EN 'EL ESPEJO'

Hablamos de la figura del P. Tiburcio Arnáiz y del impacto de su obra, con la hermana Vicenta Vilaroig

Amparo Latre

Publicado el - Actualizado

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Llegó en la madurez a la provincia de Málaga donde desarrolló una importante misión. Corría el año 1912 y la provincia de Málaga sufría una grave crisis económica. En este contexto el jesuita Tiburcio Arnáiz empezó su labor atendiendo a las personas más humildes.

La hermana Vicenta Vilaroig pertenece a la Congregación de las Misioneras Rurales que fundaron el religioso y Mª Isabel González del Valle. En 'El Espejo' ha explicado que el religioso formó grupos de voluntarios con los que recorrió las provincias de Málaga y Cádiz. "Con él iban al fin del mundo y compartían su tiempo y conocimientos con la gente humilde-ha contado-. Enseñaban cultura general y algo de catequesis".

A principios del S.XX el indice de analfabetización era del 80%. Ante tal necesidad se propuso llegar a rincones donde no iba nadie, recorriendo más de 100 pueblos de las diócesis de Málaga y Cádiz.

Durante el siglo pasado, el impacto de la figura de Tiburcio Arnáiz fue enorme: "Nos ha impresionado que después de casi cien años estemos aceditadas 11.000 personas para asistir a la ceremonia del sábado -ha contado la hermana Vicenta Vilaroig-. Y siguen llamando personas para acreditarse. Realmente es impactante el recuerdo que queda del paso de este hombre por tierra malagueñas y gaditanas".

"Buscad no vuestros intereses sino los de Jesucristo", es el lema de la ceremonia de beatificación que acogerá la Catedral de la Diócesis de Málaga el próximo sábado a las 11 de la mañana.

La hermana Vicenta Vilaroig ha explicado que un siglo después las misioneras siguen haciendo lo mismo que les enseñó su fundador: "Dignificar la vida de las personas llevando la fe. Compartimos lo que sabemos en un ambiente de convivencia. Es una labor gratuita. Hacemos clases de apoyo, talleres de manualidades. Y en esas clases también damos razón de nuestra fe. La gente se desahoga porque hay muchos prejuicios pero como decía Tiburcio Arnáiz "el fin de las misiones no es arrancar confesiones, sino mostrar a Cristo".

"Deseamos que la beatificación sea un momento de Gracia, de conversiones, de impulsar a los cristianos a que vivan sus propios caminos de santificación -ha subrayado V. Vilaroig- proque estamos convencidas que si no hay santidad de cada uno no hay evangelización. Todo brota de la propia conversión de cada uno".

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