Qué opina Cope de: Caridad y ayuda a la Iglesia

Descubre alguna de las líneas editoriales más importantes de COPE durante este 2020 sobre caridad y ayuda a la Iglesia

Qué opina Cope de: Caridad y ayuda a la Iglesia

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

7 min lectura

La pandemia ha sido la tónica dominante durante este complicado año 2020. La Iglesia ha jugado un papel fundamental durante estos meses como medio de apoyo a miles de familias que han necesitado ayuda para poder seguir adelante. Por ello, en COPE hemos analizado el papel de caridad y ayuda en la iglesia a través de diferentes líneas editoriales.

La verdad en la caridad

El arzobispo de Barcelona, cardenal Juan José Omella, ha sido elegido nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española. Toma el relevo del cardenal Blázquez, en un ejercicio de colegialidad que se producirá ahora cada cuatro años y que, aunque tenga evidentes implicaciones sociales y políticas, no se rige por los parámetros de quienes, a menudo desde fuera de la institución, lo encuadran todo en esquemas políticos que nada tiene que ver con la naturaleza de la Iglesia.

Los nuevos responsables de la Conferencia Episcopal que vamos conociendo son hombres y nombres nuevos que, con sus particulares acentos, quieren ponerse al servicio del bien común, como ha dicho el cardenal Omella, en tiempos complejos de desafíos culturales de largo alcance que giran en torno a profundos cambios antropológicos y éticos. La respuesta de la Iglesia, ha dicho el cardenal Omella en El espejo de COPE, tiene que ser la Verdad en la Caridad. Hay que afrontar estos retos con la alegría del Evangelio, con la esperanza firme en Cristo resucitado, y no caer en fatalismos ni en trincheras.

El cardenal Omella ha subrayado que la Iglesia no quiere privilegios pero sí que se la trate con dignidad y se le permita desarrollar su misión en libertad. En su primera entrevista concedida a un medio tras su elección no ha faltado una referencia cálida a la familia, que todos deberían custodiar, también el Estado, que no debe pretender ocupar todo el espacio de la ciudad común, sino ser subsidiario de la sociedad y de sus numerosas iniciativas.

¿Dónde está la Iglesia? Los pobres responden

Tampoco el Corpus ha sido respetado por la pandemia. Las procesiones tendrán que esperar al próximo año. Pero el hecho es que ha concluido el «ayuno eucarístico», como lo ha definido el mensaje de los obispos para este día. La imposibilidad, durante tantas semanas, de participar en el sacramento que constituye el centro de la vida cristiana debería servirnos para acrecentar «el deseo de la Eucaristía y la necesidad de profundizar en su ser y significado». Para la Iglesia, el Corpus es el Día de la Caridad, lo que en estos tiempos de dificultad supone un llamamiento a salir al encuentro de quienes más están sufriendo.

A quienes preguntan dónde está la Iglesia, los obispos les invitan a preguntar «a los pobres, a los enfermos, a los discapacitados, a los que están solos, a los ancianos abandonados, a los que buscan sentido en medio de la oscuridad, a los que han perdido un familiar querido…». Así lo reconocía esta semana el rey Felipe VI, al conversar con el cardenal Juan José Omella para trasladarle el pésame por los sacerdotes y religiosos fallecidos por la Covid y agradecerle la labor de la Iglesia en estos momentos.

La Memoria anual ha puesto cifras a esta labor con datos llamativos, como las más de 4 millones de personas atendidas en 2018, o los cerca de 10.000 centros sociales y asistenciales. Esa solidaridad es la que están desplegando en estos momentos las comunidades católicas. Obligadas a apretarse el cinturón, como el resto de la sociedad, pero plenamente conscientes de que la situación demanda en estos momentos el máximo de todos.

No hay fatiga de caridad

Esta semana Cáritas ha presentado un informe en el que encontramos, como siempre, un retrato fiel de la pobreza, incrementada por el Covid. Pero también del capital social que existe en España para responder a una situación tan complicada como estamos viviendo. La pandemia ha provocado una disminución de un tercio de los ingresos en nueve de cada diez hogares. En el ámbito de la pobreza, en solo dos meses España ha vuelto a las cifras que provocó la crisis de 2008. Hay un grupo importante de familias con cuatro miembros que viven con unos ingresos de menos de 800 euros al mes.

La ayuda de Cáritas en este tiempo casi se ha duplicado. Los propios responsables de la organización están sorprendidos porque estaban convencidos de que en la sociedad española se estaba produciendo una fatiga de la compasión. Y, sin embargo, ante la necesidad, se ha registrado una gran movilización de recursos gracias a las donaciones de empresas y de particulares.

Cáritas saca una conclusión muy interesante: estas circunstancias tan difíciles nos han ofrecido la oportunidad de demostrar que el modelo de desarrollo no es individualista. El reto es que la respuesta a la emergencia consolide como modo de vida lo que ha sucedido en este tiempo: la pertenencia a unas redes comunitarias que ya existen.

El fundamento de la esperanza

En medio del drama que vivimos, se hace palpable que la fe obra mediante la caridad y sostiene la esperanza. Los obispos de Navarra y del País Vasco acaban de hacer pública una carta pastoral ante la crisis sanitaria, económica y social causada por el Covid-19, que lleva el sugerente título de «Bienaventuranzas en tiempos de pandemia». Un texto que explicita el fundamento de la esperanza en un momento en que es más necesaria que nunca. A partir de una profunda reflexión sobre cómo el amor de Dios cuida del hombre y de la Creación, y cómo la realidad del mal, de la muerte y del sufrimiento adquieren un nuevo sentido a la luz del misterio Pascual de Cristo, los obispos se preguntan cuál es la contribución de los cristianos a la necesaria reconstrucción de las relaciones humanas, políticas, sociales y económicas.

Son muchos los interrogantes que se ciernen sobre el presente y el futuro, pero la capacidad de hacer frente a este desafío dependerá de nuestro sí a las Bienaventuranzas, síntesis del Evangelio que responde a las grandes preguntas de la existencia que se han abierto camino estos días con fuerza. Los obispos señalan que cuidar la dignidad de la persona y las relaciones sociales tiene implicaciones que van desde generar una verdadera economía de comunión a establecer medidas para evitar la destrucción del empleo. También subrayan que la política debe custodiar las libertades fundamentales de conciencia, de culto y de expresión. Y destacan la necesidad de una dinámica de cooperación y solidaridad, siguiendo los pasos de tantos testimonios de entrega en estas dolorosas semanas.

El reto de aprender

Cualquier palabra que digamos en estos días debe aspirar a hacerse cargo del enorme sufrimiento que vivimos. Hablamos mucho, y es lógico, de cómo será la vida cuando todo esto acabe. Sería un desastre dentro del desastre que después de tanto dolor no aprendiéramos algo. Sería un desastre que las preguntas que nos hacemos a media voz en nuestras casas, en los hospitales, en los cementerios, la pregunta sobre el sentido de tanto sufrimiento no la pudiéramos hacer en voz alta. Y sería un desastre no obtener un aprendizaje social para la reconstrucción. El Gobierno no ha acertado, es verdad. La Unión Europea va por detrás de los Estados Unidos al no aprobar el plan de eurobonos, también es verdad. Pero en el sacrificio del personal sanitario, en la movilización de voluntarios, en la ayuda de las empresas, no hay solo generosidad. Estamos viendo energía social en acto, fuerza ciudadana, capacidad que debe estar en el centro de todas las políticas de planificación y de reconstrucción. Para ayudar a las empresas es urgente aplazar pagos de Seguridad Social y pagos fiscales, es necesario materializar los créditos, repensar la relación entre lo público y lo privado. Y desde luego luchar contra la desigualdad. Pero aprender de estos días supone no volver a confundir la política con la ideología. Aprender de estos días es apoyarnos en el protagonismo de la persona y de su responsabilidad, apoyarnos en una capacidad social que ya existe.

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