Cristina L. Schlichting cuenta "una historia de Navidad"
La directora de 'Fin de Semana COPE' desea una feliz Navidad a los oyentes con una emocionante historia
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La historia es de Navidad. De dos niñas. Una con un delantal un poco roto y otra con un agujero en el zapato que todos los días, al salir de un colegio de Hamburgo, caminaban hacia le centro de la ciudad. Era como 1910. Pasaban por las calles los coches de caballos y las señoras iban ataviadas con sus abrigos de visón ajetreadas, haciendo los últimos recados navideños.
Las crías estaban fascinadas delante delante del escaparate de la maravillosa tienda de juguetes. La juguetería alemana era famosa por aquel entonces. Particularmente las muñecas y los juguetes de latón y de metal, tanto que nuestros juguetes nacieron cuando el dueño acudió a la Feria Internacional y conoció en Alemania los patrones de estos maravilloso utensilios.
Las niñas miraban, y no miraban los tambores ni los caballitos con balancín. Miraban sendas muñecas. Dos enormes cajas de muñecas. Una ataviada completamente de rosa y la otra en azul. Cada una tenía su sombreros, sus botas, sus trajes, sus abrigos. Una completamente en rosa y la otra completamente en azul, pero el hecho de que todas las tardes acudiesen delante de la tienda un poquito desastradas molestaba a la encargada. Levantaba una ceja y comprendía que el espectáculo de dos niñas que venían del colegio con las manos manchadas y con algún aspecto de pobreza deslucía la tienda. La encargada mandó a una empleada con dos mazapanes para que les dijese a las niñas que se quitasen.
A pesar de todo, ellas al llegar a casa y mostrar los mazapanes a su madre, que era modista, y que en ese momento estaba extraordinariamente ocupada con los trabajos navideños de sus clientes, se mostraban alegres. "Qué pena, mamá. Cuando nos ponemos delante de la tienda y cuando nos despedimos se quedan solas las muñecas, entre los muñecas. Probablemente estén tristes", decían.
Las niñas jugaban con estas dos muñecas. Las levantaban por las mañanas imaginariamente, las ataviaban. Acudían con ellas a bailes imaginarios y las cubrían con sus abrigos frente al frío alemán de invierno. La madre estaba triste. Eran precios inasequibles los de la tienda y le hubiese gustado hacer esos regalos. La encargada de la tienda también tuvo la idea de hacer una colecta para regalarle las muñecas a las crías pero comprendió que estaba fuera de lugar.
En cualquier caso, Sofía, la madre, hizo un árbol de Navidad. Y haciendo un esfuerzo lo decoró con nueces y mandarinas. Estaba hermoso aquel árbol. En Nochebuena las niñas sabían que algún detalle tenían. El día 22 se acercaron de nuevo a la tienda. Las muñecas no estaban. Ni la azul ni la rosa. La pequeña de las hermanas se puso a llorar. Y la mayor le dijo: "Ni se te ocurra decirle nada a mamá. Apenas llega para preparar la cena. Hay que ahorrarle disgusto y ayudarle con las tareas que podamos". Y la pequeña se limpió las lágrimas.
La noche de Nochebuena, cuando temblorosas se acercaron frente aquel árbol preciosísimo, pensando en ayudar a su madre, se encontraron con la mirada de aquella muñeca de la caja rosa y aquella mirada de la muñeca de la caja azul esperándolas. Desbarataron aquellas cajas traídas por Papá Noel y abrazaron a la dos muñecas. La madre de fondo sonreía, porque se había matado aquella Navidad haciendo encargos especiales. Nunca olvidaría a las niñas ni a las muñecas de Navidad.
Feliz Navidad en estas pequeñas familias que celebrarán la Nochebuena, quizá de la forma más parecida a ese Belén de María y José. La historia tuvo lugar antes de la Primera Guerra Mundial y la protagonizó una modista. Me la contó mi abuela.