"Cuando papa entraba en la habitación, lo llenaba todo"
A Pilar Díaz le escupían e insultaban en el colegio porque su padre, Máximo, era policía
Santander - Publicado el - Actualizado
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A Máximo Díaz Barderas y Francisco Rivas López les gustaba salir a pasear con sus perros por el Monte Ulía en San Sebastián. Los dos eran miembros del Cuerpo Nacional de Policía y esos paseos en la naturaleza, con sus perros, eran una pequeña válvula de oxígeno dentro del polvorín en el que se desarrollaban sus vidas.
El 21 de mayo de 1985, como tantos otros días, se fueron a dar su paseo por la zona del Faro de la Plata, pero esa mañana no iba a ser igual que las demás. Aquella mañana, varios miembros de ETA les estaban esperando y cuando los vieron aparecer les dispararon a bocajarro en la cabeza. Murieron en el acto.
Ante su tardanza en llegar a casa, las familias alertaron a sus compañeros y a la Guardia Civil que iniciaron un intenso rastreo por todo el monte. Los aullidos del perro de Máximo, inmóvil al lado de su cadáver, fueron los que permitieron dar con ellos.
Francisco tenía 50 años, estaba casado y era padre de un niño.
Máximo tenía 35 años, estaba también casado y tenía tres hijos, la mayor Pilar de 8 años cuando le asesinaron.
La vida de la familia de Máximo ya era muy dura antes de su asesinato, recuerda su hija Pilar en esta entrevista. “Nunca sabías como iba a ser el día. Había veces que no podías ir al colegio, nunca sabías si podías bajar a jugar o no al patio del reciento donde vivíamos.”
La etapa de Pilar en el colegio tampoco fue fácil. La mayoría de los días le insultaban y escupían porque su padre era Policía Nacional. Ella, cuando le preguntaban que era su padre decía que “era carpintero como San José. Aquel día no me pegaron”.
El día que ETA mató a su padre, ella le esperaba en el patio a que fuera a buscarle. Nunca llegó. Cansada de esperar, se fue andando a casa y allí descubrió que su padre no había llegado a casa y que el ambiente “era raro”.
Ya nada fue igual. Pilar recuerda con tristeza como su padre hacía desaparecer lo malo. “Cuando Papa entraba en una habitación, aunque no hubiera nadie, la llenaba”.
La hija de Máximo reclama justicia y memoria para su padre cuyos asesinos nunca fueron juzgados. Pilar lamenta que la sociedad mirara en el pasado hacia otro lado y que ahora quiera olvidar lo sucedido.