Schlichting: “Los pactos socialistas con ERC y la CUP embarran muchísimo el futuro de Cataluña”

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Si hay algo que caracteriza a Carles Puigdemont es la cobardía. Hace cosas que pocos políticos perpetrarían, como prometer a sus colegas que va a ir a trabajar un lunes a la Generalitat y huir dejándolos solos en pleno golpe del 1 de octubre, meterse en el maletero de un coche para esquivar a la policía o pedir, que este fue ayer el caso, que le suspendiesen la orden de busca y captura para poder venir a por su acta electoral a Madrid cómodamente. Antes, intentó colarla en Bruselas, pero en la puerta del parlamento le pararon y le dijeron “Chist, a dónde va usted, sin papeles no se entra”. El Supremo estableció ayer que nasti de plasti, que tienen que venir personalmente a la Junta Electoral Central para coger su acreditación de europarlamentario, y que aquí le estamos esperando, para detenerlo. Así que tendrá que seguir haciendo el bobo en Waterloo y, si quiere, que se ponga con un cartel a protestar en la puerta de la Eurocámara, que siempre queda pintoresco.

Y por fin hay ayuntamientos. Los partidos han obtenido todos cierta satisfacción y parte de disgusto. Podemos es quizá el más perjudicado, porque ha perdido plazas que ganó en su época de popularidad, como Zaragoza y Madrid, y se ha quedado relegado a un par de ciudades, Kichi, en Cádiz y Colau en Barcelona. Entre las grandes capitales, el PSOE conserva Sevilla, el PP arrebata Madrid a Carmena y Bilbao, como las otras dos capitales, vascas, es del PNV. Vox está en segundo plano, pero ha sido importante su apoyo en muchos sitios, Madrid o Zaragoza entre ellos, aunque la ha liado en Burgos, donde sus concejales se han saltado los acuerdos y han propiciado ayuntamiento del PSOE. Lo mismo ha pasado en Torremolinos. También parece que ha sido Ciudadanos el culpable de que Huesca quede en manos del socialismo.

En general, el pacto entre Ciudadanos y PP ha propiciado muchos ayuntamientos de centro derecha, quizá favoreciendo más a Casado que a Rivera, que sólo se queda con los consistorios de Palencia, Granada y Badajoz. Pero Ciudadanos queda compensado por los pactos con el PSOE que le dan Ciudad Real, Albacete (en alternancia) o Alcobendas.

Ha habido gestos leales por parte de muchos. En Pamplona, por ejemplo, el PSOE permitió que la coalición de centro derecha Navarra Suma arrebatase la alcaldía a BilduY, desde luego, el apoyo del PSC y de Valls a los Comunes permite que sea Ada Colau y no ERC quien gobierne en Barcelona. La alcaldesa demagoga ya ha puesto el lazo amarillo en el Ayuntamiento, en apoyo de los presos golpistas, pero peor hubiese sido Ernest Maragall.

También ha habido porquerías. Por ejemplo, Ciudadanos se ha quedado con Melilla aunque sólo tenía un concejal. Aliado con varios partidos ha arrebatado el bastón de mando a Imbroda, histórico dirigente del PP y entre ellos se ha producido una escena desagradable cuando Imbroda empujó al concejal de Ciudadanos cuando iba a jurar el cargo.

Más grave, porque es mucho peor que una deslealtad o un pacto traidor, es el avance del independentismo, que ha crecido en Tarragona y Lérida. ERC ha hecho en concreto con la capital ilerdense, sustituyendo al PSOE, y con Tarragona capital. En ambas sustituye al PSC y marca gravemente la evolución municipal catalana de las principales ciudades. Recordemos que los alcaldes son uno de los recursos propagandistas del secesionismo, que gusta de pasearlos por las instituciones alzando el bastón y cantando Els Segadors.

Sucio, sucio ha sido en este sentido el pacto de los socialistas no sólo con ERC sino con la propia CUP en Badalona, para desplazar a Albiol, ganador en los comicios. Lo mismo ha hecho el partido socialista en Castelldefels, donde ha pactado con los comunes y no le ha importado ir del bracete con ERC. En Samaniego, Alava, hay incluso alcalde de Bildu, gracias al socialismo, aunque el PSOE ha anunciado que expedientará al edil responsable.

Este sesgo de apertura a la Esquerra y a CUP embarra muchísimo el futuro de Cataluña, donde el secesionismo y el constitucionalismo ya no se distinguen bien en el partido socialista de Iceta. Desgraciadamente es un anticipo de lo que vamos a ver en la nación, donde la ERC anunciaba recientemente su disposición a abstenerse para que Sánchez gobierne. Y por mucho que digan Carmen Calvo o Isabel Celáa, no hay nadie gratis.

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Con Carlos Herrera

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