La despedida de Cristina L. Schlichting a Pepe Domingo Castaño: "Gracias por vivir así, a raudales"

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Le hemos oído mil veces decir hola pero nunca le habíamos oído decir adiós. Se calló esta voz para siempre. Ha muerto Pepe Domingo Castaño Solar.

No me puedo creer que esté lloviendo. Que esta noche haya llovido, que llevemos una semana con lluvia. Jobar, Pepe Domingo, los poetas sois arúspices y adivináis el futuro. Tengo delante las páginas de tu libro, “Hasta que se me acaben las palabras” y resulta que sabías que hoy llovería. “Estoy seguro, escribes en la página 22, de que el día que me toque el turno, en el umbral de lo que todavía nadie ha podido ver y contar, lloverá , lloverá torrencialmente. Creo que así esta escrito no sé dónde. Si no lloviese en ese momento, aunque a mí de poco me servirá, esta historia quedaría incompleta, igual que esas sinfonías que unca tienen final, porque el autor así lo quiso”. Hay que fastidiarse Pepe Domingo, lo sabías. Sabías que iba a llover hoy.

Odiabas la lluvia desde pequeño y le dedicas buena parte del primer capítulo de tu libro. Bueno, la odiabas y la amabas. Como buen gallego y buen ciclotímico.

Bueno, ahora te has muerto del todo, Pepe, de una septicemia un poco estúpida, que empezó con un dolor de garganta y que se te ha llevado a toda prisa y te ha quitado el sufrir la vejez y hasta la agonía. Y ahora comprendo por qué los que odiamos la lluvia somos tan fuertes, leyendo lo que dejas escrito. “He llegado a pensar -dejas sentenciado- que sin la lluvia nada de lo que ha pasado en mi historia habría podido ser realidad. Todo habría sido distinto. No tendría ahora esa imperiosa necesidad de sol, esa tremenda sed de azul, ese ansia descontrolada de claridad”.

Efectivamente, Pepe. Para mí, Pepe, tú siempre serás el señor guapo y bronceado. Siempre estabas bronceado. No era sólo coquetería -que te sentaba de cine el moreno- es que era tu forma de exorcizar la lluvia y decirle al agua que se fuera a tomar viento. Tú querías sol. Querías cielo abierto, claridad y vida y la has tenido y dado a raudales.

Porque huías del agua y la morriña, que te hicieron inevitablemente poeta, como a Rosalía, lanzaste todo tu aliento por los micrófonos e inyectaste alegría a millones de personas, y cantaste a los vaqueros y las camisas a cuadros y enamoraste a hordas de jovencitas y cambiaste la historia de la radio convirtiendo en regalo hasta la publicidad.

Fíjate pepe, tienes razón, a la lluvia le debes todo. Has sido grande porque han sido bueno y trabajador, porque has hecho todo apasionadamente y porque todos los talentos que te dio Dios los has sobre explotado hasta hacerlos brillar.

Menuda vida Pepe, encontraste la más bella de las vocaciones, la radio. Conociste el amor verdadero con Tere, después de un enamoramiento fulgurante y envidiable y has tenido hijos, Hugo y Óscar, y nietos que te han rebosado el alma de felicidad.

No te hiciste dominico en Palencia, como quisieron tus padres, don Antonio castaño y doña Rosa Solar, pero has sido predicador como nadie y has sembrado el mundo de belleza y alegría.

Qué potra Pepe, tú que tenías lo tuyo con el de arriba, has sido regalado con la muerte que querías. Joven, lleno de vida, sin conocer la vejez ni la agonía, sin decadencia, sin otoño ni lluvia. Por evitar, has evitado hasta el mes de octubre.

Que sí, es alucinante. San José, patrón de la buena muerte y patrón tuyo, Pepe, te ha arrebatado de la lluvia sin que te mojases.

Gracias por vivir así. Por vivir a raudales, a chorros, por pasártelo de miedo, por alegrarte y cabrearte a mansalva, por ser gruñón y cachondo, por se galante y complejo. Gracias por tu poesía y tu vida Pepe.

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