‘Crónicas perplejas’: “Decirle a tu hijo que no hay dinero para las botas de fútbol, que el mes que viene"

Habla Antonio Agredano de la complicada situación económica que vivimos, de cómo la hacemos frente y lo que nos afecta

Antonio Agredano

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En esta nueva sección veraniega de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente.

Así nos lo cuenta Agredano:

Se vende. Una persiana bajada. Un sueño que se quiebra. “¿Aquí había un bar antes, no?”, pregunta alguien. “Sí, pero cerró”, contestan. “Se comía bien, qué pena”, y siguen su camino. “Qué pena”, repite para sí mismo. A los pocos metros, otro local vacío. Otro cartel. Otras vidas. Otros planes que se quedaron en el camino. Otro entusiasmo demolido. Dinero. Siempre el dinero. En los principios y en los finales. En la ilusión, en la frustración, en este interminable presente que estamos viviendo, en el que el pasado no se puede cuestionar y al futuro ni se le espera.

Ahora los hogares tiemblan. Hay quien niega la crisis. Es temporal, dicen, es mundial, como si eso pudiera aliviarnos. Como si los recibos pudieran hibernar, como si los supermercados no nos cobrasen la compra. Los políticos que antes se indignaban, ahora salen del Congreso en silencio. Usan eufemismos. Nos tratan como a niños. Nos culpan de todo esto. Vivimos mal, gastamos mal, nos queremos mal. En el poder ya no basta con la soflama, en el poder uno tiene que buscar soluciones. Mientras tanto, las cartas que se amontonan en el buzón. Cupones de descuento. La familia, que a veces echa una mano. Las derramas de la comunidad, siempre inoportunas. Números de tres cifras como único saldo. Decirle a tu hijo que no hay dinero para las botas de fútbol, que el mes que viene, a lo mejor. Que, aunque estén bastante estropeadas, seguro que pueden soportar un par de balonazos más.

“Tenemos que hacer todos un esfuerzo, que la cosa está regular”, dices, mientras sales disparada para no perder el autobús que te lleva al trabajo. Las noches en vela. Haciendo cuentas mentalmente. Una ambulancia rompe la madrugada. Quitar los informativos para no pensar. Para no darle más vueltas a lo del dinero. Siempre el dinero. “Tenemos salud”, dice tu marido. Y al menos os reís. Y abrís un par de latas de cerveza. Y algo para picar. “Poquito a poco que, seguro que salimos de esta”, le contestas. Porque la dignidad no se marchita. Porque donde no llega el dinero llegan los afectos. Aplazar lo de la cocina, lo de las vacaciones, lo del colchón, “a ver si la avería del coche no es para tanto”, dices. Y los días pasan. Y nada cambia.

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