El sueño de una noche otoñal

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Por un momento, me encantaría que los separatistas catalanes se salieran con la suya. ¿Queréis independencia? ¡Pues tomad independencia! Automáticamente se les cerrarían las puertas de Europa, dejarían de circular libremente, tendrían necesidad de visados, se les aplicarían los aranceles pertinentes a todas sus exportaciones e importaciones, se cerrarían las plantas industriales, empezando por la SEAT, cientos de miles de trabajadores quedarían en paro… and so on.

Me pregunto si es precisamente eso lo que quieren. Y mi respuesta es ¡si! Porque, de inmediato, se nacionalizarían los bancos y todas la empresas privadas que aún quedaran allí, se convocarían elecciones constituyentes, se modificaría el censo electoral para que no pudieran votar los “españoles” debidamente fichados.. Y, en poco tiempo, todo el poder, quedaría en manos de la CUP antisistema y de una depurada Esquerra, que ya habrían procurado quitarse de en medio a los tontos útiles que hoy lideran los necios puigdemones. ¡Y viva la República Popular de Cataluña, adelantada del neomarxismo del siglo XXI!

¿Y de qué van a vivir estos amigables “jordis”? Ninguna preocupación: ahí está la madrecita Rusia que sueña con extender sus “crimeas” por Europa, el petróleo venezolano que llegaría abundante y barato burlando los controles fronterizos, y la solidaria Cuba que enviaría a sus legiones de médicos y profesores,. Además, se decretaría sin demora un impuesto revolucionario que los separatistas pagarían encantados, se bajarían los sueldos y las pensiones por razones solidarias y… a vivir que son dos días.

¡Qué sueño! De nuevo la revolución en una parte de España mientras en el resto los populistas de Podemos emprenderaán su propia estrategia para imitar a los camaradas catalanes, con la ayuda de buena parte de la militancia socialista que sueña con la revancha del mítico 36. Mientras, los melindrosos mirarán para otra parte: para eso tienen sus cuentas bancarias en el extranjero. ¡Oigan: 150.000 millones de euros que han escapado hasta ahora del fisco y los que escaparán apenas empiecen los movimientos revolucionarios!

Pero antes de que esto ocurra, los mismos melindrosos ayudarán, con el poco poder que les quede, a modificar la Constitución para hacerla a semejanza de los grandes ideales de Pedro Sánchez, el emboscado. Por supuesto, el País Vasco aprovecharía la ocasión para proclamar su pequeña república cuya presidencia ocuparía, entre aclamaciones del PNV, ese gran benefactor de la humanidad llamado Arnaldo Otegui, que ya tuvo la ocasión de limpiar con sangre a unos cuantos catalanes que se gastaban el dinero en Hipercor (en adelante Hipercat). ¿

Y el Ejército, sobre el que recae la obligación de garantizar la unidad de España? Bueno, ya sabemos que los militares están sujetos al poder civil y el nuevo poder civil ya habrá asumido sus funciones democráticas tras la reforma, no menos democrática, de la provecta Constitución, aprobada en un referéndum debidamente amañado….

¿Y qué me dice de la Iglesia? Pues muy simple: tras ser despojada de sus propiedades, cerrados sus colegios y obligada a pagar todos los impuestos que se le ocurran a los nuevos gobernantes, podrá dedicarse con más intensidad a sus obligaciones evangélicas, pues lo suyo no es el poder temporal, como es ben sabido. No faltarán documentos largos y sesudos, difíciles de entender, para advertir de los peligros de una sociedad que se olvida a Dios. Nada nuevo, en definitiva: eso también ocurre ahora, sin necesidad de revoluciones marxistoides. Los liberales y melindres, obnubilados por el “nuevo orden mundial” subvencionado por el millonario Soros, ya han trabajado lo suyo para “modernizar” y “gaycizar” la sociedad, por lo que no serán necesarios grandes cambios para que los católicos sigan calladitos, porque así se vive mejor.

Como ya digo, este retrato-robot de una “reality” no tan ficticia, solo ha sido descrita para que dure un momento (unos meses bastarían), lo suficiente para que todos los separatistas, melindrosos, embusteros, hipócritas e impostores que han pervertido la verdad, se cuezan en su propia salsa y España quede vacunada, de una vez, de revoluciones y de odios (es un decir…). Claro que ese “momento” podría eternizarse si no se produce un despertar del sentido común, de la memoria y de la voluntad de quienes ahora duermen plácidamente. Dicho sea con el permiso de las urnas, porque aquí todos somos demócratas, muy demócratas. 

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