Secuestrado casi 300 días: “Me pegaban, simularon decapitarme y cortarme una mano”

Antonio Pampliega, periodista de guerra, pasa por Fin de Semana con Cristina para recordar su extremo cautiverio y presentar su libro 'Flores para Ariana''

Cristina L. SchlichtingMiguel Soria

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Imagina estar secuestrado 299 días en un país al que amas… pero no es el tuyo. Añádele que el secuestro está ejecutado por un grupo terrorista internacional, el horror está a otro nivel. Y aun así Antonio Pampliega estaba con su mente centrada en el libro que tengo entre mis manos: ‘Flores para Ariana’ (Ed. Planeta), que es parte fruto de ese cautiverio y es un durísimo relato sobre una mujer valiente pero maltratada, usada, despreciada...; Antonio es periodista especializado en conflictos bélicos y crisis humanitarias. Desde 2008 ha cubierto las guerras de Irak, Siria, Ucrania, Somalia, Sudán del Sur y Afganistán. Además ha recibido premios como el Premio Luchetta en 2020 o el Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García en 2015.

Y Antonio ha pasado por Fin de Semana con Cristina para asegurar que el abandono de Afganistán le “duele especialmente”: “Cuando el 15 de agosto entran los talibanes en Kabul tengo sensación de enfado, de preguntarme qué hemos estado haciendo cuando ahora están lo mismos por los que entramos. Pienso en mis amigos e intentar sacarlos, logré ayudar a casi 60 personas a salir de allí, lo más importante que he hecho en mi vida. La más famosa de todas es Nilofar Bayan, capitana de la Selección Nacional de Baloncesto en sillas de ruedas, amiga desde 2017 y todas las semanas hablábamos. Fue la primera a la que ayudé a salir, se lo debía, y luego gente anónima. Por ejemplo un traductor de las tropas españolas allí, me dijo que tenía un hermano y su cuñada en la puerta del aeropuerto, llamé a mi contacto, les cogieron y les sacaron de aquello. Y hace dos días me dijo que su mujer estaba embarazada y, si era niño, le iban a llamar Antonio”.

Su secuestro fue hace cinco años y tira de recuerdos sin problemas: “Me pegaban desde por la mañana, sin venir a cuento. Con la mano abierta y a puñetazos porque querían que confesase que trabajaba para el Gobierno de España y que era espía, les diese nombres e información, pero yo no podía porque no era cierto y no sabía nada. Te dan golpes y, cuando ven que no funciona, te amenazan. Una mañana entraron dos ellos vestidos de yihadistas con sus pasamontañas y una espada, me dijeron ‘pon la mano en este banco que te la cortamos’; otra de ellas regreso del baño y habían puesto una cámara con un trípode y uno de ellos tenía un cuchillo, me dijo ‘arrodíllate’, me pusieron delante de la cámara, me levantó el mentón, me puso la hoja del cuchillo en el cuello y, cuando pensaba que me decapitaban se pusieron a reírse y a golpearme con el mango del cuchillo. El único objetivo era romperme como persona y mandarme un mensaje de ‘eres nuestro y podemos hacer contigo lo que queramos cuando queramos’, absoluto desprecio por la vida humana”.

“Me pasaba el día llorando, tenía miedo a que me mataran y lo viera mi familia, mi hermana con 18 años, mis padres… esta imagen es la que se va a quedar, el periodista llorón, no quería e intenté mantener la compostura”, cuenta Antonio, así que “rezaba en la celda y le pedía a Jesús ‘darme fuerzas porque tú aguantaste, dame dignidad para no derrumbarme’”.

Cuando fue liberado llamó a su madre para pedirle perdón: “Mi trabajo es el que es, he estado en varias zonas de conflicto, pero estar secuestrado… tienes mucho tiempo para pensar y tienes esa sensación de ‘¿cómo estarán mis padres, qué les habrá pasado?’, yo me los imaginaba en el negocio familiar llorando, esperando al hijo que a lo mejor no vuelve y lo primero que consigues hacer cuando oyes a tu madre es decir ‘lo siento’, y es algo que se tiene que trabajar para darse cuenta de que no has hecho nada malo, que es tu trabajo y la culpa la tienen ellos, para eso se necesita terapia y tiempo. Tardé en hacer terapia porque me creía que estaba perfecto, que era Superman, pero por dentro estaba destrozado y necesitaba psicólogo”.

Una imagen que se le quedó grabada: 29 de enero de 2013: “El régimen de Bashar al-Ásad asesina a 80 personas y los tira al río. Los meten en un colegio porque no había morgues y hay una señora mayor que iba levantando sábana por sábana buscando a su hijo. Llega al último, lo cierra y se va y dice ‘ya volveré la próxima vez que haya algo así’. Asumía que iba a ver a su hijo muerto”.

Pampliega explica que “la guerra es el libre albedrío” ya que “puedes hacer lo que quieras cuando quieras como quieras y nadie me va a hacer nada”: “Recuerdo en agosto de 2012 que salíamos por una parte de Siria que hacía frontera con Líbano e íbamos con una unidad militar rebelde. Cogieron a un soldado de al-Ásad al que estuvieron pegando horas en un baño hasta que dejó de gritar. Terminan de pegarle y al rato nos llamaron para cenar con ellos, el líder tenía la mano hinchada de tanto pegarle, nos mira y pregunta ‘¿qué haríais con él?’, respuesta ‘lo suyo es que se juzgue’, y nos dice ‘en la nueva Siria habrá cárceles, ahora mismo no tenemos’. Cuando nos fuimos por la mañana ese chico estaba encadenado a un radiador, le miras y sabes que, cuando te vayas, le van a matar porque tú eres su seguro de vida porque eres un testigo. Entonces recuerdas que vivimos en Europa con unas normas, mejores o peores, pero prefiero vivir aquí”.

Sobre los homenajes a presos etarras, Pampliega lo tiene muy claro: “Se puede vivir con quien piensa distinto, por supuesto, pero lo que no se puede aceptar es el homenaje a los asesinos, eso es vergonzoso”.

Ya hablando sobre el libro, ‘Flores para Ariana’, cuya protagonista se llama como su hija, Antonio detalla que, “es el nombre que puso Alejandro Magno a Afganistán en el 320 cuando lo conquistó. En 2010 fue mi primer viaje y todo se llamaba Ariana, los cines, el banco… y pensé que era un nombre precioso para una niña. Cuando mi mujer se quedó embarazada en 2020 se lo dije y le gustó”.

Volviendo a Afganistán, el autor define a Afganistán como “un paraíso gobernado por sombras, me encanta y me encantan los afganos porque son leales. Después de haber estado tantas veces, con tantos amigos… ves lo que pasa el 15 de agosto y les debes lealtad y quieres ayudarles, por eso me impliqué tanto. Es el país donde me he hecho periodista y corresponsal de guerra”.

Y es allí, durante el secuestro, cuando empieza a escribir el libro: “Comencé a escribirlo en 2015 en la celda de Siria. Armado con un bolígrafo y un cuaderno de media cuartilla. Leyendo sobre el país, sobre las mujeres y niñas que tratan de sobrevivir, nació ‘Flores para Ariana’, y Ariana se convirtió en mi única compañía, mi válvula de escape. Y sin embargo nunca la terminé allí porque pensaba que, de alguna manera, la historia de Ariana y la mía estaban unidas, y si terminaba una se terminaría la mía de forma fatal”.

Ariana es un personaje ficticio pero “bebe de muchas mujeres de allí”, detalla Antonio: “Me he encontrado con mujeres de vidas horribles. Con niñas obligadas a casarse, mujeres que intentan huir… y por desgracia van a seguir así porque los talibanes de hoy son los mismos que los del 96”.

El autor, en todo caso, no oculta lo que hay tras el libro: “Solo prometo que, tras él, hay un mazazo de realidad que no les va a dejar indiferentes, se van a dar cuenta de lo afortunados que son por haber nacido donde han nacido. Ariana tiene 14 años y es violada por su marido, eso está pasando hoy. Eh, chavales, despertad, sois los ciudadanos del mañana y tenéis que saber el mundo en el que vivís. Y los adultos también lo olvidamos a veces”.

Para terminar, Pampliega cuenta que ‘Plano a plano’ compró los derechos del libro del secuestro y están trabajando en el guion: “El año que viene se rueda y hay actor elegido. No va a dejar indiferente a nadie. Estamos trabajando también en un documental sobre los 10 años de la guerra de Siria”.