Ir al mercado: un clásico que nunca pasa de moda pero en absoluto “moderno”, los romanos ya lo hacían
Paco Álvarez, historiador y divulgador, pasa por Fin de Semana con Cristina para volver a demostrar que somos más clásicos de lo que nos pensamos
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Viene por Fin de Semana con Cristina un romano de Madrid que siempre nos intenta convencer de que somos romanos en muchas cosas de las que todavía hacemos. Y hoy nos pretende convencer de que la mitología sigue presente en nuestra forma de hablar. Él es Paco Álvarez, autor entre otros libros de romanos, de “Mitomorfosis”, y hoy asegura que los mercados de hoy en día son muy similares a los de los romanos clásicos: “Los puestos no eran muy diferentes a los nuestros. Había, por ejemplo, fruterías, pescaderías o carnicerías. Las fruterías eran como las nuestras y en ellas se vendían por ejemplo manzanas, fruta cuyo nombre viene de Mattiano, un productor de manzanas que hizo una nueva variedad que se hizo tan famosa que todavía llamamos así a esa fruta. También había melocotones, que ellos llamaban Malum cotonem, manzanas de algodón, o uvas para comer o para hacer Mustum, o un melón, que se llamaba Pepo, cerezas, cerasius, o una pera, pirum… en las carnicerías por ejemplo, podríamos comprar cerdo, salchichas ahumadas o un Agnus Cordarius, de ese “cordarius”, viene nuestro cordero. En las pescaderías podríamos comprar Congrios, Murenas, ostras, etc.”.
Parece que estaban bien abastecidos, y las costumbres no eran muy distintas de las que tenemos nosotros: “Compraban también pan, como nosotros porque a los romanos les encantaba el pan y lo tenían en las panaderías, de diferentes tipos. El panis sigilineus, que era pan blanco o el panis ruralis, que era pan como de pueblo o el autopyros o secundari panis, moreno, a veces con salvado, casi como nuestro pan integral, también había pan con frutas o queso y bucellatum, que eran unas como barritas energéticas de cereales, usadas por los legionarios, tan duras que había que mojarlas en vino o vinagre para comerlas”.
Así que pan, pescado, carne, frutas… ¿y las tomaban de postre? “Muchísimo”, asegura el experto: “Marcial, nuestro poeta de Calatayud se queja así de una cena a la que le invitaron y no había postre: ‘Estuvimos en tu casa, Mancino, sesenta invitados y no se nos sirvió ayer nada más que un jabalí. Nada de las uvas que se guardan de las cepas tardanas, ni manzanas enmeladas, que compiten con los dulces panales; ni peras que cuelgan atadas con una larga hebra de esparto, o granadas púnicas, que imitan a las efímeras rosas; ni la rústica Sasina envió sus piloncitos de queso, ni vinieron las aceitunas de las orzas del Piceno’”.
Y las hortalizas y legumbres, ¿también son romanas? Álvarez explica que, “salvo los productos que trajimos los españoles de América, legumbres como las lentejas, lentículae, garbanzos, cicer, o las alubias, fabae, eran tan conocidas que el nombre fabada está atestiguado en Roma para un guiso de habas con tocino. Y en cuanto a cebollas, lechugas y demás, la ensalada ya se servía en las mesas romanas, Insalare literalmente quiere decir echar sal en la verdura y también le añadían aceite y vinagre. En cambio la ensalada César se inventó en México, en Tijuana, en el Hotel Cardinipor un cocinero que se llamaba César Cardini… el caso es que nos gustan las mismas cosas y todas están en el mercado”.
Parece que estos antiguos mercados se parecen a los nuestros. Así que Paco Álvarez volverá otro día para volver a demostrar que somos más clásicos de lo que nos creíamos.