Qué opina COPE de: independentismo vasco y terrorismo

Descubre alguna de las líneas editoriales más importantes de COPE durante este 2020 sobre el independentismo vasco y terrorismo

Arnaldo Otegi

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

7 min lectura

El papel destacado que está teniendo el nacionalismo vasco en el actual tablero político de nuestro país ha provocado diferentes reflexiones y análisis. El Gobierno de Pedro Sánchez se sustenta en parte por el apoyo de EH-Bildu, partido dirigido por Arnaldo Otegi que nunca ha escondido sus deseos de romper el modelo de estado actual que rige a nuestro país. Por ello, a través de las líneas editoriales de COPE durante estos doce meses se han analizado las claves y el papel del nacionalismo vasco en nuestra sociedad actual.

Memoria obligatoria

Cuando se aprobó la Constitución de 1978, la inmensa mayoría de los españoles asumió con entusiasmo un nuevo ciclo en la historia de España basado en la reconciliación y en las libertades democráticas. Con la Constitución y la previa Ley de Amnistía aprobada en las Cortes, quedaba sin sentido el debate sobre reforma o ruptura que durante un tiempo ocupó a la izquierda. Sin embargo, la Ley de Memoria Histórica, promovida por Rodríguez Zapatero en 2007, supuso un giro en la actitud del PSOE, cuyo nuevo liderazgo no se sentía cómodo con los grandes acuerdos de la Transición.

El proyecto de Ley de Memoria Democrática que ayer aprobó el Gobierno de Sánchez va mucho más allá de la ley de Zapatero y aspira a adoctrinar a toda la sociedad imponiendo una versión oficial de la historia, algo inconcebible en una democracia. En realidad es una enmienda al proceso de la Transición y un peligroso juego que provocará nuevas divisiones en un momento en que la sociedad necesita estar más unida que nunca.

Con esta ley no se busca hacer justicia a una parte de las víctimas de aquella época, sino avanzar en la ruptura con el régimen del 78, consolidando la alianza del PSOE con las fuerzas contrarias al sistema constitucional. No es extraño que la portavoz de Bildu en el Congreso se jactara ayer de condicionar al Gobierno, como lo hace también ERC. Habrá que examinar con detalle el encaje constitucional de este proyecto sectario, que puede poner en riesgo las libertades de conciencia, de educación y de expresión.

Memoria de Gregorio Ordóñez

En la semana en que se cumple el 25 aniversario del asesinato de Gregorio Ordóñez, Herrera en COPE ha querido recordar el legado del concejal del PP en San Sebastián. Hemos escuchado en COPE la recreación de lo sucedido en el restaurante La Cepa, donde lo mataron, en la voz de quien entonces acompañaba a Ordóñez, su más estrecha colaboradora, María San Gil. Hemos oído también a su viuda, Ana Iríbar.

El asesinato de Ordóñez, en enero de 1995, fue consecuencia de lo que ETA llamó, con un repugnante eufemismo, la «socialización del sufrimiento». Lo que hizo la banda terrorista fue extender el terror. Después del asesinato de Ordóñez y de lo que vino después, el 70 por ciento de los vascos reconocía vivir con miedo. Tras la detención de la cúpula de la banda en Bidart, en 1992, ETA decidió asesinar a políticos, porque la persecución policial estaba dando frutos importantes. Dos años después de Gregorio Ordóñez fue asesinado Miguel Ángel Blanco, lo que produjo una histórica reacción ciudadana. Todo aquello facilitó la derrota de la banda, retrasada por algunas opciones políticas.

La estrategia de «socialización del sufrimiento» fue apoyada claramente por el que era entonces el brazo político de ETA, HB. Es necesario recordar ahora todas estas cosas cuando se nos quiere contar que en el País Vasco hubo dos bandos y un conflicto político. La memoria de Ordóñez, que luchó por conseguir un País Vasco en libertad, exige rigor en el relato de los hechos. Exige recordar que la memoria y la dignidad de las víctimas deben estar en el centro de cualquier fórmula política que se precie.

Huida hacia delante

Con el relativismo imperante como rasgo cultural, parece que todo está permitido para alcanzar los propios objetivos, sin referencia alguna al bien común. El pacto negociado por el PSOE y Podemos con Bildu para derogar la reforma laboral que permitió a España salir de la anterior crisis económica es un ejemplo de todo esto. De poco sirve que, después de la filtración del acuerdo por parte de Bildu, el propio Gobierno matizara que esa derogación solo afectará a una parte de las relaciones laborales. Los herederos políticos de ETA ya habían sido blanqueados y, por otra parte, Podemos ha salido a rectificar la rectificación del Gobierno. Todo un disparate.

Sánchez consiguió su investidura gracias a un pacto con Unidas Podemos, el PNV y los secesionistas catalanes, y ya entonces se vieron guiños a Bildu para lograr su abstención, a pesar de las reiteradas promesas del presidente de no pactar jamás con ese partido. Parece que hacer honor a la palabra dada no tiene mucho valor para Sánchez. Ahora que estamos en plena guerra contra la pandemia se hace más vigente que nunca la siempre recordada sentencia de Winston Churchill ante los pactos del Reino Unido y Francia con la Alemania de Hitler: «Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra; elegisteis el deshonor y ahora tendréis la guerra». Es como si Sánchez huyese hacia delante sin importarle las consecuencias de estos juegos de aprendiz de brujo. Pero el coste en términos de estabilidad y convivencia va a resultar altísimo para nuestro país.

Un vicio de origen

Este viernes el secretario general del PSOE, Rafael Simancas, volvía a echarle la culpa al PP. Hace unos días echaba la culpa a los populares que gobiernan en la Comunidad de Madrid por el alto número de muertos que está provocando el Covid en España. Ayer responsabilizaba al primer partido de la oposición de su pacto con Bildu.

Es difícil reconocer en las palabras de Simancas el peso de un partido como el PSOE, con una larga historia, un partido de Estado. Bien es cierto que Simancas lo tenía difícil después de que su jefe de filas, Sánchez, en contra del criterio de los ministros más sólidos de Gobierno, buscara la abstención de Bildu a cambio de la promesa de derogar la reforma laboral.

Lo ocurrido en los últimos días vuelve a poner de manifiesto el vicio de origen de la legislatura. Sánchez está dispuesto a recurrir a una geometría variable, con el apoyo del independentismo de ERC o el respaldo de Bildu, que no ha renunciado al pasado etarra. Y en esa geometría variable nunca contempla la posibilidad de buscar el apoyo del PP, principal partido de la oposición, del que, en principio, está más cerca que del independentismo catalán y vasco. A pesar de la mano tendida del PP, Sánchez prefiere estar solo y mal acompañado por quien exige un alto precio. Ese precio es la Constitución del 78 y la memoria de las víctimas del terror.

Bildu se retrata

La reacción de EH Bildu ante la detención por la Guardia Civil de tres personas por su presunta relación con un depósito de explosivos de la banda terrorista ETA no constituye ninguna sorpresa. El líder de Bildu, Arnaldo Otegi, jaleado por diversas organizaciones próximas al colectivo de presos etarras, ha tardado apenas unas horas en salir a la palestra y en acusar, con su reconocible terminología, al Estado español más profundo de dar pasos atrás en el camino de la paz y de obstaculizar los avances en la construcción de la convivencia. Nada nuevo por parte de quienes no se han arrepentido ni han pedido perdón por los asesinatos de ETA ni por su estrategia política criminal.

Lo verdaderamente novedoso del escenario político en que nos encontramos es que estos sean socios del Ejecutivo socialista, a los que Pedro Sánchez ha convertido en pieza clave para la gobernabilidad de España y con los que cuenta para sacar adelante los Presupuestos. Es urgente recordar la diferencia entre la política de altura, servidora del bien común, y la que está dispuesta a pagar un peaje tan alto como este para conseguir sus objetivos. EH Bildu no engaña a nadie. Merecemos un Gobierno que no engañe a los ciudadanos, que cumpla lo que prometió: no llegar a ningún tipo de acuerdo con los herederos de ETA, a los que basta poner frente a un espejo para que se retraten.