EN 'EL ESPEJO'
Lourdes Miguélez: "Esperamos que todo el mundo disfrute de las beatificaciones"
Madrid - Publicado el - Actualizado
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En Argelia, el próximo sábado serán beatificadas dos agustinas misioneras españolas, Caridad Álvarez y Esther Paniagua, junto al obispo Pierre Claverie y los monjes trapenses de Thiberine. Todos ellos fueron asesinados entre 1994 y 1996 y serán proclamados mártires.
La hermana Lourdes Miguelez, compañera de las religiosas que van a ser beatificadas, fue testigo de aquellos acontecimientos y sigue como misiuonera en Argel. En El Espejo ha contado que esperan con mucha emoción y alegría el momento de la celebración: "Esperamos que todo el mundo disfrute de este acontecimiento. Estamos preparándonos sobre todo espiritualmente".
"La Iglesia de Argelia que es minoritaria, pero es una Iglesia muy viva. Son comunidades de gente sencilla que aprecia nuestra entrega a este pueblo y se sienten muy agradecidos", ha explicado Lourdes Miguélez.
Unos meses antes del asesinato de sus compañeras, ante el recrudecimiento de la violencia y las amenazas a los extranjeros, las dos comunidades de agustinas misioneras que había en Argelia en ese momento hicieron un proceso importante de discernimiento para decidir si se quedaban o se colvían a España, en el que estuvieron acompañadas por el arzobispo, el nuncio y sus superioras.
"Nosotros no nos sentíamos extranjeras. Todas dijimos que queríamos seguir con el trabajo que teníamos aquí. Queríamos seguir siendo fieles a un pueblo al que amamos".
Después del asesinato Lourdes Miguélez regresó a España, para terminar sus estudios de Enfermería. "En esos años -ha afirmado la misionera- la relación con mis compañeros fue muy bonita. Algunos apenas conocían nada de lo que habíamos vivido en Argelia. Con algunos de ellos sigo manteniendo el contacto".
Lourdes Miguélez sigue trabajando por el pueblo argelino. Con ellos celebrará la beatificación de todos los compañeros que han dado la vida perdonando. En El Espejo afirmó que su presencia allí es importante, porque es un signo de contradicción. Gracias a la presencia de misioneros como ella, los argelinos, mayoritariamente de otras religiones pueden descubrir qué es convivir con "el otro".