Schlichting: "Con la derecha dividida en tres, la izquierda gobernará con Podemos y los independentistas"

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Muy buenos días España, con la preocupación de Leslie. La tormenta bautizada por los servicios de meteorología americanos ha entrado en la península por Portugal desatando vientos salvajes que han causado destrozos. A lo largo del día se deslizará por la península, desde Extremadura y Huelva hacia el Este y os va a pillar a muchos en operación retorno del puente. Precaución por favor, que agua y carretera son mala combinación. Tranquilos si tenéis que ir a menos ritmo o posponer la vuelta, no pasa nada, lo importante es no meter el coche en situaciones de riesgo.

Las noticias del día tienen dos polos en España, el juicio por los sucesos de hace un año en el octubre caliente de Cataluña y las elecciones que llegan. La Fiscalía ha terminado su escrito de acusación a los 18 cabecillas de la revuelta independentista que se sentarán en el banquillo. Hay piezas separadas para los huidos, que son otros siete. Ha trascendido que nueve se enfrentarían a penas superiores a 15 años y que para Oriol Junqueras se pedirá más pena por liderar el procés. Se enfrentaría a una condena de entre 25 y 30 años.

Pese al esfuerzo que la televisión pública catalana y los medios al servicio del procés han puesto para dar un aspecto humanitario al juicio que se avecina -sacando constantemente a las mujeres, esposos, hijos y parientes de los encarcelados y huidos y vindicándolos como víctimas- conviene recordar que las víctimas son otros. Son los ciudadanos aterrorizados en su día por la amenaza de romper el país, los funcionarios coaccionados, las personas que vieron conculcados sus derechos constitucionales. Lo que se juzgará en este caso tiene mucha trascendencia para el futuro porque la impunidad de un intento de ruptura nacional sería la pista de despegue de otra intentona y los sufrimientos afrontados en los pasados meses no servirían para nada.

Entretanto ha trascendido que Puigdemont no se presentará a las elecciones europeas porque no se atreve a acudir a la embajada española para pedir las acreditaciones. Tiene miedo de ser detenido. Lo malo para él es que alguien de su entorno se ha ido de boquilla y ha contado que no quiere ir, pero tampoco quiere enviar a un propio en su nombre para no pasar por cobarde, de modo que ha decidido no ser candidato. Es una buena noticia, que confirma que este señor, que siempre ha sido una gallina y que se marchó del país sin avisar a sus compañeros, a los que citó en sus puestos de trabajo al día siguiente, está pasando a la reserva, incluso entre los suyos.

Empieza ahora la cuenta atrás de un año que con razón va a poder llamarse electoral, Las andaluzas son el pistoletazo de salida de una maratón que tendrá autonómicas, municipales y europeas antes del verano y, casi con total seguridad, generales a la vuelta de las vacaciones. En definitiva, lo que España va a ser en el futuro inmediato se decidirá en esta tanda de comicios.

Desgraciadamente no cabe ser demasiado optimistas porque la pregunta sobre el bien común no parece ser la guía de muchos de nuestros dirigentes y aquí no hay excepción en los colores. España tiene tres graves problemas. Cruciales. La educación de sus gentes en ideales nobles, la economía, que de nuevo está parada, y la posibilidad de romperse por los nacionalismos. La norma de conducta de los políticos debería ser la altura de miras y el realismo. En los países que construyen y dialogan las fuerzas democráticas se están aunando para hacer frente a los populismos. Para evitar que triunfe Alternativa por Alemania o Le Pen, tanto los políticos de derechas como de izquierdas se han unido en Alemania y en Francia para hacer un muro de contención. En Berlín concretamente gobierna una coalición de Merkel con los socialistas.

Para España sería magnífico una alianza de Socialistas, PP y Ciudadanos que aunase la compasión social, la seriedad en las cuentas, el refuerzo de la estructura constitucional y un impulso al sistema educativo con el ánimo de fomentar el amor por la pluralidad y a la vez fortalecer la unidad nacional. Pero esto son tonterías. Nada semejante va a ocurrir. No hay ni las más mínima posibilidad de algo así. Y esa es nuestra desgracia.

Con la derecha partida en tres bloques de votantes, Ciudadanos, PP y Vox, la izquierda se prepara para gobernar con la alianza con Podemos y los independentistas. Las consecuencias ya las estamos viendo en este ensayo al que estamos asistiendo. Más enfrentamiento ideológico, una economía que genera todo menos confianza en un escenario muy incierto y alas para los nacionalismos periféricos.

Las paradojas se empiezan a manifestar ante nuestros ojos. El Rey es reprobado en el parlamento catalán por los socios de gobierno de Pedro Sanchez. Los presupuestos se apañan con Bildu, PNV, PDeCat o Esquerra.

Mientras el PP ha anunciado que pedirá explicaciones al Gobierno por la reunión el pasado 8 de septiembre de Zapatero con Otegi, OK Diario publica hoy que lo que se trató fue precisamente en esa reunión la oferta de Bildu de apoyar las cuentas de Sánchez a cambios de la salida de los presos de ETA y la transferencia de las competencias penitenciarias al País Vasco.

Así estamos. Los sucesivos gobiernos españoles de los últimos 30 años – de derechas y de izquierdas- se alían con los nacionalistas en lugar de trabajar juntos con la oposición democrática. Esto no sólo desmembra y debilita España, sino que ahonda en el enfrentamiento entre españoles de izquierda y derecha. Es una lástima, porque en el centro está el equilibrio. Bien está aprobar cuentas sociales y subir el salario mínimo que falta hacía, pero ¿de qué sirve todo eso si a la vez se arruina la economía, sino cuadran las cuentas, si se retrae el consumo?

En fin, lo nuestro no es la moderación.

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