María sobrevivió a dos atentados de ETA contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Irun

"Mi padre se libró en varias ocasiones, pero caía otro compañero"

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La familia de María sobrevivió a varios atentados de ETA

Santiago Ruiz de Azúa

Santander - Publicado el - Actualizado

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Las casas cuartel de la Guardia Civil fueron otro de los objetivos preferentes de la banda terrorista ETA. Eran conscientes del daño que podían hacer, no les importaba que entre las víctimas hubiera familiares de los agentes y se trataba de instalaciones, en muchas ocasiones, con deficiencias importantes en materia de seguridad.

Muchas de estas instalaciones fueron atacadas por los terroristas en más de una ocasión.

Fue el caso de la casa cuartel de la benemérita en Irun. En julio de 1991, un coche bomba cargado con 60 kilos de amonal dejaba 15 heridos y causaba importantes daños materiales. El 21 de noviembre de 2000, las instalaciones eran de nuevo atacadas con granadas JOTAKE.

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Coche bomba en 1991

“En ese primer atentado estábamos en casa de los abuelos y vimos por televisión nuestra casa destrozada” recuerda María, hija de un guardia civil residente en aquellas casas cuartel. En el atentado de noviembre de 2000, María y su familia sí estaban en casa. En aquella ocasión, la explosión causo heridas de diferente consideración a los miembros de la familia, dejándole a ella sorda durante 10 días. Los destrozos materiales fueron también importantes. Unos destrozos de los que aún hoy no han sido resarcidos.

María reconoce que su padre nunca les trasladó miedo o nerviosismo, aunque en aquellos años los atentados contra la guardia civil eran casi diarios. La vida fuera de las instalaciones del cuartel no era fácil. A María, primero en el colegio y luego en el instituto, eran los propios profesores quienes la señalaban e insultaban.

María reconoce que la sociedad los miraba como a un bicho raro y recuerda con cariño como tras la muerte de Miguel Ángel Blanco, hubo gente que se acercó al cuartel a aplaudirles. “A ver si espabilan, decía mi padre”.

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Según se fue haciendo mayor, su padre le contaba lo que sucedía. “Siento rabia, son cosas que no se pueden perdonar. Tengo la sensación de que las muertes no han valido para nada