El hombre al que el pelo se le puso blanco tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco
Carlos Totorika, exalcalde socialista de Ermua, repasa en Fin de Semana con Cristina el momento más difícil de su vida política
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A un balcón se asomaba hace 25 años un joven alcalde que hoy peina canas y que anunciaba el asesinato (que no exactamente muerte) de Miguel Ángel Blanco. Quizás fuera el momento más duro de su vida y recuerda en Fin de Semana con Cristina lo que le viene a la cabeza cuando se oye anunciar dicho momento: “Fue muy angustioso para mí. Además del enorme disgusto y enfado que tenía yo, tenía más de 10.000 vecinos y otras personas debajo del ayuntamiento preocupados como yo por qué acabaría sucediendo y, cuando les trasladé que a Miguel Ángel le habían disparado dos veces en la cabeza, sentí una enorme angustia por mí y también me preocupaba que toda aquella energía, el dolor, la frustración y el cabreo, tanta gente y junta, pudiera desembocar en algo que me parecía malo y negativo que es que pudiéramos utilizar la violencia también nosotros porque las personas que estábamos allí estábamos muy desbocadas. Me parecía importante convertir esa energía bestial en algo positivo, en una manifestación pacífica, y seguir demostrando de distintas formas que los demócratas éramos distintos, que creíamos que el respeto a los valores en el no uso de la violencia es lo que permite construir la convivencia desde la pluralidad. Es decir, en el corto plazo el cuerpo nos pedía hacer alguna barrabasada, pero algunos creímos que no debíamos tolerar, trasladas mensajes claros con ejemplos y acciones concretas que nosotros queríamos, desde la verdad y la movilización, superar el miedo y construir una Euskadi de personas libres”.
Él sí que pensaba que iban a matar a Miguel Ángel, no era optimista, y así lo reconoce: “No porque había sufrido y tenía demasiados casos concretos del uso y abuso brutal de la violencia de ETA y tenía la sensación de que le habían retenido precisamente para escenificar el asesinato, para darle más gravedad y abusar más de la violencia, pero eso no quita que yo tuviera la convicción de que había que mantener la esperanza desde el minuto cero y luchar por su vida porque era nuestra obligación y teníamos la oportunidad de liberarle a él, y además era un esfuerzo por luchar por la vida y la libertad de todos. Yo me sentía muy identificado y, como mucha gente, me veía en su pellejo y nos veíamos agredidos, amenazados por aquel secuestro porque ETA usaba esa violencia contra uno para amenazar a miles. Cuando secuestraban a un empresario el resto se sentía amenazados, cuando mataban a un policía o un guardia civil querían asustar a todos. Pero había un aspecto muy importante de querer luchar por la libertad y reivindicar que queríamos que acabara ETA y, a través de la movilización, pelear por superar el miedo que tanto nos angustió durante tanto tiempo”.
Él paso varias horas con Consuelo y Miguel, padre del asesinado, en su piso en Ermua, donde se produjo el anuncio de que habían hallado a Miguel Ángel y tuvieron cierta esperanza de que viviera: “Cuando tuvimos que atender a la familia, nos encontramos con que las visitas de familiares que vinieron de Galicia a acompañarles, también personalidades, estaban sobrepasados, era una familia muy normal y humilde que se encontraba de repente con que tenían tocando a su puerta a cientos de personas. Les llevamos al ayuntamiento, la familia de Miguel Ángel determinó en esas dependencias municipales si les recibía o no, acompañamos a muchos familiares y vecinos que veían a saludarles haciendo bocadillos. Ermua estaba parado y nosotros hacíamos esos bocadillos, entendimos que era lo normal y ese momento no lo viví directamente con ellos pero lo he hablado y visto y ellos albergaron una esperanza que yo no tuve. Yo sabía que con esos disparos le habían asesinado aunque clínicamente estuviera vivo”.
En aquellos días él supo que estaba pasando algo muy grande y llevaron a cabo un trabajo “desde la unidad y la pluralidad”, construyendo las movilizaciones y favoreciendo “el nacimiento y el apoyo al Foro de Ermua, a 'Basta Ya', que fueron herramientas decisivas para combatir la violencia porque nos quería meter miedo y yo comprobé y todos pudimos ver que esas movilizaciones masivas nos hacían sentirnos arropados, superamos el miedo y con ellos rompíamos la lógica del terror. Tuve que vivir mucho tiempo intentando mantener ese esfuerzo por la unidad ya que tenía mucho impacto contra ETA, y creo que cada asesinato nos movilizaba en lugar de asustarnos y les deslegitimaba tanto en España como a nivel internacional y, por lo tanto, la lógica de la violencia terrorista cambió de forma bestial. A partir de ese momento ETA y su violencia dejaron de funcionar como mecanismo de silencio. Nosotros gritamos muy a gusto que 'ETA no' y 'ETA aquí tienes mi nuca', salimos a la calle porque habíamos vivido demasiado tiempo en silencio. Esas movilizaciones, que al principio eran de poca gente, fueron siendo de más y nos dejaron muy a gusto y rompieron su lógica terrorista”.
En aquellos días la sede de HB, el brazo político de ETA, salió ardiendo y al exalcalde se le recuerda con un extintor y enfrentándose al fuego, un gesto que se recuerda perfectamente: “Sí porque tuve muy claro que el mensaje que teníamos que trasladar era de que los demócratas tenemos unos valores y creemos que la violencia no se puede utilizar de unos contra otros porque así no se construye el futuro. La única violencia es la legítima del Estado que tiene todo el derecho a meter en la cárcel a quien la usa, que es donde tiene que estar, pero con un juicio y unos derechos incluso para los terroristas. Siempre todo desde el respeto a las leyes y no creando condiciones de enfrentamiento y de odio entre nosotros. Con el odio y la violencia no se puede construir la convivencia, de ninguna forma. La historia nos demuestra constantemente que quien siembra semillas de odio no construye la convivencia sino el enfrentamiento y un día generará violencia”.
Sobre el presente y el Espíritu de Ermua, el acercamiento y beneficios a ETA, Totorika asegura que “todos sentimos dolor cuando recordamos que muchos de los terroristas no han condenado ni rechazado lo que hicieron desde la violencia ni han pedido perdón a las víctimas, por lo tanto hay una enorme labor porque, además, cuando se les recibe, como ha sido el caso durante mucho tiempo, en homenajes públicos, a esos etarras como héroes en las calles del País Vasco, se sigue sembrando odio entre los más jóvenes que les acompañan como tal. Me parece que tenemos que tenemos que hacer un esfuerzo muy importante de pedagogía, seguir construyendo en la sociedad esa verdad histórica que todavía, por desgracia, hay que explicarla, de que ETA utilizó la violencia de forma injusta y seguir hablando de esto. El ejemplo de esto fue el reciente acto de violencia en Pamplona donde un grupo de abertzales radicales e impidan que, de forma natural, se haga una procesión con la corporación me parece intolerable pero a la vez no me extraña porque, por desgracia, sigue habiendo segmentos en la sociedad vasca que tienen una cantidad grande de odio. Yo a los etarras no les odio y, sobre Bildu, si quieren independencia deben estar en las instituciones defendiéndolo pero no usando la violencia. Creo que Bildu tiene todo el derecho a estar en las instituciones pero también tiene deberes que hacer porque la condena de la violencia no es solo por el daño a las personas sino como ataque racional a la libertad de todos es un elemento muy importante para que podamos construir una sociedad desde la pluralidad. Quienes no somos nacionalistas queremos encontrarnos cómodos y respetados y eso no sucede cuando todavía se recibe como héroes a los terroristas y eso no es claramente criticado. Es imposible la convivencia si no hay respeto a la pluralidad”.