Schlichting recuerda a Carrascal: "Fue sano y alegre, deseo que siga mirando tan lejos como pueda"

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¡¡¡Muy muy buenos días España!!!! Es 4 de noviembre, estrenamos finde de mes y esto es Fin de semana, que te acompaña sábados y domingos de diez a dos. Muy bienvenido, te saluda CLS.

Asomaba yo la nariz por la húmeda y oscura ventana, para quejarme de la borrasca Domingos, que sucede a partir de hoy a la tremenda Ciarán, que nos ha puesto de luto y nos deja un terrible incendio en Valencia, cuando recuperé estas declaraciones del periodista José María Carrascal a la SEMEG, hablando de la belleza de la vejez y la vida.

Qué inteligencia, qué delicadeza, qué verdad. Tenía yo 21 años cuando conocí a Carrascal en ABC, como corresponsal en los Estados Unidos y ya flipaba yo por su exactitud, su equilibrio, su buen humor y su humildad. Siempre nos trató a los becarios como iguales. Venía de Alemania, donde empezó su carrera en el 58 y cubrió la construcción del muro de Berlín, en 1965, que ya le enseñó de la capacidad del ser humano para partir y romper y lo entrenó en la crueldad del comunismo.

Tras los años de América, regresó a España a hacer tele y alucinamos con esas corbatas acrobáticas, de colores imposibles y estridentes y esa forma tan yanqui de sentarse encima de una mesa para pronunciar impecablemente un editorial como el que enuncia el parte del tiempo. Revolucionó los informativos y ha muerto a los 92 años tras haber escrito un último artículo esta semana en ABC sobre la infanta Leonor, deseándole lo mejor en nombre del futuro. Carrascal fue un tipo sano y alegre y yo le deseo que siga mirando lejos, tan lejos, como

pueda, con mirada de periodista eterno. Adiós amigo, adiós compañero, adiós maestro. Hasta pronto.

Y no pienso olvidarme hoy de la guerra. Tenemos tal guerra aquí que casi se nos pasa recordar que hay quien está peor, mucho peor. El anestesista español que salió esta semana de Gaza, Raúl Icertis, grababa un pequeño vídeo en Egipto pidiendo ayuda por todos los que se quedaron atrás.

Hospitales sin medicinas, iglesias bombardeadas, edificios reducidos a sus cimientos y odio, cada vez más odio por las dos partes. Benjamín Netanyahu, cuestionado como líder de Israel, se reunió por tercera vez con Anthony Blinken, el secretario de estado norteamericano, y reiteró que no hay opción para el alto el fuego mientras Hamás no libere a los rehenes israelíes.

En España también va creciendo el odio, que es el hijo espurio de la injusticia. Tras el pacto con ERC de una ley de amnistía, la condonación de 16.300 millones de euros de la deuda catalana al FLA, el reconocimiento de Cataluña como nación, la aceptación de un relator para vigilar los acuerdos y la concesión de la red de cercanías, lo que convierte a los empleados de Adif y Renfe en obreros de la Generalitat sin negociación sindical alguna, una multitud organizada a través del boca a boca y las redes sociales se echó a la calle Ferraz, frente a la sede del PSOE, para protestar. Hoy se reunirán de nuevo en el mismo lugar, a partir de las nueve de la noche.

Hubo quien gritó insultos y tonterías sobre Franco, pero la mayoría dela gente está simplemente triste y desesperada por una negociación alevosa que no cuenta con ninguno de nosotros.

A mí, lo que más me duele de todo lo concedido, fíjate, noes la pasta bárbara, que extremeños, o andaluces, o asturianos, o gallegos tienen que pagar a una de las autonomías más ricas; ni la injusticia de que un preso que ha trapicheado con unos gramos de coca tenga que quedarse en la cárcel mientras estos ladrones y traidores salen libres; sino el que nos hayan quitado a todos los españoles la potestad de decidir sobre Cataluña.

¿Quién no ha veraneado en la Costa Brava? ¿Quién no ha amado la Sagrada Familia o la imagen de San Clemente de Tahull? ¿Quién no ha flipado con el museo de Vic o recorrido los claustros de Poblet, Pedralbes, San pedro de Rodas? Nuestros padres y abuelos emigraron a Cataluña y la levantaron. Nuestros antecesores consintieron en pagar más caros los textiles catalanes y cerrar el mercado a los británicos para beneficiar a nuestros país. Y ahora llegan éstos y se lo quedan todo. Por el artículo que me da la gana. Lo llamo mi nación y me paso la soberanía nacional por el arco del triunfo. Qué injusticia. Qué abandono de esa mayoría de catalanes que creían en el estado.

En fin. La semana acaba con más concesiones pendientes, no te creas. Faltan negociaciones con Puigdemont y el PNV. El primero pide el perdón absoluto para la familia Pujol, que ha robado mucho, y para aquellos que negociaron con Putin el apoyo al procés, que fue traición y peligro enorme para todos. También libertad para Laura Borras, condenada por malversación de fondos, Miquel Buch, Josep Lluys Alay, jefe de la oficina de Puigdemont y el abogado Gonzalo Boye. Turull ha dicho sobre la amnistía: “No dejaremos a ningún soldados tirado”.

Soldados contra España. Todo eso, que sepamos. Y los del PNV exigen el cumplimiento íntegro del Pacto de Guernica con el traspaso por ejemplo del régimen económico de la Seguridad Social o la gestión de puertos y cuencas hidrográficas.

Por supuesto, hay parte de dinero. Exigen inversiones e infraestructuras, como en la alta velocidad. Mientras se tarda Siete horas en llegar a Almería desde Madrid o llegar a Extremadura es un calvario. El PNV incluirá por supuesto el derecho a decidir, que no va a ser menos ellos, y el reconocimiento de la nación vasca. Lideran las negociaciones Aitor Esteban y el presidente de la formación Andoni Ortúzar, que ya han dejado claro que lo que más les importa es evitar un gobierno del PP y Vox. En los últimos dos meses PNV y Junts se han reunido en un par de ocasiones y Puigdemont y Ortúzar están compartiendo información y haciendo frente común.

Frente a todo esto sólo cabe manifestarse y apoyarse en las instituciones que aún no están intervenidas. El sector jurídico está esperando a Pedro Sánchez. La Sala de lo penal ha abierto el juicio oral de los CDR más violentos, aunque Pedro Sánchez vaya a dejarlos libres. Y 328 juristas y catedráticos han emitido una declaración contra la ley de amnistía, que han enviado a la Comisión Europea.

Veremos qué se puede hacer.

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Con Carlos Herrera

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