedición del pacto no está, ni mucho menos, garantizada.

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