Invita a su novio madrileño al País Vasco y se queda de piedra con lo que quiere ver: "¿No lo hay en la calle?"

Esta pareja se conoció de Erasmus y, para no estar mucho tiempo sin verse durante las vacaciones de Navidad, pensó que era buena idea llevarle a casa; a día de hoy ya no están juntos

TikTok: @maddiiberaza

La joven vasca en Madrid

José Manuel Nieto

Publicado el

3 min lectura

      
      
             
      

Era una fría mañana de diciembre cuando una joven vasca, decidió que su novio debía conocer su tierra. Se habían conocido durante un intercambio Erasmus en Polonia y, tras un flechazo inmediato, había planeado pasar las vacaciones de Navidad juntos. A pesar de que su relación solo había durado unos meses, estaba decidida a que esos días en el País Vasco fueran inolvidables. Sin embargo, lo que parecía un plan perfecto pronto se tornó en una situación hilarante que la dejó completamente atónita.

Había imaginado que llevarle a su hogar sería la oportunidad perfecta para mostrarle la belleza de la costa vasca, la gastronomía local y, por supuesto, las tradiciones culturales que tanto la apasionaban. Cuando le preguntó qué quería hacer durante su estancia, esperaba que mencionara un recorrido por la playa de La Concha o una visita a algún pintoresco pueblo como Getaria o Hondarribia. Pero, para su sorpresa, tenía en mente algo completamente diferente.

“Quiero ver a hombres levantando piedras”, dijo Álvaro con entusiasmo. Confundida, pensó que se trataba de una broma. Sin embargo, él lo decía en serio. Había oído hablar de la Harrijasotzea, una tradición vasca en la que competidores levantan enormes piedras como símbolo de fuerza. Mientras ella trataba de comprender lo que acababa de escuchar, continuaba explicando que había visto videos y que le parecía una actividad fascinante. “¿Dónde puedo ver eso?”, insistió.

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Joseba Astolaza, levantador de piedras o harrijasotzaile en lengua vasca. Exposición en Azkoitia. Deportes rurales vascos Herri Kirolak

La joven, que no había asistido a ninguna competición de este tipo, decidió investigar. Se imaginó el ambiente festivo de una competición, con la gente animando y celebrando. Pero al buscar información, se dio cuenta de que no habría competiciones programadas durante su visita. Con el corazón un poco encogido, decidió que lo mejor sería explicarle la situación.

Lo que quiere ver

Cuando se lo contó, la expresión cambió de la expectativa a la confusión. “¿No hay gente levantando piedras por la calle?”, preguntó. En ese momento, no pudo evitar reírse. La idea de que pensara que podía simplemente salir a la calle y encontrarse con un grupo de culturistas levantando piedras era demasiado divertida. 

“No, cariño, eso no funciona así”, le respondió entre risas. “Las competiciones son eventos organizados, no simplemente algo que ves al pasear”. A medida que la risa se disipaba, vio cómo la desilusión se apoderaba de su novio. Era como si se le hubiera caído un mito.

      
      
             
      

“¿Entonces, no hay hombres fuertes levantando piedras en la calle?”, insistió, claramente decepcionado. Tratando de calmarlo, le aseguró que, aunque no hubiera competiciones durante su estancia, el País Vasco estaba lleno de actividades emocionantes y gente amable que les daría la bienvenida.

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Levantador de piedras vasco (harrijasotzaile) levantando una piedra redonda en una competición

La joven vasca cuenta esta historia para acabar con el mito de que por las calles del País Vasco la gente va levantando piedras sin ton ni son, como podía creer el madrileño con el que tuvo esta relación en la que ella estaba tremendamente enamorada.

Su novio madrileño

Sin embargo, a pesar de la diversión, la relación no sobrevivió. La distancia y las diferencias culturales comenzaron a marcar la pauta, y lo que había sido un romance apasionado se convirtió en un recuerdo dulce pero efímero. Hoy, se ríe de la anécdota y la comparte con sus amigos, recordando aquel viaje inusual que la llevó a darse cuenta de que, a veces, las expectativas son solo eso: expectativas.

      
      
             
      

Y así, la historia se convierte en una divertida lección sobre la comunicación en las relaciones, las sorpresas que trae la vida y, sobre todo, la belleza de disfrutar de lo inesperado, incluso si eso significa no encontrar a hombres levantando piedras en las calles del País Vasco.