Cristina, desde Letur, el pueblo albaceteño arrasado por la riada: “Tenemos el mundo por reconstruir. Y en el centro, este hombre rabioso que es España, que tiene el corazón de acero, las manos ligeras Y los hombros recios para empujar el toro sucio del destino que viene de cara”

La directora de Fin de Semana viaja hasta el epicentro de la tragedia en Castilla la Mancha

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¡Muy buenos días España! Y dirás... ¿Cómo saluda esta así? Con los drones sobre las cabezas y los camiones acarreando lodo… es que hoy necesitamos más que nunca que el día sea bueno. Enterrar a los muertos. Encontrar a los desaparecidos. Reconstruir esta patria sangrante.

Qué extraño ser pobres otra vez, pobres como después de la guerra, como en la gripe española, pobres a principios del siglo pasado. Pero sí. En muchos pueblos, calles, casas aquí son muy pobres de nuevo. Hemos amanecido en el peor sitio del mundo, querido oyente. En el corazón de la Dolorosa. Este equipo ha sido acogido por María Dolores, Alejandro, Paco. Son los padres y el tío de un chaval desaparecido en la riada de Albacete, Letur.

Juan, de 34 años, iba con su compañero Manolo por mitad del casco viejo cuando un tsunami de troncos, coches y fango se llevó su furgoneta Citroën Berlingo. Una cadena de oro del chico ha aparecido en el lugar. La Guardia Civil llamó a María Dolores, la madre, y le pidió el ADN. La cadena era de Juanito. Ahora, la madre espera. Espera el padre, esperan los tíos, Paco y Juan.

Una enorme lengua gris ha lamido el pueblo mozárabe de Letur y se ha llevado la calle principal y las casas viejas del centro de un pueblo que es Patrimonio Histórico. Se ha llevado la casa entera de Jonathan y Mónica, que comían a las 13.30H y cuyo hogar ha sido barrido. La de Dolores, la de Antonia que había corrido a prestar unas cuerdas para rescatar a la gente. Aquí apenas llovió.

Podría contarte que el agua bajó en tromba de otro pueblo, de Moratalla, donde habían caído más de 200 litros de agua por metro cuadrado. Hora y media tardó la tromba en acumularse u precipitarse por el arroyo. Hora y media preciosa que hubiese hecho salir a Jonathan y Mónica de su casa. Que hubiese sacado de la furgoneta a Manolo y Juan. Que hubiese permitido a Dolores y Antonia subir a lo alto.

Letur es pequeño, 500 habitantes estables, hermosísimo, una joya de la Sierra del Segura con una iglesia gótico tardío. Dos días más tarde, en pleno Puente de Todos los Santos, y los turistas habrían caído como moscas. Todavía hay que dar gracias.

      
             
      

Yo puedo hablar de los cientos y cientos de muertos y se esperan de aquí a Valencia. O de los perros de la UME, que apenas olfatean porque los cuerpos están sellados bajo el barro. De la Guardia Civil nadando en fango.

Pero prefiero contarte que en ‘La Toscana’, la casa rural de esta familia de Letur, que espero que en primavera sea tu casa rural preferida, María Dolores, la madre, ha mal dormido cuatro horas. Y Alejandro, el padre, que tiene la piel amarilla. Y Paco, el tío, todavía nos hace café con una misericordia que viene del Cielo. ¿Por qué nos cuidan los que tienen que ser cuidados?

En el puente me encuentro a Tamara, hermana de Jonathan, desaparecido. Y cuñada de Mónica, también desaparecida. Tía y custodia de dos niños pequeños que, afortunadamente, estaban en la escuela, en lo alto del pueblo. Llora y dice cosas fuertes, de gente recia castellana: “No puedo dormir, son cuatro días ya… No puedo estar en caliente mientras él sigue frío. Necesito su cuerpo, no quiero otra Marta del Castillo”.

      
             
      

Las casas, oyente, las caras son lo más duro. A Ignacio Requena, al joven cura le puso Dios de cara a la tromba, junto a la Iglesia que la riada ha respetado. Hay toneladas y toneladas de fango, puentes llenos de cuerpos, el mundo por reconstruir. Y en el centro, este hombre rabioso que es España, que tiene el corazón de acero y las manos ligeras, los hombros recios para empujar el toro sucio del destino que viene de cara.

Lo que ahora empieza, querido oyente, es la historia de Enrique Benavent, en Valencia, que ha hecho llorar al Papa. Porque uno de sus fieles iba en el coche con su mujer e hijo, y al bajarse para sacar al bebé vio como la tromba se llevó el vehículo y mató a ambos dejando un viudo desconsolado.