‘Crónicas perplejas’: “Llevar a tu pareja el desayuno a la cama es, además de hortera, una porquería"

Habla Antonio Agredano de la vida en pareja, de sus pros y sus contras

Antonio Agredano

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En esta nueva sección veraniega de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente.

Así nos lo cuenta Agredano:

Dicen que las parejas que duermen en camas separadas duran juntas más años. Yo digo que no viajar en coche evita el peligro en carreteras. La convivencia, si es fruto del amor, sólo tiene un camino: el hermoso caos. Un juego de exigencias veladas y concesiones disfrazadas de desinterés. No es nada novedoso. Por muy moderno que uno se crea, tiene los mismos atranques domésticos que tenían sus abuelos. Silencios largos, discusiones en la cocina, lavadoras por tender y una batalla campal por el edredón. En la convivencia no es el amor lo que está en juego, sino las manías de cada uno. Su innegociable noción de libertad. Persiana abierta, semiabierta o cerrada. Pasta de dientes de la que es blanca o de la que sabe a menta. Mesa baja o mesa camilla. Pizza o brócoli. Tener que ver el fútbol en la clandestinidad. Convivir es renunciar un poco a uno mismo para aspirar a una felicidad mayor, que es la de la pareja. Suena ingenuo. Lo asumo. Pero quién soy yo para ponerle pegas al amor. A este invento tan antiguo.

Lo peor de la convivencia son las expectativas. Ahí sí podemos hacer algo. Los noviazgos son muy traicioneros. Nos venimos arriba, lo damos todo, esas atenciones, esos calores, esa intensidad, esa pasión arborícola. Y luego, claro, las decepciones. La vida en calzoncillos y los pelos en el desagüe de la bañera. Siempre podemos defendernos como hizo el futbolista Rodax tras su fracaso en el Atlético de Madrid. “Ni antes era tan bueno, ni ahora soy tan malo”, dijo.

A mí me gustan las parejas que intentan salvar lo que empieza a oler a quemado. Pero advierto, por si está usted preparando alguna idea romántica para arreglar lo suyo: llevar a su pareja el desayuno a la cama es, además de hortera, una porquería. Y como sean esas tostadas hechas con el pan multicereal, va a dormir la siesta como si estuviera tumbado en la jaula de un jilguero, entre las pipas, la miga y las semillas de chía. Aborte ese plan. Mejor compre un buen vino.

No hacía falta llegar a esos extremos. Verán. Si me lo aceptan, les doy un consejo, que no está precisamente basado en el éxito de mis convivencias, sino en su fracaso: sólo aprendí a convivir cuando aprendí a vivir. La felicidad no se exige, la felicidad se merece.

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