Vía Crucis. Meditaciones en las estaciones de la Cruz

Vía Crucis. Meditaciones en las estaciones de la Cruz

Via Crucis: Un podcast original de COPE con las Meditaciones en las estaciones de la Cruz. Con el Vía Crucis recorremos espiritualmente el camino que hizo Jesús hasta el monte Calvario mientras cargaba la Cruz. Un podcast para la Semana Santa.

Meditaciones en las estaciones de la Cruz

Más de Vía Crucis. Meditaciones en las estaciones de la Cruz

Séptima Estación: Jesús cae por segunda vez

Que Jesús, de nuevo caído, abrace y bese el suelo, es una forma de besar y hacerse uno con los que, tirados y arrojados a los lados, al barro, nos recuerda que a nuestro mundo le falta mucho para crecer en el amor. Jesús, el Señor, caído por segunda vez, nos recuerda, te recuerda y te invita a postrarte también a ti entre tus hermanos caídos bajo el peso del mundo.

Octava Estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén

Las lágrimas de las mujeres y la advertencia del Señor Jesús nos suenan como un llamamiento: ¡cambiad de vida! ¡convertíos! ¡mirad en el tiempo! Aún hay tiempo de que las consecuencias no sean las que nos destruyan a todos. El Profeta de Galilea, como todos los profetas, no es que vea el futuro sin más, es que nos llama a saber, que te llama a saber que el tiempo no está escrito, que Dios no determina sin más lo que ha de suceder al margen de nosotros mismo y de nuestra libertad. El Señor Jesús te pone ante tu propia responsabilidad y libertad. Ante tus acciones. Hijos e hijas de Jerusalén, Madres y Padres en el tiempo: ¡abrid los ojos! Porque llegarán días en los que desearemos haber estado en el mundo de otro modo… ¡Aún podéis ser y estar de otro modo! Que sólo uno, el Señor, sea el leño triturado por amor a los hombres. Ábrete, mujer y hombre de Jerusalén, al don de la vida y la muerte que hizo el Señor por nosotros. Al don del amor.

Novena Estación: Jesús cae por tercera vez

Una vez más. De nuevo. La sensación de no poder más. De volver a ser oprimido por el peso de lo que nos rodea. La impotencia como tentación a dejarnos postrados por el suelo, a dejar de levantarnos, a dejar de alzarse. A rendirse y bajar las manos. Líbranos de la tentación, Señor, de quedarnos postrados y caídos. Mirar a cómo el Señor de la vida, el Señor Jesús, volvía a caer, por tercera vez, por amor, bajo el peso de tantas caídas nuestras, abrir el corazón al inmenso amor de Jesús cayendo por nuestras caídas, es una llamada a que no todo está perdido. Ver cómo vuelve a levantarse, es una esperanza para cada día nuestro, una invitación a no olvidar que estamos llamados a vivir en pie, libres, no esclavos de nuestras caídas. Arriba, se acerca tu salvación.

Décima Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras

Jesús, el Señor, nos muestra, te muestra que no es jamás una vuelta atrás la desnudez de la verdad. Él, que nunca nada ocultó, que siempre fue luz limpia de palabra y de signos para los demás, es desnudado como intento de humillarle, como consecuencia del egoísmo. Y sin embargo, en su desnudez, se muestra su plena luz de salvación. La cruz te trae la salvación. Ahí te vuelve a decir que sólo abrazando la verdad, solo acogiendo todo lo que eres, tan solo acogiéndole a Él, puedes alcanzar su luz y su salvación.

Sexta Estación. La Verónica limpia el rostro de Jesús

A Verónica le ocurrió el golpe de fortuna de pasar por aquella calle aquel día. Verónica no aparece en los evangelios, pero es la personificación de la compasión cristiana. Rostros de mujeres maltratadas, víctimas muchas de ellas de la trata y de la prostitución. Migrantes que son explotadas y usadas como objetos. Hombres y mujeres sin derechos. Ancianos y enfermos cuyo rostro refleja el sufrimiento y la amargura. Niños en ambientes de violencia y faltos de amor. Esos rostros merecen ser limpiados. Merecen alivio. La compasión de muchas Verónicas haría un mundo más humano y más cercano al Reino de Dios.

Decimocuarta Estación. Jesús es sepultado

Jesús en el sepulcro es esperanza de Resurrección. Las confesiones más antiguas de la Resurrección tienen por autor al Padre: Dios le resucitó.... El Padre le constituyó en Señor y Cristo... El que yacía entre los muertos, reina vivo... Dios rehabilitó al ajusticiado... El amor es más fuerte que la muerte. Su resurrección garantiza la victoria del bien y del amor sobre el mal y el pecado. Esa ha sido la respuesta de Dios en su Hijo Jesús. Y esa respuesta suya pide una respuesta nuestra en nuestra vida. Un Dios que trabaja hasta la extenuación busca colaboradores que le ayuden en su lucha contra el mal. Dios quiere luchar contra el mal a través de nosotros. Dios hace todo lo que puede hacer sin suprimir nuestra dignidad, sin anular al hombre, porque se toma en serio nuestra libertad. Desde la luz de la Resurrección se escribe e ilumina el misterio de la vida, pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo. En esta última estación “¡anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús!

Decimotercera Estación. Jesús es bajado de la cruz y puesto en brazos de su Madre

María recoge el cuerpo de su Hijo. Muchas madres, rotas de dolor, recogen el cuerpo de sus hijos hoy, aquí y ahora. En nuestra sociedad el ocio nocturno tiene víctimas y a menudo sólo se entiende con alcohol, drogas y violencia. Inconcebible que siga habiendo guerras en el mundo en vez de diálogo. Las vidas de los no nacidos no cuentan y se convierte en un derecho ignorarlas. También los abusos de menores, en la sociedad y dentro de la Iglesia, rompen el corazón de la Madre. Los Santos Padres dan los mismos títulos a la Virgen y a la Iglesia. La maternidad de María se prolonga y encarna hoy en la Iglesia. La Iglesia, a través de los sacramentos, trae a Jesús al mundo. Y la Iglesia, también a través de los sacramentos, recoge a sus hijos en la muerte para conducirlos a la Resurrección.

Duodécima Estación. Jesús muere en la Cruz

Jesús en la Cruz pasa del “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?” al “Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu". ¿Cómo pudo pasar Jesús de la cuarta palabra a la séptima? ¿del abandono a la confianza? A Jesús le salvó la memoria. Tenía tanta memoria acumulada de la fidelidad del Padre que no le pudo fallar. Él nunca falló al Padre, el Padre nunca le falló, nunca se fallaron. ¡A Jesús le salvó la memoria! Cuando murió Jesús, el velo del templo se rasgó, la tierra tembló, los sepulcros se abrieron y el cielo se oscureció. Son los signos apocalípticos de los que habla el evangelio. ¿Qué tiene que quebrarse dentro de nosotros para que haya resurrección? ¿Con qué tienes que romper, qué decisión tienes que tomar para que haya liberación y vida en tu existencia? ¿Qué tiene que tambalearse en tu vida? Hoy vivimos viernes santos que tienen sesgos apocalípticos. Tiempos para ir a lo fundamental, para primar lo importante sobre lo urgente, para reencauzar temas pendientes y para relativizar muchas cosas a la sombra del Absoluto del amor de Dios.

Undécima Estación. Jesús es clavado en la Cruz

San Juan de Ávila dice que cuando Jesús ya no puede conducir a su rebaño hacia verdes praderas, porque está clavado en la Cruz, entonces sí que está siendo buen pastor. ¿En que? momento nos perdona?, se pregunta el Papa Francisco el Domingo de Ramos de 2022: “En un momento específico, durante la crucifixión, cuando siente que los clavos le perforan las muñecas y los pies. Intentemos imaginar el dolor lacerante que eso provocaba”.

NUESTRO TOP DE PODCAST ORIGINALES